viernes, 30 de septiembre de 2011

Los fines de semana de Nottingham


Sábado por la noche y domingo por la mañana. Alan Sillitoe. Editorial Impedimenta. 308 páginas. 22’50 €.

Salir, beber, el rollo de siempre, que decía la casi mítica canción. En una narración que me rememoró el tema de Extremoduro, Alan Sillitoe nos transporta al sombrío Nottingham de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y es allí, en una de las ciudades británicas industriales por excelencia, donde nos presenta a Arthur Seaton, un joven de veintidós años que trabaja junto a su padre en una fábrica de bicicletas.

La existencia en la ciudad es monótona, sobre todo cuando se reduce casi en su totalidad al trabajo en la fábrica, donde las horas pasan lentas delante de un torno. La rutina industrial de Nottingham sólo es sofocada cuando, cada viernes, se terminan las largas jornadas laborales. El fin de semana es el punto de inflexión. Es entonces cuando los trabajadores más veteranos descansan en sus casas junto a sus familias y sus vecinos y los más jóvenes salen a evadirse del trabajo mientras se beben la vida en cualquier jarra de cerveza negra o acuden al estadio de fútbol a animar a cualquiera de los equipos de la ciudad.

Así transcurre la existencia de Arthur, que espera ansioso la llegada del viernes. Pero Seaton no sólo bebe y sale, sin más, si no que además sus ratos libres los pasa metido en peleas e intentando llevarse a la cama a las mujeres de algunos compañeros de la fábrica. Esta forma de vida tan irreverente le hace sentirse libre. No tiene que rendir cuentas a nadie, puede volar por cielo abierto tantas veces como quiera. Sin embargo eso que él cree su libertad no es más que su cárcel. Pronto comenzará a enredarse en sus propias historias y las calles y los pubs de la ciudad se convertirán en una jaula en la que tratará de esconderse de sus propios actos.

Intuimos en Arthur Seaton un alter ego del propio Sillitoe, y no sólo por sus iniciales en común: A. S., sino por lo parecido de sus biografías. El autor de La soledad del corredor de fondo también nació y vivió en Nottingham y fue trabajador junto a su padre de la fábrica de bicicletas Raleigh en la posguerra. No se puede negar que sabe bien de lo que habla. Alan Sillitoe se ha convertido con esta obra en un claro referente para los movimientos sociales británicos.

El escritor dibuja un retrato muy sofisticado del mundo obrero e industrial que legó la Segunda Guerra Mundial, en la que las familias dependían del jornal de los hombres que trabajaban duro en las fábricas de las afueras, y las mujeres quedaban al cargo de los hijos en el hogar. Las idas y venidas de Arthur Seaton nos rememoran a los populares drugos escritos por Burgess en La naranja mecánica, sobre todo al insolente y desquiciante Alex.

La escritura del británico es una muestra de cultivada rudeza. La novela parece escrita a vuelapluma, sin embargo nada le sobra ni le falta a la historia, que nos atrapa cada página en los devenires de Arthur, con el que nos enredamos en sus líos. Sábado por la noche y domingo por la mañana es una de las cumbres de la denominada literatura obrera o industrial británica.

Publicado en Culturamas

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Tweets centenarios


Novelas en tres líneas. Félix Féneón. Editorial Impedimenta. 224 páginas. 18’95 €.

Cuando era niño recuerdo a una profesora que siempre explicaba que un solo verbo conjugado ya era una historia. “Escribía”, explicaba la maestra, “ya cuenta por sí solo una historia sobre alguien”. Sin embargo, si hoy preguntásemos a algún novelista si es posible escribir una novela en tres líneas, seguramente obtendríamos una respuesta negativa al instante. Félix Féneón no debió pensar lo mismo, cuando, caracterizado por un humor negro y ácido emprendió la escritura de estas brevísimas obras.

