lunes, 30 de mayo de 2011

15M o cuando algo se mueve

LIGERAMENTE DESENFOCADO - 5

15-M. ¡Qué maravilla cuando algo por fin se mueve! Que la sociedad está aletargada no es nada novedoso para nadie. Cualquiera puede comprobarlo… o al menos podía hacerlo hasta ahora. ¿Qué tendrá Mayo?

Las redes sociales nos han dado una posibilidad de organización tremenda, la cual era inimaginable antes de su llegada. Ahora los jóvenes, esos que eran unos tiraos y que no tenían arreglo, aquellos que se decía que estaban acomodados y completamente fulminados, se han organizado para protestar juntos, gusten o no las maneras adoptadas.

Pero no vengo aquí a hablaros del movimiento del 15-M y de la acampada de Sol y sucesivas; seguramente estéis cansados ya de escucharlo y, por supuesto, alguno de los que decida leer estas breves palabras tendrá una visión más completa y estará más capacitado para hablar de ello que el que suscribe.

No obstante, me han llamado la atención en los días y noches que he podido acudir a la acampada, dos aspectos: la cantidad de gente que inmortaliza el momento, profesionales o no, y el afán de las personas por conservar el instante, muchas veces sacrificando para ello, el placer de vivirlo.

La fotografía tiene un papel sencillo pero a la vez importante. Dentro de años encontraremos un archivo gigantesco de fotografías del movimiento –son numerosos los fotógrafos de medios que circulan, cámara en mano, por cada esquina de la plaza-. No serán los únicos. En la Puerta del Sol hay también fotógrafos semiprofesionales, que realizan un trabajo espectacular y digno de mención, que en muchos de los casos no será publicado –salvo en sus propias galerías- y que documentan perfectamente el ambiente reinante en la protesta.

La fotografía digital es lo que tiene. Cambia por completo el panorama que había hasta entonces, en la que disparar una fotografía era carísimo, respecto a lo que cuesta unitariamente la toma ahora –apenas nada-. Tal vez sea esta reducción en el coste lo que nos lleva a disparar como locos en muchas ocasiones. Mejor asegurar que jugárnosla a que una foto salga sin foco o algún elemento indeseado se nos cuele. Ya sabemos cómo somos los fotógrafos…

He podido ver en Sol estos días, entre asamblea y asamblea, entre consenso y disensión, gente que dispara indiscriminadamente a todo lo que se cruza en su camino. Es cierto que la ocasión merece alguna fotografía, sí; es bonito el ambiente de unión que se respira y la panorámica de edificios llenos de carteles de protesta, junto con la mezcla de razas, culturas urbanas y edades que existe.

Sin embargo el afán de fotografiar todo nos hace disiparnos del ambiente. Hay veces en las que es mejor disfrutar de un instante, que tratar de plasmarlo en una fotografía. Puede ocurrir que, si no, la fotografía persista para siempre, pero nuestro recuerdo se esfume en un abrir y cerrar de ojos.

En Sol hay mucha creatividad, tanto fotográfica como en el resto de ámbitos, pero también hay un cierto exceso de lo que algunos ya llaman –lo he oído- fotoperiodismo callejero. Una expresión horrorosa, por cierto, aunque para gustos…

Publicado en Culturamas

viernes, 27 de mayo de 2011

Historias de la ciudad eterna

Historias de Roma. Enric González. Editorial RBA. 144 páginas.

Siempre que me topo con alguna obra literaria o cinematográfica en la que alguna ciudad cobre casi todo el protagonismo me acuerdo de una cita del gran Cortázar. “Las ciudades son siempre mujeres para mí. Mi relación con ellas ha sido siempre la de un hombre con una mujer”, dijo el genio argentino.

Esta vez no podía ser de otra forma, aunque creo que Enric González encaja más que ningún otro en esa cita. A lo largo de su vida, como corresponsal, ha sido destinado a numerosas ciudades, con las que ha entablado una relación casi íntima. Anteriormente nos había contado sus historias de Londres y de Nueva York. En su última obra, le toca el turno a Roma, la ciudad eterna.

