lunes, 15 de junio de 2015

Una distopía en presente

Sumisión. Michel Houellebecq. Anagrama Editores, Panorama de narrativas, 2015. Traducción de Joan Riambau. 288 páginas. 

Michel Houellebecq nunca carga su pluma en vano. Gran parte de la brillantez de su narrativa reside en la meditada provocación que el francés inculca a sus textos. Muchas han sido las “instituciones” que el denominado enfant terrible de la literatura gala ha situado bajo su lupa. En este caso, el futuro más cercano de la política de su país le sirve para establecer una parábola en clave de estudio ficcional sobre la realidad sociopolítica de la Francia actual.

Tal vez sea Houellebecq el escritor que mejor se maneja en esa fina línea que separa el ensayo de la novela. En sus obras siempre se complementan elementos de ambos géneros, que se nutren unos de otros y establecen una simbiosis que alimenta la historia de principio a fin. En Sumisión no ocurre de otra forma; el autor adopta herramientas del análisis de actualidad política para imaginar y novelar la situación de una Francia que, en 2020, es gobernada por los Hermanos Musulmanes tras vencer en la segunda vuelta electoral al Frente Nacional de Marine LePen.

El punto de partida le sirve a Houellebecq para colocar a su personaje en la misma disyuntiva que se encuentra la mayoría de la sociedad francesa: sucumbir a los “encantos” de la Sharia o mantenerse al margen gracias a las “jubilaciones” ofrecidas por los islámicos a cambio de tranquilidad y silencio. Sin embargo, pese a que François, alter ego del escritor, sea un personaje interesante y dicotómico, el autor de El mapa y el territorio se centra demasiado en su historia personal, anteponiéndola al interesante caldo de cultivo que le ofrecía su arriesgada propuesta. El resultado es una de esas novelas que apuntan hacia una dirección poco transitada, polémica y con multitud de aristas, que, pese a todo, adolecen de una cierta falta de desarrollo en su conjunto. Sobre todo si se toma en cuenta la profundidad a la que se prestaba el tema y la tendencia del propio autor a acercarse a sus temáticas desde una cierta perspectiva sociológica (El mundo como supermercado, Ampliación del campo de batalla, El mapa y el territorio, etc.). En cambio, tampoco sería justo asegurar que el autor no indaga absolutamente nada. Las reflexiones, en boca del narrador, son constantes. Houellebecq arremete con la fuerza de un toro bravo y la elegancia de una mariposa. Tal vez el estamento más perjudicado sea el de la política contemporánea, atenuada por el filtro de un sistema de valores al que nunca duda en señalar. En sus propias palabras: “La mediocridad de la ‘oferta política’ era incluso sorprendente. Un candidato de centroizquierda era elegido, por uno o dos mandatos según su carisma individual, y oscuras razones le impedían llevar a cabo un tercero; luego la población se hartaba de ese candidato y más generalmente del centroizquierda, se observaba una alternancia democrática y los votantes llevaban al poder a un candidato de centroderecha, a ese también por uno o dos mandatos, en función de su propia naturaleza. Curiosamente, los países occidentales estaban extremadamente orgullosos de ese sistema electoral que, sin embargo, no era mucho más que el reparto de poder entre dos bandas rivales, y llegaban incluso a declarar guerras para imponerlo a países que no compartían su entusiasmo.”

Sumisión, por tanto, es otra demostración del interés de un autor por la realidad en la que vive, por una sociedad podrida a la que, en cambio, no cesa de buscar explicaciones. Un retrato mordaz de un país con muchos fantasmas políticos de todos los espectros, tanto del pasado como del presente (y, por extensión, del futuro), de la derecha o de la izquierda, de la sumisión o de la rebeldía. Houellebecq ha firmado una distopía contemporánea, cuyo principal arma es el miedo que puede generar su veracidad y la actualidad que desprende cada una de sus frases.

Publicado en Otro Lunes, nº 37, junio de 2015.

El pasado que nunca acaba de pasar

El balcón en invierno. Luis Landero. Tusquets Editores, Colección Andanzas, 2014. 248 páginas.

La prosa de Luis Landero sugiere una de esas voces experimentadas, a veces aterciopeladas, a las que uno podría quedarse escuchando las horas muertas. Su estilo literario es una mezcla de personalidad y lirismo, de imágenes firmes y recuerdos; en definitiva, una construcción similar a la que cada ser humano lleva a cabo con su propia memoria de vida, como si fuese ésta un cuaderno de ruta.

