sábado, 16 de enero de 2010

Andrés Rábago "El Roto": “Si sabes leer, la manipulación te da mucha información”


Fotografías por Pablo Álvarez.

Al fondo del pasillo, en el último piso del edificio, espera. En el umbral de la puerta de un bonito estudio muy luminoso, en el centro. A contraluz conforma un precioso encuadre digno de una buena fotografía retrato. Nada más entrar uno de sus cuadros sin terminar. En los estantes, algunos libros, y en la mesa, bocetos sin culminar aún y libros abiertos. Desde el 17 de diciembre hasta el 23 de enero su exposición de pintura Las ventanas ciegas estará en la Galería BAT (María de Guzmán, 61) de Madrid. Sus viñetas de El Roto cada mañana en El País.

En varias ocasiones deja usted claro que no se considera humorista gráfico, por tanto ¿dónde se encuadraría: dibujante satírico, viñetista social, político…?

Sí, en el mismo lugar donde decía que no era propiamente humorista, también decía que mi territorio es la sátira, la sátira gráfica, que tiene una tradición muy larga y en la que soy uno más de esa larga tradición. El humor es una parte de la sátira, pero que no la abarca toda. Además creo que es más útil la reflexión que la risa. La risa, o la sonrisa, está bien, pero la reflexión es lo mejor.

Entonces, ¿se consideraría también un poco como comunicador?

Sin duda. Forma parte de lo que podríamos llamar industria de la comunicación. La sátira es un ingrediente más dentro de un periódico que tiene muchos ingredientes. Y además yo creo que lo ha acompañado prácticamente desde siempre, aunque en otros momentos a lo mejor era una parte que figuraba en hojas sueltas; pero siempre la sátira ha estado dentro del campo de la información, de la comunicación o de la opinión.

¿Qué diferencias existen entre anteriores nombres con los que firmaba sus viñetas y El Roto?

Bueno, hay diferencias tanto de lenguaje como de territorio de análisis o de interés. El principal seudónimo, que era Ops, estaba más en la indagación psicológica; y El Roto está más en la indagación social. Son dos cosas distintas. He hecho cada cosa en el momento que me ha parecido que tenía interés en ello.

¿Existe algún momento puntual en el que decida que es necesario el cambio?

No, no tanto. Yo creo que se va produciendo una modificación, entonces todos estos cambios son lentos. Ni siquiera tú mismo sabes como se va produciendo, pero hay una especie de movimiento; el barco se dirige en otra dirección, pero el cambio es lento, vas girando y vas encontrando otro lenguaje u otro terreno donde asentarte. Y esos momentos de cambio, que son largos, que a lo mejor llevan años, son momentos de cierta confusión personal, tampoco sabes muy bien dónde te diriges; y cuando, de alguna manera, llegas a donde no sabías que ibas, entonces sabes que estás ahí. Pero previamente no sabes ni hacia donde te diriges ni cual es la razón profunda por la que te estás moviendo en esa dirección.

Digamos que es como una transición casi personal.

Sí. Es una transición. Se produjo en ese momento una cierta incomodidad, una cierta inadecuación en el lenguaje. Un lenguaje bastante cerrado, propio y adecuado para una situación de ausencia de democracia, una dictadura, en la que el lector era capaz de traducir lo que se le decía con un lenguaje más oscuro, más cerrado, pero también más rico por otro lado. Y una época de régimen abierto de democracia en el que las cosas deben ser dichas con absoluta claridad. Ya no sirve un lenguaje opaco o encriptado porque el lector no es capaz de leer, de descifrar ese lenguaje, y quiere las cosas dichas abiertamente. Lógicamente el lenguaje cambia.

Siguiendo con el hilo, ¿tiene puntos de vista en común el artista con la persona, es decir, Andrés Rábago y El Roto; o por el contrario son visiones necesariamente distintas de un mismo campo, de una misma realidad?