Según la define el periodista, Roma es para él una ciudad que aúna, sin quererlo, la modernidad con la más absoluta obsolescencia. Por sus calles puedes encontrar escenas más propias del blanco y negro y, sin embargo, encontrarte la crudeza de la realidad más contemporánea. Roma es así. “La ciudad que se añora a si misma”.

Enric González desanda la historia, mientras avanza en el presente de la capital italiana, para encontrar los ecos y los recorridos de antiguos fantasmas que habitaron la ciudad de las iglesias. El autor nos adentrará con su lenguaje personal en las historias cotidianas, el pasado y los escenarios romanos, en los que descubriremos la extraña relación de la urbe con los gatos, el recorrido por las pinturas de Caravaggio, la mejor pizzería y el mejor café del mundo, la casa y mausoleo del gran Keats, la historia reciente –y no tanto- del Estado Vaticano, entre otras muchas anécdotas e instantes mágicos a modo de relatos breves que nos regalará el corresponsal de El País.

Pero no se queda el autor catalán en lo superficial. Siempre fiel a su estilo, ahonda en lo más profundo de la historia de Roma, tocando el tema de la mafia, las autoridades, los clubes de fútbol y la radicalización de sus tiffosi, fiel reflejo de la conversión que ha sufrido la propia política del país, como detalla mucho más en su obra Historias del calcio.

Tal vez Italia sea el país más difícil de comprender. Estos breves relatos así lo certifican. Un país donde la influencia del Mediterráneo es tan visible, en el que las diferencias entre el norte y el sur son todavía muy palpables, aunque se trate de reducir la brecha existente, y en el que predomina la belleza por encima de todo lo demás, como explica en sus páginas el escritor. Italia es diferente. No cabe duda. Y después de leer estas historias no te quedará nada más que visitar la capital del Arte, la ciudad eterna, la que siempre sigue igual pero a la vez diferente.

Publicado en Culturamas

miércoles, 25 de mayo de 2011

Valentía, coraje y nobleza

Nunca te dejaré morir. No. Porque en tu franja vive el recuerdo de mi abuelo y viven mi padre y mi hermano. Porque haces vibrar incluso a mi madre aunque nunca lo reconozca. Porque desde que tengo uso de razón te conozco y nunca se me ha pasado por la cabeza abandonarte. Porque los amigos de verdad son los que en los malos momentos no te dejamos. Porque sin ti, Rayo, la vida no sería igual. No te abandonaré porque desde que era pequeño y decía que mi equipo era el Rayo, mis compañeros se reían de mí y me miraban por encima del hombro, porque no era del Madrid o del Atleti, y tú, amigo, tú nunca me abandonaste.

No te abandonaré porque tú eres Vallecas y, por tanto, mis raíces. Porque tú me has visto crecer, me has enseñado a encajar las derrotas, que llorar a veces no es malo, pero que hay cosas más importantes mientras tú sigas vivo. Porque también a veces ganamos juntos y besé tu escudo. Y entonces pensaba que nunca ibas a morir. Pero no, no vas a hacerlo. No te íbamos a dejar morir porque ahora que corrías peligro, mi hermano, mi padre, yo, y otras diez mil espaldas estaban sujetándote aunando fuerzas. Porque entre todas ellas hay una garganta que te alienta por encima del resto desde la cabina 18 de Vallekanfield y se merece todos mis honores y respeto, como ejemplo a seguir que supone. Y un Dios que recorre la banda con alegría y se desgañita con cada gol de su equipo, aunque el año que viene lo hará lejos. Se lo ha ganado y siempre vestirá con una franja roja cruzando el pecho por debajo de la camiseta que defienda.

