viernes, 30 de marzo de 2012

Hogmanay de confusión en Edimburgo

El otro McCoy. Brian McCabe. Jekyll & Jill Editores. 270 páginas. 22 €. 

Patrick McCoy es un cómico en decadencia que espera su aparición en el exitoso programa televisivo de Nochevieja El show de Hogmanay. Sin embargo, lejos de riquezas y abundancia, Pat sobrevive como puede en un cobertizo de Edimburgo. Su situación de atrasos y deudas con el casero le obligan a ganarse la vida como vendedor de mirillas. 

Es el último día del año y Patrick se levanta con una terrible resaca, que le acompañará durante su paseo por toda la ciudad en busca de compradores. A lo largo de las calles angostas y húmedas de Edimburgo, McCoy tropezará con personajes de índole variopinta y se verá envuelto en situaciones surrealistas mientras trata de recordar la noche anterior y el porqué del cabreo de Ivonne, su chica. 

Brian McCabe nos refleja la sociedad escocesa de los noventa thatcherianos con humor y sátira sin comparación, pero con una perspectiva crítica a su vez. Leer a McCabe es empaparse de la historia contemporánea escocesa sin casi enterarse de que lo estamos haciendo. Una muestra de que el saber no ocupa lugar. El escritor incorpora dos narradores en su historia, o más bien dos puntos de vista homodiegéticos: el del propio McCoy y el de Ivonne, aturdida por la terrible noticia que recibe al despertar sobre Patrick. 

Durante toda la obra, el malentendido de la noche anterior hará que la tensión y el desconocimiento sobre el posible final crezcan a cada página. Pero no se trata de una tensión excesivamente insoportable, sino más bien tragicómica: un error absurdo que descubriremos al final, que mantiene en vilo al lector en busca de cualquier pequeño detalle que arroje luz sobre el posible desenlace. 

Mientras Pat camina en busca de sus clientes –preferiblemente personas mayores a las que resulte más fácil convencer con la técnica del miedo-, repasará la noche anterior e incluso sus recuerdos de la infancia, siempre con su padre como personaje más relevante. En estas evocaciones El otro McCoy nos recuerda remotamente al Stephen Dedalus del Ulises de Joyce y al fluir de la conciencia que se inventó el genio irlandés en su obra magna. 

Pero el autor escocés no sólo se disfraza de Joyce en su obra. Se intuyen muchas referencias, sondeadas o no, entre sus páginas. El cómico en paro subsiste como embajador del miedo y la inseguridad. El propio personaje se siente, a veces, mientras instala mirillas, como un emisario de una futurible ciudad panóptica-orwelliana en la que tras cada puerta alguien observa. Es cierto que lo hace para pagar el cobertizo en el que malvive con su gata Jinx, sí, pero eso no impide que, en ocasiones, se vea a sí mismo como un monstruo que asusta a los ancianos por ganarse unas libras. 

Su relación con Ivonne es otra de las preocupaciones del antihéroe que nos retrata McCabe. Por momentos se palpa una tensión shakesperiana, fruto del desconocimiento brotado del rumor, que se hace palpable en el pasaje en el que Ivonne recoge a la gata Jinx y se da un baño, asumiendo la derrota que no había querido conceder durante todo el día. El autor soluciona la trama con un giro brillante a los pies de San Giles, que será la pieza necesaria para que la memoria de McCoy se engrane correctamente y recuerde por completo la noche anterior, y para que el lector termine de entender la novela que tiene en las manos. 

El otro McCoy es uno de esos libros que se leen casi de un tirón. Una historia en la que la tensión crece sin parar, pese a mantenerse siempre en un discreto segundo plano. Una novela en la que el lector esperará con ganas la resolución de la historia, mientras disfruta de las andanzas del antihéroe, un poco quijotesco, que nos enternecerá y nos hará reír a partes iguales. Por si fuera poco, la edición de Jekyll & Jill es de hermoso y gran cuidado y, además, acompañan a la novela unas preciosas postales en blanco y negro y un mapa de Edimburgo, que ya seducen por sí solas antes de abrir el libro. Uno de esos volúmenes que merece la pena incorporar a cualquier biblioteca.

Publicado en Punto de Encuentro

viernes, 16 de marzo de 2012

Mortífero San Valentín

Noche de los enamorados. Félix Romeo. Mondadori. 144 páginas. 12’90 €.