Pues eso lo explicaría bien la visita a una exposición que tengo ahora, que se inaugura el jueves, de pintura. Yo creo que la visión de la pintura y la visión del dibujo ayudarían a entender tanto un territorio como el otro. Son dos niveles distintos de lo real que cohabitan no sólo en mí, sino en todos nosotros. Yo creo que vivimos en distintos estratos. Generalmente estamos en el nivel más superficial, más externo, porque yo creo que hay una especie de incentivo a que nos mantengamos en ese nivel de superficialidad. Le interesa al sistema. Pero yo creo que para el crecimiento personal debemos saber que existen otros niveles de lo real y que son accesibles. Y también en ese terreno la expresión o la comunicación de la experiencia personal ayuda, tanto el trabajo de dibujo, en el que estás un poco exponiendo tu visión de lo que está ocurriendo, como el otro lado, en el que estás exponiendo otros niveles de percepción en unos terrenos más del espíritu. Ahí yo creo que también sirve ese esfuerzo de comunicación.

Alguno de sus dibujos hace sonreír, al hilo de lo que comentaba usted ahora mismo, hace unas preguntas; y en cambio otros dejan reflexión al que los disfruta. ¿Busca usted crear alguna sensación con ellos?

Básicamente lo que se busca es despertar niveles más altos de reflexión. Buscas de alguna manera situar al lector en el punto más alto de sí mismo. Es una especie de pequeña plataforma que le pones para que él suba y se vea a sí mismo desde otro nivel más alto. Yo creo que es un trabajo necesario y tiene un punto de exigencia ética. Toda comunicación en los medios públicos tiene un punto de exigencia ética, si perdemos de vista eso y lo convertimos en una mera mercancía, o en una mera manipulación, estamos pervirtiendo su esencia, su utilidad. Y eso, para mí, es un grave, diría casi pecado.

¿Sigue usted algún proceso fijo en la creación de sus viñetas? Es decir, ¿le llega antes una reflexión, un dibujo, o por el contrario no sigue una pauta fija?

El sistema de trabajo es casi siempre el mismo. Es una lectura de la información, sobre todo de prensa, yo soy un gran defensor de la prensa escrita. Un tomar notas sobre las cosas que te parecen interesantes, no tanto de las cosas que acaban de ocurrir, es decir, no me interesa tanto la superficie de lo que acaba de pasar, de las noticias. Sigo poco eso, y desde luego no me interesan tampoco las personalidades que personifican esas situaciones. No me interesan los actores, me interesa el guión. Lo examino y tomo nota sobre ese guión que nos están dando o que se nos está ofreciendo, y de ese guión, de las notas que he ido tomando de ese guión, posteriormente es de lo que hago el dibujo que, probablemente, no saldrá al día siguiente, ni a lo mejor a la semana siguiente, sino que saldrá cuando me parezca que es el momento de publicarlo.

¿Si tuviese que elegir sólo uno de los elementos que utiliza, se quedaría con la palabra o con el dibujo?

Ni uno ni otro aisladamente sirven de mucho. Evidentemente, hay una voluntad plástica en el dibujo, pero por sí mismo no se justificaría. Las palabras, por sí mismas, tampoco tienen suficiente corporeidad, necesitas más extensión. Es un lenguaje muy concreto, que requiere tanto del dibujo como de la palabra. Es una simbiosis de imagen y palabra ya muy trabajada, y que aisladamente no funciona.

Hablando de periodismo, ¿considera que el periodismo actual está muy mediado por la gran empresa de comunicación?

Sin duda. Hace mucho tiempo que la información, o la manipulación de la información, crea la opinión. Y la opinión es básica, sobre todo en estas sociedades de masas, para encauzar los movimientos sociales, los descontentos, o mover a la gente en una dirección de odio determinada, que utilizan, a su vez, los grupos de poder para establecerse, mantenerse o conquistar el poder. Eso es algo que está ahí, y justamente yo creo que el trabajo básico es desvelar los mecanismos de manipulación del poder. Esa es digamos una de las funciones básicas, por supuesto de la sátira, pero yo creo que de cualquier persona que se dedique a la información.

¿Ha condicionado alguna vez su trabajo el hecho de trabajar en un gran medio?