Porque la vida pirata es la vida mejor. Porque cada vez que no puedo ir a verte estoy pendiente de ti y de que me hagas sonreír un momento en la distancia. No estoy pensando en irme porque sé que tú no perteneces a ningún dueño y que eres el mejor amigo de la afición. Porque siempre escuché que eras el equipo del barrio obrero. He visto como tumbabas al gran Madrid, al Barcelona, Atlético, Sevilla… Eras, y siempre serás, el matagigantes. Porque tú paseaste el nombre de un barrio humilde y de gente sencilla por todo el continente y toda Europa se enteró de que hay una pequeña barriada de corazón franjirrojo. Y nos hiciste sentir grandes. Y porque sé que si seguimos abrazándote ahora que lo necesitas pronto volverás a estar en ese Olimpo.

No vas a morir, pero ya ni eso importaría porque en la esquina de Vallekanfield reza una pancarta: Si jugaras en el cielo, moriría por verte. Y así es, porque allí estaríamos los de siempre, los diez mil, o al menos los que no te abandonamos en tu descenso al infierno del que resucitaste al cuarto día. Porque no existen aún las Termópilas que nos dificulten el camino, ni ejército que nos doblegue; y siempre que exista un bucanero con ganas de pelear se librará una batalla. No existe la rendición ni la retirada. Sólo la lucha hasta la victoria, porque los que son luchadores tienen solo eso en mente. Jamás te abandonaría porque me enseñaste la valentía, el coraje y la nobleza y porque cuando el Nuevo Vallecas ruge te lleva en volandas y asusta a cualquiera.

Porque comencé a escribir estas palabras con el sentimiento de un barrio allá por marzo, cuando más peligro corrías y todos sentíamos el miedo a perderte. Y sé que, cogiendo mi pluma con fuerza y ahínco, entonces perseveraban por detrás de mi mano las de mi abuelo, allá donde esté, las de mi padre, mi hermano, mi madre, mis amigos con los que comparto esta bendita locura cada fin de semana. Y ahora que hemos llegado a la meta y aún nos sobran dos kilómetros quería que fuesen públicas. Porque nuestro propio Giggs, Michel I de Vallecas, volverá a engalanar con su zurda las porterías de Primera División. Porque ya no tengo miedo, otra vez me has demostrado que siempre te levantas tras cada caída y porque Vallecas volverá a estar en la cartografía de los buques más grande. Como puerto pirata, infranqueable, en el que quince mil gargantas fieles alentaremos hasta tu victoria.

La vida pirata, la vida mejor…

Publicado en Palco Deportivo

jueves, 19 de mayo de 2011

La resurrección del Arte

El cortejo fúnebre más alegre jamás contado. Con esta frase se podría definir el espectáculo Corteo, del Cirque du Soleil, que alberga Madrid esta primavera hasta el 5 de junio. La historia es aparentemente sencilla, poética, de esas que enamoran y asombran al primer instante. El ambiente y la escenografía ayudan.

“Lloren, lloren, esto es un funeral”, dice el maestro nada más empezar el show, entre el público. Y así es: Mauro, un payaso, imagina su funeral, en algún lugar atemporal entre el cielo y la tierra. Pero no es funeral al uso, sino todo lo contrario. Nadie llora pese a la advertencia del maestro. La velada se convierte en un cortejo (corteo en italiano) carnavalesco y alegre en el que todos los amigos de Mauro desfilan para despedirle.

El velorio se llena tanto de payasos, enanos y gigantes, como de acróbatas y equilibristas, malabaristas y saltimbanquis, o músicos de especialidad diversa. La ascensión de Mauro a los cielos transcurre dócilmente entre números circenses, mientras los ángeles de la guarda le custodian desde arriba. En esta secuencia de despedidas y reencuentros, Mauro alcanza a entender de manera imperfecta lo que es la vida y la imperfección que ésta nos reserva en sus entrañas.

Antiguos amores que se despiden, gigantes que claman al cielo la marcha de un amigo, pequeños payasos que ensayan por última vez a su lado, un recuerdo a la infancia y la madre ya ausente, el baile del enamoramiento… Corteo es poesía. Representa la vida, es la esencia de lo que hacemos desde que nacemos hasta que un día nos toca ser el protagonista de un velatorio, imaginado antes o no.