Féneón es una de las personalidades literarias más complejas. A su trabajo como funcionario por el día, se unen su bohemia y su conocida faceta anarquista por la noche, que incluso le hizo ser acusado de terrorismo. En 1906, el periódico Le Matin le coloca como redactor de la página de sucesos. Es allí donde nacen todas estas novelas en tres líneas. El autor estará en contacto con asesinatos, peleas, incendios y otros sucesos, y de estos nacerá esta recopilación de textos breves que hoy edita Impedimenta.

De esta forma, se puede decir que las Novelas en tres líneas muestran una mezcla del Féneón periodista y el literato. Se me ocurre catalogar esta obra como un conjunto de titulares periodísticos de tono literario. Una sucesión de entradillas –quizás por su larga extensión como titular- que muestran con un tono sarcástico y fresco, que perdura aún, una parte de la sociedad francesa de principios del pasado siglo.

Algunos lo han tachado como el precursor del sensacionalismo, gracias a la crueldad de los sucesos que narra en estas breves píldoras narrativas. Sin embargo queda lejos de la prensa amarilla por el tono que utiliza, que no pretende otra cosa que ironizar a la sociedad desde la denuncia, la sátira feroz o incluso la simpatía en algunas ocasiones.

En un mundo completamente mediatizado por Twitter, estos breves nos recuerdan a los tweets, lo cual pone aún más de actualidad esta recopilación. Y es que no es necesario ahondar en demasiadas palabras cuando con menos puedes decir lo mismo e, incluso, dejarlo más claro. Hoy podríamos decir que el género que cultiva Féneón en estas notas es el microrelato, tan de moda. Quizás también por eso resulta tan atractiva la lectura de sus micronovelas.

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. O eso dicen. En cualquier caso, una reseña no toma nunca vida propia si el lector no decide y se crea una opinión por si mismo. En este caso es más importante que en cualquier otro.

Publicado en La Huella Digital

lunes, 5 de septiembre de 2011

Manual para letraheridos


El amor de mi vida. Rosa Montero. Alfaguara. 272 páginas. 18 €.

Cuando una persona ama la Literatura ésta se puede llegar a convertir en la medicina que nos ayuda a mantenernos vivos ante lo oscuro de nuestro destino. Leer es vivir dos veces, que dijo Gamoneda. Efectivamente, los humanos tenemos la triste certeza de que sólo tenemos una vida y no podemos remediarlo por más que lo intentemos. Es la ley. Sin embargo, como dice Rosa Montero en el maravilloso prólogo que escribe a sus artículos, “necesitamos vivirnos a lo ancho en otras existencias, para compensar la finitud”. Y eso es lo que supone la Literatura, en este caso, o el Cine o el Teatro: la posibilidad de alcanzar varias vidas en el tiempo que nos queda.

En esta obra, la novelista aparca a un lado la pluma con la que escribe novelas para coger la de sus artículos. Pero no esperen encontrar en sus páginas una doctrina o palabras cargadas de academicismo. En estos artículos la escritora escribe como lectora más que como periodista. Nos habla de sus pasiones literarias, de los libros que le gustan, del momento en el que le han llegado las lecturas más importantes de su vida o de esas pequeñas obras que llegan de repente y que suponen un cambio importante en la vida del lector.

Los textos de Rosa Montero, algunos más extensos que otros, según su columna de procedencia, nos transportan hacia el tiempo del autor y de la obra. No se queda la reciente autora de Lágrimas en la lluvia sólo en el sentimiento que le despierta el libro en cuestión, si no que indaga en los porqués de su escritura. A menudo las obras contienen al autor en la medida que el autor contiene a sus obras. Generalmente las novelas de ficción suelen estar basadas en la experiencia propia, aunque después la historia resultante sea fruto de la imaginación del escritor. Rosa Montero nos traslada esos posos biográficos que pudieron llevar a cada autor o autora a escribir sus obras.