No, yo creo que todos los lugares en los que trabajas tienen sus propios intereses. Pero también necesitan tener opiniones o visiones distintas porque si no se convertirían en un mero panfleto que nadie compraría. Entonces de algún modo hay un cierto equilibrio entre la información y, sobre todo yo creo, los medios más serios. Los medios que tienen más responsabilidad tienen que cuidar mucho ese equilibrio, tienen que saber que necesitan la opinión libre aunque puedan estar respondiendo a grandes rasgos a intereses corporativos.

De todas formas, hoy en día, ya cuando compras un periódico sabes por dónde va a ir.

Sí, pero sobre todo tienes que saber leer. Cuando lees un periódico tienes que saber qué estás leyendo. Y da mucha información, incluso, desde mi punto de vista, la manipulación. Si sabes leer, la manipulación te da mucha información. Te da mucha información de cuáles son los intereses, y eso es básico para después tener tu propio criterio.

¿Qué papel cree que puede jugar su actividad dentro del periodismo?

Pues yo creo que evidentemente menor. Es una pequeña parcela que está ahí, una cosita muy pequeña. Pero hay lectores que siguen ese tipo de planteamiento y a los que les interesa; y yo agradezco que haya ese tipo de lectores que se sientan identificados o acompañados en su manera de pensar. Es un acompañamiento que haces al lector para darle a entender que no está solo, que hay mucha gente que tiene un pensamiento parecido. Yo creo que El Roto no es tanto un individuo, no soy yo, digamos que es una forma pensar colectiva, de mucha gente. A mí me ha tocado trabajar en ello porque es mi profesión, pero El Roto no es Andrés Rábago, no es una sola persona, es mucha gente.

Incluso existe gente que lo primero que hace al comprar el periódico es leer las viñetas.

A mí me gusta mucho la prensa, como he dicho. La prensa tiene una riqueza enorme, y no se dan cuenta de lo poco que cuesta y todo lo que da. Tienes unas magníficas fotografías, en muchas ocasiones, tienes informaciones muy valiosas, tienes análisis… hay una cantidad de información enorme, y me sorprende realmente que haya poca gente que lea prensa.

¿Se considera por tanto un poco periodista?

Yo creo que cualquier persona que trabaja en un periódico de alguna manera hace periodismo dentro de su terreno. Y yo creo que la sátira forma parte de la historia del periodismo sin ninguna duda.

Siguiendo con el hilo del periodismo actual, ¿qué opinión le merece el periodismo digital que está surgiendo?

Pues yo creo que todavía falta tiempo para saber qué va a ser de él. Ahora mismo, de algún modo, fagocita o vive de los medios escritos, todavía no tiene una identidad propia. De alguna manera lo que está haciendo es vampirizar otros medios. Es posible que llegue un momento en el que tenga autonomía y pueda realmente ser periodismo, pero eso también tendrá un coste grande. No va a ser gratis. La gente cree que va a poder leer gratis los periódicos en internet; eso no es verdad, es imposible. Si la información es buena costará bastante dinero y también tendrá un coste. Probablemente sea más barato que el periódico porque lógicamente no tiene sustento, pero tendrá un coste.

De todas maneras hay una cosa que me interesa mucho y es que, yo creo, que la desaparición, si llega a producirse, que no creo, de los medios en papel tiene una doble función. Tiene la función de que desaparezcan testimonios físicos de las cosas. El periódico y todas las cosas que están sobre papel son documentos físicos. Los documentos físicos son muy difíciles de manipular, los documentos electrónicos son muy fáciles de manipular. Yo creo que hay un intento, una voluntad de que desaparezcan los documentos, porque son instancias potentes para dejar constancia de qué ha pasado. Me enteré de una noticia que había aparecido en un periódico que estaba en la red. A las semanas se dieron cuenta que esa noticia era falsa, entre comillas, que no correspondía a lo real, y cambiaron la noticia en esa edición del periódico una semana después. Me di cuenta de que eso permitía la modificación de la historia cuando quisiésemos. No habrá documentos; eso es muy grave.

¿Entonces cree que la desaparición puede ser buscada?