En su nueva novela, El balcón en invierno, se aleja, precisamente, de la novela para echar la mirada atrás y dibujar un panorama por aquellas situaciones que le marcaron desde su adolescencia. Como si el autor quisiese hacer productiva la persecución de recuerdos que le sobrevienen, la memoria del joven Landero se desliza por las páginas con una elegancia y una finura muy estilizadas. “A veces el pasado no acaba nunca de pasar”, asegura el narrador. 

El aprendizaje y el paso de la niñez a la edad adulta, previo paso por la convulsa adolescencia, vertebran la estructura de la obra, entre la novela y el ensayo. En palabras del propio autor “de eso es, entre otras cosas, de lo que tratan estas páginas, de cómo fui encontrando un sentido a mi vida en el oscuro y errático devenir de los años”. Errático, pero en ningún momento errante, es el avance de la historia, con saltos, vaivenes y vueltas a los recuerdos dejados atrás.

Y entre tanto, la literatura, la irrupción de los libros en la vida de un niño que creció sin ellos. La llegada del arte de leer (y posteriormente de escribir) como el principal motor de cambio en la existencia de ese joven: “Y luego, un día, no sé de qué manera, dejé de creer en Dios y me encontré creyendo en Gustavo Adolfo Bécquer”. El balcón en invierno es la novelización de una nostalgia, el retorno de los ojos de un niño a la mirada de su yo adulto. Landero expone su descubrimiento como quien enseña que acaba de evidenciar el dispositivo del paso del tiempo, “el secreto latir de una ciudad en marcha”.

Publicado en Otro Lunes, nº 37, junio de 2015.

Los focos y las sombras del fútbol

Mercado de invierno. Philip Kerr. Editorial RBA, Colección Serie Negra, 2015. Traducción de Efrén del Valle Peñamil y Víctor M. García de Isusi. 414 páginas.

“Ser o no ser. Con esa actitud, yo creo que Hamlet era seguidor de un equipo de fútbol. Del F. C. Copenhague, probablemente.” Esta frase, puesta por Philip Kerr en boca de su protagonista, podría resumir el espíritu que gobierna su última novela Mercado de invierno. Si se suele decir que el mundo del fútbol y sus recovecos podrían dar origen a la más inverosímil de las novelas, esta es la prueba de ello.

¿Qué pasaría si, un buen día, José Mourinho apareciese asesinado en las inmediaciones de Stamford Bridge, el estadio en el que el Chelsea ejerce de local? Esta parece ser la pregunta que sobrevuela la trama de la novela de principio a fin. Lo cierto es que el Joao Zarco que inventa el escritor tiene muchos vínculos con el reputado manager portugués. El asesinato del entrenador y el ascenso de su segundo, el narrador, a su puesto servirán al novelista para sumergirse en la panza del monstruo en el que se ha convertido el deporte rey.

El escritor desliza toda su mordacidad para denunciar los mecanismos que han hecho del fútbol el mayor de los negocios y de sus futbolistas, meras piezas de un engranaje publicitario y económico inabarcable: “Lo cierto es que algunos de esos muchachos llevan más cremas para el cutis y productos capilares en sus neceseres Louis Vuitton que los que tenía mi primera esposa en el tocador. Incluso he conocido a futbolistas que se han negado a participar en el entrenamiento porque por la tarde tenían que rodar un anuncio de Head & Shoulders.”

No hay reservas en la escritura de Kerr, que consigue engranar la trama central, propia de la novela negra, con sus propias reflexiones, siempre puestas en boca del protagonista, Scott, que se sitúa como una especie de extensión del autor. Una rara avis dentro de la maquinaria, que pasa su tiempo libre leyendo, viendo cine o acudiendo al teatro, lo que le lleva a ser considerado muchas veces como un outsider, algo que a Kerr le da pie para seguir desenfundando sin piedad: “En el fútbol ser inteligente está casi tan mal visto como ser homosexual.”

