miércoles, 23 de enero de 2013

Carnaval

El juego del otro. Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Jean Echenoz, Barry Gifford, Paul Klee, Sophie Calle. Errata Naturae. 224 páginas. 20’90 €. 

“¿Nunca has jugado a ser otra persona? Confiesa, no me lo creo.” Escuchaba hace meses a unos chavales, no más de quince años, estas palabras. No sé sobre qué o quién hablaban, pero esa seguridad con la que uno interpelaba al otro se me quedó grabada, aún hasta hoy. Evidentemente, todos pensamos, a menudo, en ser otras personas. Quizás más a menudo de lo que nosotros mismos creemos. La aspiración al remplazo es constante en nosotros. 

Los escritores, probablemente, sean los que más practican ese juego del otro del que habla este libro, pero no los únicos. En esta obra, Errata Naturae reúne a seis grandes figuras, cuatro escritores y dos artistas, cuyos textos reflexionan sobre este cambio de “yo”. 

El libro es una pieza cien por cien Errata Naturae, editorial independiente que, poco a poco, ha ido labrándose un nombre y un lugar en el panorama editorial, forjando un estilo muy propio. Está dividido en tres partes, más un prólogo en el que los editores revelan su voluntad para con esta obra. Además, en esa nota reflexionan sobre el conocido caso de Alicia Esteve, una mujer que se suicidó en 2008 tras descubrirse que no había estado en el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Antes ella había recorrido los platós de televisión, las radios y las páginas centrales de los diarios afirmando que sí, que aquella gris mañana estaba allí y que, por lo tanto, era una superviviente. Incluso llegó a figurar como máximo representante de la asociación de víctimas. Pero no, no había estado allí, el 11S ella estaba en Barcelona, haciendo su vida normal, tal vez monótona. Cuando su mentira quedó al descubierto, probablemente decidió que ser otra ya no merecía la pena. Desde entonces, ese se convirtió en uno de los juegos de engaño más populares de los últimos años, que acabó con evidentes y fatales consecuencias. 

Este juego de intercambios es el leitmotiv de la obra. El prólogo da paso a la primera parte: una jugosa conversación sobre la impostura como herramienta literaria entre Jean Echenoz y Enrique Vila-Matas, dos de los escritores que más se enredan con la identidad y sus posibilidades. Los autores conversan sobre la filosofía de “tomar prestadas” algunas historias para sus creaciones. Son numerosas las situaciones “robadas” que ellos han transformado en el pilar de alguna de sus novelas. La conversación entre los creadores supone la justificación de la apropiación de hechos vividos por otros como inspiración literaria y base narrativa. Todo un canto al artificio. 

La segunda parte: El viaje a Túnez, reproduce el diario de viaje de Paul Klee a este país. En 1914 el pintor viajó con August Macke al país tunecino. Al volver, escribió un diario de esa experiencia. Macke, en cambio, falleció en el frente de la I Guerra Mundial sin dejar testimonio del viaje. Todo indica que el diario de Klee era un compendio de deseos y aspiraciones sobre aquel viaje, más que la perpetuación de lo que realmente allí ocurrió. Muchos años después, el escritor Barry Gifford se metió en la piel de Macke y escribió lo que podría haber sido el diario de viaje del artista, con sustanciales cambios respecto al de Klee. 

No obstante, si entendemos la literatura como un juego de “yos”, una constante suplantación, no podemos ignorar Nueva York: instrucciones de uso, un experimento llevado a cabo entre Paul Auster y la artista Sophie Calle. Cuando el escritor neoyorquino estaba inmerso en la escritura de su novela Leviatán, se apoderó de varios episodios de la vida de Sophie Calle para crear a su personaje Maria Turner. La artista, a cambio, le pidió unas instrucciones para convertirse durante un tiempo en un personaje del escritor en la vida real. Así, Auster confeccionó esas pautas y Sophie Calle se lanzó a las avenues con idea de llevar el plan a cabo y documentarlo en un libro. Ese experimento, y los resultados escritos por la artista, es lo que encontramos en la última parte, acompañada de las fotografías que realizó Calle de sus tareas. 

Tal vez este último sea el juego más claro de suplantaciones e imposturas. Una sucesión de hechos “preparados” por Auster, que juega a ser un Dios todopoderoso –igual que hace con sus personajes– con la polifacética Sophie Calle, que, a su vez juguetea a ser escritora al documentar y narrar todo lo que deriva de su acción. 