Ya lo advierte Félix Romeo en el interior: “Este no es un libro sobre la justicia imposible que se administra sobre los muertos, sino un libro sobre las palabras. Palabras jurídicas. Palabras periodísticas. Palabras médicas. Palabras policiales. Testimonios orales. Palabras al viento, como el que azota ahora las ventanas de la habitación en la que escribo.”

La totalidad de la obra de Romeo está estrechamente vinculada con la muerte. Amarillo es un funeral escrito por su amigo Chusé Izuel, que se suicidó cuando vivían juntos en Barcelona, y en Discothèque la muerte también tiene una presencia importante cuando un camionero se confiesa el asesino de su mujer a una prostituta. En su novela póstuma, el escritor zaragozano vuelve a hablarnos de la muerte. Romeo nos cuenta la historia de Santiago Dulong, su compañero de celda en la cárcel de Torrero, en la que el escritor entró por insumisión –delito que suena ya prehistórico-, el 14 de febrero de 1995. Era la noche de los enamorados y Félix Romeo se encontró con un hombre peculiar, Santiago Dulong, un tardofalangista aviejado y con serios problemas de próstata.

Dulong cumplía condena por el asesinato de su mujer, María Isabel Montesinos Torroba, en diciembre de 1994. El autor centra su obra en estos dos muertos. Pero no para juzgar, pues además de que no es posible, ya no serviría para nada, sino para recomponer los hechos mediante las palabras que recuerda de la versión del propio Dulong, la sentencia judicial y los diversos textos periodísticos que se publicaron sobre el caso en esos días. A menudo el escritor aragonés recurre a las definiciones de las palabras y critica el uso que se hace de ellas.

Poco a poco Félix Romeo abre una investigación paralela a través de la recopilación de información. La escena del crimen y los hechos probados dejan algunos vacíos sin resolver. El autor trata de llenar esos huecos con sus respuestas. “Este libro se acabaría si dejase de hacerme preguntas”, escribe. Con esta filosofía nos describe y da detalle de todo lo que encuentra sobre el caso del matrimonio.

También la imaginación del autor juega un papel importante cuando fabula cómo Dulong mató a su mujer, cuyo cadáver apareció tendido en el suelo boca arriba con calvas en su cabellera y mechones de pelo dentro de la boca, como si no le hubiese dado tiempo a escupirlos antes de morir. Sin embargo la escena del crimen no es tan clara como parece, y es ahí donde las palabras encontradas en los archivos ensamblan con la narrativa directa y sin florituras del autor, que intenta cerrar las puertas abiertas que parece tener este caso. Félix Romeo es la voz de quien no se conforma con la versión que le cuentan.

Publicado en Punto de Encuentro

El tenso y tembloroso héroe

El temblor del héroe. Álvaro Pombo. Ediciones Destino. 232 páginas. 19'50 €.

Las relaciones humanas son una de las grandes incógnitas, tanto en la literatura como en la vida. En su nueva novela, el escritor Álvaro Pombo aborda grandes temas como el engaño, el arrepentimiento o la banalización del mal que tiene lugar en la sociedad actual. El temblor del héroe, brillante ganadora del Premio Nadal 2012, es una narración con un evidente matiz filosófico y reflexivo en su interior.

Con un ritmo pausado, el escritor cántabro nos sumerge en varios universos relacionales con un punto en común: Román, un catedrático de Filosofía ya retirado, que se cargará buena parte del peso de la historia a su espalda. Román forma un triángulo complicado con dos médicos, antiguos alumnos de su clase, con los que mantiene una difícil relación, a medio camino entre lo intelectual y lo sentimental. Al otro lado nos encontramos a Héctor, un joven periodista que visita al profesor para entrevistarlo y que arrastra un pasado tan cruel como desconcertante. Es digno de mención el uso del narrador, casi como el personaje más importante, que administra los tiempos y los pensamientos de cada uno, dando pie a unos diálogos de calado casi platónico.

Pese a su apariencia de independencia e individualismo, fruto quizás de la propia sociedad y la historia de cada uno, los personajes a los que Pombo da vida y sitúa en Madrid son mucho más dependientes entre sí de lo que pudiese parecer en un principio. Román es el epicentro que confluye con todos, pero Elena experimenta una dependencia intelectual de Román, Eugenio una necesidad para con Elena, y así sucesivamente uno por uno.