El espectáculo teatral se alterna con la gran obra circense del sublime elenco del Cirque du Soleil. Y ninguna desentona con respecto de la otra. La mezcla de elementos obliga a las manecillas del reloj a correr con excesiva presura mientras el público, uno más en la despedida, atiende las destrezas de los maravillosos artistas que conciertan semejante espectáculo.

Por si fuera poco el trabajo que no se ve es maravilloso. Las luces conforman un arte más dentro de las variedades del circo, dando el punto exacto de luz que necesita cada momento la escena, mientras que el apartado musical, en riguroso directo, nos deja con la boca abierta. Su director Daniel Finzi Pasca puede sentirse orgulloso del gran espectáculo que ha conseguido concebir.

Corteo es Arte, con mayúsculas, del que cada vez va quedando menos, de aquel que unos dicen ya muerto. Un circo auténtico, genuino, que nos hace viajar de regreso a la infancia, algo harto difícil, y que por el espacio de dos horas nos llevará a olvidar cualquier problema recordándonos algo tan trágico como la propia muerte. Paradójico.

El Arte aún no ha muerto. Gracias señor Finzi, gracias Cirque du Soleil.

Publicado en La Huella Digital

lunes, 2 de mayo de 2011

La pasión del ayer y el día de mañana


Tanta pasión para nada. Julio Llamazares. Editorial Alfaguara. 155 páginas. 17 €.

Doce cuentos y una pequeña fábula de apenas siete líneas nos trae Julio Llamazares en su nueva obra, de título sugerente para el lector. Tanta pasión para nada reúne los relatos que el autor leonés ha escrito durante los últimos quince años. El título proviene de la última frase del primer relato, El penalti de Djukic, que cuenta la historia de aquel famoso penalti marrado por el defensa del Deportivo de la Coruña que le hizo perder una liga.

La frase resume buena parte de lo que hacemos en la vida. Muchas veces ponemos todos nuestros esfuerzos en algo que sabemos que es prácticamente imposible o que no nos lleva a ninguna parte. Y para ello nos esforzamos con todo nuestro empeño y derrochamos toda nuestra pasión… para nada.

Julio Llamazares nos muestra en sus páginas a una serie de personajes muy peculiares, que van descubriendo que la vida muchas veces es un absurdo que no tiene remedio. Desde el viejo que, sabiendo que va a morir, huye en busca de su amor de juventud al hombre que en plena Nochebuena deambula perdido sin saber qué hacer, un conductor que se droga con largos espacios de conducción… El propio autor habla de sus personajes en una entrevista como “náufragos que luchan con todas sus fuerzas hasta el final y que les lleva la corriente, un tren o la propia vida sabiendo que tienen la batalla perdida desde el principio".

Hay una historia entre las doce que emociona y que, por si sola, merecería la pena la lectura del resto. Se trata de una mujer que, en el ocaso de su vida, llega a saber por casualidad quién fue un misterioso personaje que acudió y le ayudó casi medio siglo antes en un asunto importante. El recuerdo le hará emocionarse y desvelar la que quizás fue la historia más bonita y el momento más importante de su vida.

Los cuentos del leonés muestran pequeñas partes de la vida de las personas, la mayoría de nuestro país, y en muchos de ellos la mala relación –según el autor- que tienen con el pasado y la memoria. El autor dedica esta obra a su paisano, Antonio Pereira, recientemente fallecido y al que dedica un prólogo en el que habla de él como uno de los grandes autores de cuentos de nuestra literatura.

La melancolía, el pasado, las heridas abiertas, la nostalgia y el nihilismo se sientan a la mesa en esta recopilación de relatos que hace Llamazares y que publica Alfaguara. La vida se resume, en este caso, en poco más de 150 páginas, doce cuentos y una fábula de siete líneas, que a su vez es el cuento más largo del mundo, porque es la propia vida, que deja un sabor muy agradable y un regusto de reflexión en el paladar.

Publicado en Otro Lunes