jueves, 12 de febrero de 2009

Puro Cortázar: 25 aniversario de la muerte de un genio

No cabe duda de que, hoy, el sepulcro más visitado de Montparnasse será el suyo. Su lápida se llenará, como es costumbre, aunque esta vez seguro que más, de pequeños trozos de papel con dibujos de rayuelas, que acompañarán al cronopio que yace junto a él. Ya se habrá dado cuenta, supongo, de que hablo de Julio Cortázar.

Hace hoy 25 años, un 12 de febrero como éste, fallecía el que posiblemente sea uno de los máximos exponentes de la literatura latinoamericana. Lo hacía en su casa, en su ciudad predilecta, París, en la que vivió durante los últimos años de su vida, y en la que ambientó algunas de sus obras, como su gran novela, Rayuela.

El escritor argentino –nació en la embajada argentina de Bélgica– comenzó a publicar poemarios bajo seudónimo. Su nombre por aquel entonces era el de Julio Denis. Al poco tiempo, otro grande de la literatura latina, Jorge Luis Borges, comenzó a publicarle alguno de sus relatos en su revista: Anales.

Tenía un humor extraordinario, propio del surrealismo en el que se vio inmerso, y su vida se basaba en la lectura, que alternaba con la escritura y su labor docente en Buenos Aires. “Mis experiencias fueron siempre literarias. Vivía lo que leía, no vivía la vida. Leí millares de libros encerrado en la pensión: estudié, traduje. Descubrí a los demás sólo muy tarde”, manifestaba en una entrevista en 1975.

Su nombre vuelve a estar, actualmente, en boca del mundo literario, gracias al descubrimiento por parte de su primera esposa, Aurora Bernárdez, de una cómoda en su casa, a finales de 2006. En ella guardaba textos inéditos, junto a multitud de cartas y misceláneas, que verán la luz en mayo en una recopilación que servirá como homenaje al aniversario de su muerte. Papeles inesperados.

El autor de Bestiario siempre se codeó con los grandes personajes del mundo de la literatura. Pablo Neruda, Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, de quien se dijo que inspiró la Maga, el personaje femenino principal de Rayuela –aunque parece ser que no fue así, sino que la musa fue Edith Aron–, o el propio Borges; fueron algunos de los muchos que cautivó gracias a su estilo enrevesado e irónico en ocasiones, y con una dulzura y lirismo excepcionales en otras.

Cortázar murió dos años después de que su segunda y última esposa, Carol Dunlop, falleciese. Murió de leucemia, aunque ya una profunda depresión le había invadido el cuerpo. Es costumbre dejar una copa de vino, junto a los dibujos de las rayuelas, en la tumba donde descansa junto a Carol Dunlop. Seguro que, hoy, cuando nadie mire, se levantan y brindan al unísono por él. Todo un genio.

Publicado en Opinar.net

martes, 10 de febrero de 2009

El último aliento de libertad de Eluana

Como si de un último golpe sobre la mesa se tratase. O como si un último hálito de libertad quedase en su cuerpo malogrado; Eluana Englaro murió este lunes, consiguiendo por fin, aquello que le había pedido a su padre Beppino. Eso a lo que algunos se empeñaban en llamar vida –y se aferraban a ello, creando un debate político irracional, alrededor de ella– se acababa, en medio de una propuesta de ley microscópica para impedir la desconexión.

A las ocho y diez de la tarde en la clínica de La Quiete de Udine se cumplía su voluntad. Eluana, tras 17 años en estado vegetativo, y la familia de la muchacha, tras 11 años de batalla por el descanso de su hija, por fin pudieron suspirar de alivio. Porque aquello no era humano, ni su supuesta vida era tal. Eluana murió justo en el momento en el que el Senado debatía la ley que el gobierno había diseñado para que se prolongase su vida, o como decía su padre, su agonía.

En Udine sonaron las campanas para comunicar la muerte de Eluana, y los vecinos que apoyaban a su padre encendieron algunas velas como homenaje. Beppino, su padre, un caballero siempre educado y correcto, que bien podría convertirse en una especie de nuevo padre coraje, recordaba emocionadísimo las palabras de su hija: “La muerte forma parte de la vida”. También su mejor amiga hablaba sobre Eluana esperando que ahora esté, por fin, tranquila en un sitio mejor.

El debate, que ha tomado gran protagonismo en estos últimos días, parece no haberle gustado a Eluana. Como si se hubiese saturado de tanto discurso político y católico, y de tanta pantomima sobre su vida o su muerte, este lunes ha decidido, en su última acción, morir, o quién sabe si a lo mejor volver a nacer.

En el Senado se recibió la noticia con diversidad de opiniones. En el momento en el que murió la chica, hablaba Umberto Veronesi, del Partido Demócrata, en contra de la ley. Su discurso estaba siendo realmente apasionado y precioso –como un último homenaje–, lo que aumenta aún la dosis de lirismo de este acontecimiento. Tras conocerse su muerte, la Cámara completó un minuto de silencio, tras el cual se oyeron gritos que increpaban a la izquierda, tildados de asesinos por la derecha, y de la izquierda, que respondía insultando a la derecha. Todo un circo.

Ajena a todo eso, Eluana, que ya había pasado a un mundo en el que no tuviese que depender de las máquinas, y su intimidad y su dignidad volviesen a relucir todo lo que en estos 17 años no había acostumbrado. Tal vez quisiese dar una final lección; explicar que cada uno tiene libertad sobre su cuerpo, y la decisión era suya y nada más que suya, o en todo caso de su familia, que sufría viéndola en esa situación. Pues, si no tenemos libertad ni sobre nuestra digna muerte, ¿sobre qué podemos asegurar que sí?

Publicado en Opinar.net