En sus páginas podemos impregnarnos del romanticismo de Percy B. Shelley y su brillantísima mujer, Mary Shelley, creadora del laureado y recordado monstruo de Frankenstein, por ejemplo, o de los viajes de Darwin y Joseph Conrad, que dieron visiones tan distintas de un mismo mundo. Los libros que leemos, sobre todo aquellos que nos aportan algo distinto al resto, esos de los que podemos decir que nos hemos prendado, establecen un vínculo con el lector que queda firmemente sellado para el resto de los días.

Por El amor de mi vida desfilan autores de la talla de Pamuk, Burroughs, la rolliza y experimentadora Gertrude Stein, John Steinbeck o Clarín de la mano de la bella Ana Ozores. Pese a tratarse de artículos, la edición del libro está dotada de cierto ritmo, gracias a la alternancia con la que juega en todos los ámbitos. Podemos encontrar una serie de artículos breves, cortados por la inclusión de uno más extenso; obras clásicas como La montaña mágica de Mann o la Lolita de Nabokov, así como novelas contemporáneas como la saga de Harry Potter o la recentísima Lo que me queda por vivir de su compañera Elvira Lindo.

Entre tanto Rosa Montero nos deja pinceladas de sus influencias y de cómo su escritura está condicionada por los patrones de algunos escritores que la han conseguido embaucar como la gran lectora que se revela en estas páginas. La literatura es algo grande, aunque en algunas ocasiones nos venga dada en pequeñas dosis, como deja claro Montero en su texto sobre las llamadas nouvelles.

La autora de obras como Temblor o El corazón del tártaro, entre otras muchas, ha escrito, posiblemente sin haber pensado hacerlo nunca, una fantástica guía de lectura, tanto para los recientemente iniciados como para veteranos compañeros de los libros. El amor de mi vida es un maravilloso regalo para aquellos que, como ella, se declaran miembros de la hermandad de amantes de los libros.

Publicado en Otro Lunes

Amores que se van como el verano


Verano y amor. William Trevor. Salamandra. 224 páginas. 15’90 €.

Hay historias que nunca dejan de contarse. Argumentos que invariablemente de las veces que se repitan, si están bien narrados nos siguen atrapando de principio a fin. Todo lo que pienses seguro que ya está inventado, pero si lo cuentas bien tendrá buena acogida. Podría ser una de las máximas de la Literatura contemporánea. Una de esas historias que pese a la repetición no se agota es la del romance veraniego.

Verano y amor consiste, por encima de todo, en eso. Un amor pasajero y efímero en un apartado pueblo irlandés en los años cincuenta. Ellie y Dillahan viven juntos en un cortijo apartado del pueblo después de casarse años atrás. Ella llegó como sirvienta a la granja de Dillahan y los acontecimientos y comodidades de su nueva vida la llevaron a casarse con el más tarde. Él se dedica en cuerpo y alma al campo y no es muy asiduo de las calles del pueblo. Tiempo atrás, un extraño accidente le hizo perder a su mujer y su hijo y el sentimiento de culpa y el qué dirán le impiden bajar a Rathmoye sin sentirse incómodo y observado en cada incursión. De esta manera, es Ellie la que se encarga de todas las gestiones y compras que hay que llevar a cabo en la localidad.

La vida transcurre sin mucho ajetreo, ellos en la granja, el pueblo en su rutina. Todo cambiará el día del multitudinario entierro de la señora Eileen Connulty, una de las vecinas más queridas de Rathmoye. Allí aparecerá un joven muchacho, que vuelve al pueblo para cerrar la venta de la casa de sus padres. Se trata de Florian Kilderry, un melancólico veinteañero que porta una bicicleta y una cámara de fotos, que se detiene a fotografiar el entierro después de preguntar por el antiguo cine incendiado. Eso levantará las sospechas de los vecinos que se percatan de su presencia, pero sobre todo de la señorita Connulty, que tratará de averiguar quién es.