La amplitud de las edades de los personajes dista de ser un problema, ya que el desarrollo psicológico de los personajes que componen la novela es exquisito y, gracias al narrador, el lector comprenderá muy bien o se acercará, al menos, al interior de los personajes y las cargas que parecen sobrellevar de un lado a otro como hormigas.

Toda la historia se enreda, como no podía ser de otra manera, cuando aparece Bernardo, un antiguo profesor de Héctor. Los dos guardan un secreto truculento del pasado, lo que hace desconfiar a Román. Bernardo acude al viejo profesor, a sugerencia de Héctor, para solicitarle un alquiler de su piso. En ese momento, cuando todos confluyen en el espacio y el tiempo, la historia se vuelva por completo. Bernardo se erigirá entonces como el pivote sobre el que gira la historia: nadie le conoce verdaderamente, todos piensan que tiene un lado tan oscuro como oculto, pero a la hora de la verdad nadie se atreve a confirmarlo.

La primera fascinación que parece abrumar a Eugenio y Elena, pronto se verá aplastada por la desconfianza de Román, que conoce el secreto de Héctor desde hace un tiempo. Todos formarán un pequeño grupo de conocidos íntimos, pero las fricciones entre ellos no tardarán en emerger. Bernardo es como una araña que va tejiendo una tela en la que todos acaban atrapados. Su personalidad arrolladora y aparentemente amable harán que todos, incluido Román, duden de sus intenciones.

Desde el principio del relato la tensión es un elemento narrativo clave, que no deja de crecer con cada página, llegando incluso a convertir al lector, a veces en cómplice del narrador, otras en víctima de lo narrado. La intensidad de la narración es alta, lo que compensa el ritmo pausado de la misma y las citas filosóficas. La ganadora del Nadal 2012 nos dibuja una sociedad evidentemente individualista, en la que las relaciones personales no son más que uno de los vehículos para la consecución de objetivos individualistas. Una sociedad de egos donde la traición, el engaño, la violencia, y por tanto, el arrepentimiento y la desconfianza están a la orden del día.

La cruel historia paralela que surge al final, así como el nudo narrativo en el que deriva para dar paso al cierre, son de una increíble factura y dan pie a un giro tan tremendista como adecuado para la historia. La nueva novela de Pombo se convierte en el campo de batalla de las ideas, la filosofía y la plasticidad con las que se representa el mundo actual. El temblor del héroe es, en palabras del propio Álvaro Pombo, “una crítica de la banalización del mal que caracteriza nuestro tiempo”. Y de sus nefastas consecuencias, añadiría yo, para concluir.

Publicado en Culturamas

sábado, 10 de marzo de 2012

El arrepentimiento como arma autodestructiva

Un buen chico. Javier Gutiérrez. Mondadori. 139 páginas. 15’90 €. 

El pasado es un terreno pantanoso. La memoria suele ser selectiva: oscurece y aclara los episodios que guarda según una escala interna de valores y culpabilidad. Hasta que algo hace que la estructura tiemble y el orden se desbarajuste. La anarquía se adueña de los recuerdos y el remordimiento se convierte en la peor arma de autodestrucción existente. 

La novela de Javier Gutiérrez ahonda en estos secretos de la mente. Una tarde cualquiera Polo y Blanca se encuentran en el barrio madrileño de Malasaña. Hace diez años que se perdieron la pista tras un suceso traumático de extrema violencia que resquebrajó el grupo de música en el que participaban junto a Nacho, hermano de Blanca, y Chino. Corrían los noventa madrileños y para ellos la vida aún era poco más que un juego. Ahora, tiempo después, los fantasmas del pasado se han liberado de sus cadenas de forma más amenazante que nunca. 

Los tiempos han cambiado desde entonces. Cada miembro del grupo ha seguido con su vida después del suceso, aunque Polo se dará cuenta pronto de que todos han corrido distintas suertes. Un buen chico es hipnótica, tal vez no por la historia en si misma, pero sí por la manera en la que el narrador nos hace partícipes. Una voz en segunda persona, enigmática e intimista, cruza conversaciones alternativas. Los diálogos completan un puzzle perfecto en el que cada pieza encajada arroja algo de luz sobre la turbia historia que acabó con la amistad y el grupo diez años atrás. 