En mi opinión lo es. Hay una voluntad de que desaparezcan los medios escritos porque son testimonios, son documentos; aparte de otras historias de coste material, etcétera; pero yo creo que eso no es lo esencial. De algún modo lo que se está buscando es que haya cada vez más zonas de confusión, zonas de “posibilidad de que sea cierto o mentira”, terrenos ambiguos. Son muy propicios ese tipo de instrumentos para esa situación de ambigüedad en la que nadie sabe qué es qué.

Recientemente en países como Marruecos se ha censurado a viñetistas franceses por viñetas que se consideraban ofensivas contra la corona. ¿Cree que en países como España o Francia, que abogan tanto por la libertad de expresión o de prensa, podría ocurrir lo mismo con viñetas de este estilo?

Yo pienso que no. El régimen de Marruecos es, como todas las dictaduras, enormemente torpe. Estos sistemas más avanzados son mucho más inteligentes que eso. Por supuesto ese tipo de cosas no me parecen posibles. Pero es más, dentro de las propias dictaduras es posible una forma de expresión inteligente que pueda eludir la censura. Yo creo que todas estas formas de expresión son toscas, no sirven nada más que como intento de incordiar al régimen, cosa que me parece muy bien; pero son de una enorme tosquedad.

¿Alguna vez ha sufrido usted algún veto de este estilo?

Pues en la época de la dictadura hubo alguna pequeña historia, pero sin importancia. Nunca le he dado importancia a que en algún momento determinado un dibujo no aparezca. Eso no tiene importancia. Lo importante es poder seguir trabajando.

Forma casi parte del juego.

No necesariamente, pero lo asumes como un hecho. Dentro de lo que está ocurriendo en una dictadura eso es una cosa menor, no nos vamos a poner aquí transcendentes. En una dictadura lo que sufre es la población masivamente, y en cosas muchísimo más esenciales. Esto me parece que son anécdotas dentro de toda esa barbarie que son las dictaduras.

Tras leer viñetas suyas, he recogido un par de frases. La primera “se lanza” desde un avión, que está lanzando bombas y dice: “A la ida arrojamos bombas y a la vuelta, ayuda humanitaria”; y en la segunda habla una mujer a pie de calle y comenta: “El Papa nos habló de amor y el emperador de odio pero luego vi como ambos se abrazaban”. ¿Es el mundo un tanto cínico, sobre todo desde las altas esferas?

Por supuesto. Pensar de otra manera sería de una ingenuidad absoluta. Por supuesto que hay un cinismo total y una falta de ética absoluta. Ese tipo de dobles lenguajes son lo habitual en los sistemas de poder.

Sus viñetas diarias son en blanco y negro y suelen llevar texto. En cambio las de su Cajero automático son a color y sin texto normalmente. ¿Cómo dibujaría usted nuestra sociedad, a blanco y negro o a colores?

Yo creo que con muchos colores. El lenguaje satírico es un lenguaje inevitablemente de blanco y negro, los matices a lo mejor son para otro tipo de análisis; pero bueno, es verdad que las sociedades son complejas, son múltiples y hay muchísimas facetas dentro de un mismo problema. Inevitablemente tendemos hacia una cierta simplificación, porque el lenguaje lo requiere, pero eso no significa que las cosas sean necesariamente así.

¿Le añadiría alguna frase a la viñeta sobre nuestra sociedad?

(Sonríe) Pues yo creo que todos los días lo intento.

Cuadernos para el dialogo, Hermano Lobo, La Estafeta, El Jueves… ¿cree que es bueno mantener vivos esos fantasmas de nuestro pasado o no olvidarse al menos de dónde venimos?

Me lo tendría que pensar, ¿eh? Yo creo que… deberíamos olvidar de donde venimos. Cada día debería ser un día nuevo, cada cosa debería ser nueva en cada instante, deberíamos estar en el presente de forma intensa. Hay demasiados lastres, demasiadas rémoras, en cada cosa. Cada vez que miramos a alguien estamos mirando a todo lo que nos ha pasado previamente y hay una especie de prevención frente a la persona que te encuentras. Por lo tanto no estás viendo a la persona que te encuentras, estás viendo toda una serie de personas a las que previamente has conocido. Eso no es bueno. En ese sentido, en el sentido más profundo, yo creo que cada instante debería ser un renacimiento de cada uno de nosotros. De esa manera quizás las cosas fuesen mucho mejor porque no irían lastradas con la experiencia pasada, sino que sería una experiencia nueva en cada caso, y por lo tanto, una posibilidad de que el mundo se estuviese haciendo continuamente.