El juego del otro es un devenir de máscaras que se intercambian, un carnaval de personalidades que no son tales y la farsa de unas mentes que no se conforman con vivir sólo una vida. Como el hombre al que los editores de Errata le dedican esta obra: Ferdinand Waldo Demara, el gran impostor, que pasó su vida siendo otros, llegando incluso a acompañar al actor Steve McQueen en su lecho de muerte, dándole la extremaunción, como cura baptista.

Publicado en Punto de Encuentro

lunes, 7 de enero de 2013

La (nueva) generación perdida, cincuenta años después

Dejad de lloriquear. Sobre una generación y sus problemas superfluos. Meredith Haaf. Alpha Decay. Traducción de Patricio Pron. 272 páginas. 21 €. 

Escribía Hemingway: “pensé que todas las generaciones se pierden por algo y siempre se han perdido y siempre se perderán”. Casi cincuenta años después de que Hem escribiese estas palabras, se da en el mundo la que se conoce popularmente como la “generación perdida”, una denominación que, curiosamente, también recibió la generación del escritor, integrada por Scott Fitzgerald, Steinbeck o Faulkner, entre otros. 

Precisamente esta generación, la de los nacidos en la década de los ochenta, es la que analiza la joven autora Meredith Haaf en su ensayo de polémico título: Dejad de lloriquear. No obstante, pese al agresivo encabezamiento, la obra no supone un ataque tal como se espera a sus coetáneos, si no más bien un pormenorizado análisis de los problemas, superfluos y endémicos, y de las actitudes, las virtudes y los defectos de esa juventud nacida en los ochenta. 

Con este título, algo tramposo, Haaf se presenta como una especie de término medio entre Tony Judt y Stephane Hessel: una visión complementaria de la juventud desde la propia juventud –Meredith Haaf nació en 1983, por lo tanto tiene ahora 29 años-. La autora, más que quejarse de la inactividad, parece querer dar un empujón a las personas de su quinta con el fin de que empiecen a cambiar el curso de las cosas. 

La alemana denuncia una generación que, en ocasiones, se esconde entre lloriqueos aparentemente fáciles o se refugia en la comodidad del anonimato que proporcionan las redes sociales y los medios de comunicación, basando toda su actuación social en su interacción en ese nuevo mundo virtual. “En líneas generales hay que decir que esta generación está atrapada en un estado postoptimista, deliberada y extremadamente flexible, nervioso y balbuceante, y que sus miembros están demasiado ocupados con sus redes de información y comunicación y obsesionados enteramente consigo mismos, con su propia distinción -sus gustos y estatus- y sus propias ventajas”, escribe para referirse a ello. 

Por suerte, Meredith Haaf no se mantiene al margen de esta denuncia, si no que se incluye en esa juventud acobardada por el miedo a perder algo que ni siquiera posee. Una generación que, en líneas generales, rehúsa el compromiso político y que odia tanto el compromiso como la confrontación. Como muestra, el principio del libro, en el que comenta como ella misma tiene una gran resaca por la que prefiere quedarse en casa antes que salir a participar en una importante protesta que tiene lugar a un par de calles de su casa. Tal vez con un ‘Me gusta’ en Facebook o un tweet seguido del hashtag adecuado bastarán para sintonizar con los que sí han salido a la calle y sentirse menos culpable. 

De esta forma, Meredith Haaf rompe con la posible idea que puede surgir en el lector al leer el título y subtítulo de la obra. No, la cosa no va de reírnos del que no hace nada, ya que yo misma estoy dentro de la misma generación que ellos, parece querer dejar claro la joven de Múnich. Lo que sí busca es lanzar un grito –una especie de ¡Indignaos!- a la juventud, de la que ella misma forma parte, para que el mundo comience a ajustarse a unos patrones más solidarios y beneficiosos para todos. 

Tal vez la frase final del epílogo sea la más reveladora. Un simple “Esta en nuestras manos” con el que cierra Haaf, después del aluvión de ejemplos, datos, estadísticas y opiniones que recopila en su libro, fruto de la observación y la investigación del objeto del estudio: la supuesta generación perdida. Un par de párrafos antes escribe la que quizás sea la frase con más poder de todo el libro: “Quizá algún día se diga de nosotros: dejaron que su mundo se derrumbara porque tenían demasiado miedo de salvarlo”.

Publicado en Culturamas