El principio de la novela es lento. Da la sensación de que Trevor se regocija en la magnífica y elaborada escritura, que nos embauca por completo, pese a que la historia discurre sin ningún sobresalto reseñable. Mientras los Dillahan continúan su trabajo en la granja y Ellie baja a la ciudad en cuentagotas, Florian deambula por las calles de Rathmoye, envuelto en los recuerdos de su infancia y su amor de adolescencia, su prima italiana Isabella. Las primeras cien páginas parecen adentrarnos lentamente en la historia, haciéndonos formar parte de las conversaciones entre la señorita Connulty y sus hermanos, Ellie y Dillahan, o en la búsqueda de Florian de sus viejos recuerdos, como el cine.

Ellie, intrigada por la figura del fotógrafo, buscará la mínima oportunidad para salir a la ciudad y forzar un encuentro casual que le haga conocer a Florian y saber sus intenciones en Rathmoye. Es entonces, con el encuentro, cuando el ritmo de la novela crece, incluso los capítulos son más cortos e intensos. Se empiezan a ver más a menudo y el uno comienza a conocer al otro. Lo demás, todos los sabemos. Enamoramiento fortuito y el final del verano, que nos recuerda que todo es efímero, como la vida misma.

La escritura de Trevor es brillante y con Verano y amor ha cerrado una obra delicadísima y compleja en la sencillez y en la sensibilidad. Una verdadera obra maestra de la literatura irlandesa que nos habla de la rutina, los recuerdos y lo efímero del tiempo mediante un amor pasajero, de los que difícilmente se olvidan.

Publicado en Otro Lunes

Madrid-Nueva York

Don de gentes. Elvira Lindo. Alfaguara. 360 páginas. 18 €.

Nueva York siempre nos trae a la mente las estampas típicas de la ciudad. La clásica pista de hielo del Rockefeller Center, el puente de Manhattan que Woody Allen plasmó en blanco y negro en su película más laureada, el Central Park, los bloques de viviendas a los que se asciende por esas escalinatas tan retratadas en las series…

Pero además la ciudad tiene alma. Ese espíritu es el que recoge Elvira Lindo en su columna, de título Don de gentes. Para los asiduos, el libro sólo es una recopilación de todos sus textos en El País, que ya habrán leído. Para los no lectores habituales Don de gentes supone una visión global de lo que supone la ciudad para la autora y de cómo ve lo que ocurre en su país desde la prudente distancia que le otorga la Gran Manzana.

Lindo nos ofrece una visión que trata de concentrar todo lo que ocurre a su alrededor. Los escritores siempre tienen la capacidad de ver más allá en los pequeños detalles, y las ganas de condensar todo lo que ocurre alrededor en una sola mirada. Algo así como una mirada periférica o panorámica según qué momentos. Sin embargo, sólo los buenos escritores, los que tienen cierta alma poética, disfrutan de la capacidad lírica de plasmarla. Elvira Lindo es un miembro de este último grupo.

Por las páginas de esta obra desfilan grandes personajes como Jeff Bridges, Auster, la familia Soprano, Marilyn y una loca teoría en relación a una forma peculiar de escribir, o el propio Woody Allen y sus personajes adinerados con pocas preocupaciones. No obstante también habla la autora sobre los personajes cotidianos: taxistas, camareros, una mujer que baila desnuda sin preocuparse por el qué dirán

Por otra parte, Elvira Lindo aporta la visión de España desde lo lejos. Es interesante leer las reflexiones de la escritora sobre el premio Planeta, la crisis del ladrillo, los nuevos novelistas del ordenador y todo lo que su vida entre Nueva York y Madrid la permite conocer de primera mano.

Don de gentes es una manera interesante de conocer una forma de vida, una manera de escribir sobre todo lo que ocurre alrededor y un vuelo entre Nueva York y España acompañado de la articulista ácida que un día creó al gracioso Manolito Gafotas.

Publicado en Culturamas