Interesante… ¿recuerda usted alguna situación que haya pensado nada más vivirla: “sobre esto tengo que dibujar”?

No. Nunca tengo esa sensación. En realidad como más me gusta estar es callado y a mi aire, sin tener que expresarme públicamente, pero dado que parece que me ha llevado la vida a esto, no tengo más remedio que hacerlo. Pero no hay nada que me diga: “tengo que dibujar sobre esto”. Francamente no hay ninguna cosa que me parezca que requiere mi opinión; la doy porque forma parte de mi trabajo pero no quiero que nadie necesite mi opinión para nada. (Se ríe)

¿Me diría un motivo por el que animase a alguien a manifestarse?

No. Nunca empujaría a nadie en ninguna dirección. Creo que cada uno es responsable de su realidad, hablo de realidad como percepción de lo real. Cada uno debe ser absolutamente libre para actuar como crea en conciencia. Eso forma parte de la manipulación, el empujar a la gente a hacer algo y en una dirección, ¿no? Que cada uno sea cada uno.

Por último, una frase corta que describa esta ciudad, Madrid.

No soy capaz de improvisar de esa manera sobre algo. Todo mi trabajo requiere elaboración y no sé contestar de una manera tan… sencilla. (Sonríe).

Publicado en La Huella Digital y en Otro Lunes (nº 13, Julio 2010)

domingo, 10 de enero de 2010

Ciudades a ritmo de canción, canciones con sabor a ciudad

Es habitual en la música ver como cada cierto tiempo nace un sonido que representa la identidad de una ciudad. Existe en las personas, creo, un componente que nos hace sentir una especie de contradicción odio-amor por nuestra ciudad desde nuestra primera toma de conciencia hasta nuestros últimos pasos sobre ellas.

Pues bien, los músicos, como personas que son, también padecen esta tara. De esta manera se puede identificar la música de David Bowie o Amy Winehouse con Londres. Tiene su sabor. Captan el espíritu de ésta en sus versos. Lo mismo pasa con Los Beatles y Liverpool. Casi automáticamente al escuchar el nombre de la ciudad nos viene a la cabeza el del grupo. ¿Y el New York, New York, de la gran voz Frank Sinatra? Creo que sólo existe una cosa que pueda identificarse de la misma manera con la ciudad: una película de Woody Allen.

Sentimientos casi pasionales que pasean el nombre de una ciudad por toda la geografía y que hacen que cuando suenan en sus lugares de origen, el público se vuelva loco. En Madrid, hermosísima ciudad, que a mí, particularmente, me despierta también ese sentimiento mencionado antes; también encontramos este tipo de cantos. Siempre le quedará a un madrileño que añore su ciudad la voz de Sabina y su Pongamos que hablo de Madrid o, sobre todo, Yo me bajo en Atocha. Y eso que no es madrileño de nacimiento, si no de sentimiento y adopción.

En los últimos tiempos han surgido una serie de voces que se podrían identificar de esta manera. Son las que yo llamo “voces de Madrid”, grupos o cantantes que han ido adquiriendo renombre y han plasmado el nombre de esta ciudad en sus letras. Son, por ejemplo, Quique González con su Calles de Madrid, Pereza y Madrid o Lady Madrid –de su último LP-, Ismael Serrano en Vuelvo a Madrid, o sin ir más lejos, todo verso del malogrado Antonio Vega. Todos ellos, y muchos más, desprenden un inconfundible sabor a Madrid.

Creo que es bueno y necesario sentirse parte de algo. Por eso la gente tiende, pese a no mostrarlo a menudo, a sentirse como parte de la vida que lleva la ciudad de la que se sienten parte. Madrid, Barcelona, Londres, París, Buenos Aires… y multitud de ciudades que esconden muchas canciones en sus recovecos más olvidados.

Publicado en La Huella Digital