Los noventa fueron los tiempos de las drogas de diseño, de los grupos de rock and roll emergentes y del apogeo de Malasaña. Noche madrileña mediante, Nacho, Chino y Polo conocerán a unos misteriosos gemelos. Será el principio del fin. El rohipnol, un sofisticado somnífero, les sumergirá en una espiral de desenfreno, deseo sexual y posesión violenta que dará al traste con todo. 

El personaje principal para la trama, el que da origen a la trama, es Gabi, una atractiva joven cercana al grupo, que pasará de ser la víctima de un terrible suceso a ser la mujer amada por Polo en el espacio de diez años que se pierde en la historia. Un buen chico sorprende tanto por lo que cuenta como por lo que oculta, por su voz atormentada como por sus silencios. Y, por supuesto, por la sinceridad y la visceralidad de sus personajes. 

La novela de Javier Gutiérrez se trata de un testimonio perturbador, dotado de un ritmo frenético por el autor, que no deja un respiro a un lector ávido de rellenar los huecos que faltan para recomponer lo ocurrido. La desconcertante técnica narrativa del cruce de conversaciones es un acierto. Encontraremos conversaciones de bar espontáneas, monólogos de confesión psiquiátrica, recuerdos del pasado que se agolpan caóticamente… y una revelación final tan dramática como desgarradora, que cierra la historia. Una novela turbia, violenta y lírica a la vez, que trata el deseo incontrolado, las drogas, el poder de la seducción y el arrepentimiento como temas centrales. Sin duda, Un buen chico no dejará indiferente a ningún lector.

Publicado en Punto de Encuentro

lunes, 5 de marzo de 2012

Escritores "al lavoro"

Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores. Daria Galateria. Traducción de Félix Romeo. Editorial Impedimenta. 208 páginas. 18’95 €.

Conocer la vida de un escritor es un pilar básico para comprender su obra. Igual ocurre con los trabajos que ha ido desarrollando en su vida. Esta sería completa si cualquier buen escritor pudiese vivir de lo que escribiese, pero a lo largo de la historia, muy pocos han podido conseguir tal gesta. Es lo que aborda este libro de la italiana Daria Galateria, aquellos oficios que más de veinticinco autores compaginaron con la escritura de alguna de sus grandes obras. 

La investigadora, profesora universitaria, y amplia conocedora de la Literatura, sobre todo la francesa, nos hace un recorrido histórico en el que nos muestra cómo han sobrevivido algunos de los escritores más laureados antes de ser reconocidos o incluso antes de escribir. 

Con una narratividad que sorprende por lo ágil y lo conciso, donde ni sobra un adjetivo ni falta un adverbio, mérito también de la buena traducción de Félix Romeo, vemos como Bukowski repartía cartas mientras se bebía toda la cerveza que encontraba y escribía sus poemas de pensión, o cómo Colette abría un centro de belleza en el que trabajaba para muchas personas. 

Sorprenden casos de escritores de tanto renombre como el fantástico George Orwell, que antes de escribir sus grandes obras ejerció de policía en Birmania o de lavaplatos en Londres, así como el marinero Jack London, o el caso de Maxim Gorki, ayudante de cocina en un barco. Sorprendente también resulta la cara más humana que se ofrece en el retrato de Louis Ferdinand Céline, soberbio al igual que polémico, o la indagación en la vida académica del Premio Nobel, Thomas S. Eliot, considerado el mejor poeta norteamericano del siglo por muchos críticos. 

Así, uno por uno, desfilan ante nosotros escritores en horario de trabajo, junto a pequeños fragmentos de su vida que nos ayudarán a comprender sus obras. Es el caso de Kafka, trabajador en una compañía de seguros, que posteriormente incorporará la burocracia como pilar básico en su obra. O también casos de escritores que no se consideraban tal, como Saint-Exupéry, aviador, o Italo Svevo, rescatado milagrosamente por James Joyce cuando se había retirado de la escritura para dirigir una fábrica. 

Daria Galateria ha conseguido una obra cargada de matices y anécdotas. Una delicia de la metaliteratura, esa corriente que consiste en escribir sobre los entresijos de los escritores y las letras, que tanta cabida tiene en los últimos años y que tanto ayuda a crear un imaginario colectivo sobre las letras universales. La editorial Impedimenta nos vuelve a sorprender con su habitual cuidado y elegancia, como es habitual.

Publicado en Otro Lunes