No hay duda de que en Mercado de invierno confluyen las dos grandes pasiones de Philip Kerr: la escritura y el fútbol. A pesar de la resignación con la que mira desde sus páginas a ese proceso de comercialización brutal que ha sufrido con la entrada masiva de las telecomunicaciones, Kerr no deja de mostrar una pasión por ese fútbol añejo, ese impulso irracional que se apodera del hincha en determinados momentos. En sus propias palabras: “El fútbol es tribal, por supuesto. Y las tribus hacen este tipo de cosas, ¿no? Pasaron miles de millones de años hasta que las bestias salvajes evolucionaron y se convirtieron en hombres, pero solo hacen falta noventa minutos un sábado por la tarde para que todo eso se desmorone.” 

Ya lo dijo Albert Camus, “el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.”

Publicado en Otro Lunes, nº 37, junio de 2015.

lunes, 9 de marzo de 2015

Momentos de ¿felicidad? cotidiana

Felices los felices. Yasmina Reza. Editorial Anagrama. Traducción de Javier Albiñana. 192 páginas.

¿Puede ser un conjunto de relatos una novela? Aunque la pregunta pueda antojarse caprichosa, e incluso contradictoria en su misma esencia, lo cierto es que en el contexto literario de Felices los felices, última obra de Yasmina Reza, es más que pertinente. Centrando el análisis exclusivamente en la forma, el título de Reza no es más que una recopilación de breves cuentos sobre lo cotidiano, pero si se va más allá, la línea que vertebra y enhebra todas las historias la convierte en algo cercano a la novela breve e incluso de toque minimalista.

La escritora francesa crea, a través de ese hilo casi invisible, un entramado de sutiles interconexiones entre sus personajes. De esta forma consigue establecer una cierta ilusión de panorámica: tanto en lo referente a sus personajes como en la multiplicidad de géneros sobre los que edifica sus relatos. La autora transita tanto el amor como la muerte, o el drama y la comedia, y para ello sitúa como protagonistas de sus historias a personajes de diversos perfiles y estados de ánimo. 

En los diálogos de Felices los felices –título con el que la escritora homenajea a Jorge Luis Borges, al que cita como pie de la obra– es donde reside su punto de apoyo más consistente. En ocasiones descarnadas, en otras totalmente desesperanzadas, es en esas líneas en las que se asoma la dramaturga y pone sobre la mesa temas tan controvertidos (y controvertibles) como el matrimonio, la familia o la infidelidad. Temas todos ellos perfectamente contemporáneos.

Reza sitúa la temporalidad de su historia gracias a un trabajo de contextualización que enfoca, precisamente, a esa contemporaneidad. La novelista riega la rutina que atraviesan los protagonistas de datos situacionales (noticias y sucesos, nombres famosos de músicos, actores o futbolistas) y otros elementos que le permiten a la autora establecer y delimitar una línea temporal. Sin embargo, pese a ceñir el tiempo a la actualidad, ya desde la propia estructuración fragmentada, que parece aludir a las propias relaciones personales de hoy en día, sus temas se despliegan de lo particular a lo general. Y aunque las historias que narra son muy especiales y específicas, si se prescinde de la literalidad, los temas que subyacen son más universales de lo que pueden parecer.

Publicado en Otro Lunes, nº 36, marzo de 2015.

lunes, 12 de enero de 2015

Presente y pasado en Vallekas

Oración sangrienta en ValleKas. Alejandro M. Gallo. Reino de Cordelia. 448 páginas.

Lejos quedan ya los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, en los que El Trini boxeó representando a España. La vida ahora ha cambiado para él, igual que lo hace para todo el mundo, igual que lo habrá hecho para el lector, que asiste a los cambios de Ramalho da Costa desde los suyos propios. Oración sangrienta en Vallekas es la tercera novela que Alejandro M. Gallo dedica al detective.

El autor aprovecha la situación de crisis para comenzar un caso muy propio de nuestro tiempo actual, que en realidad serán tres investigaciones. Un francotirador hace su agosto en Madrid con empresarios y banqueros imputados por corrupción. Se hace llamar Cero. A su vez, Ramalho, convaleciente por unas lesiones en su última investigación, tendrá que lidiar con un asesino de escritores (todos de una gran editorial) y con un tipo que secuestra y viola niñas en la barriada. A pesar de esos casos, todo su esfuerzo, o gran parte de él, quedará reducido a un foco cuando su vecino, el padre Constantino, aparezca muerto en su domicilio. Esta última investigación será la que le acerque al pasado cuando descubra que el padre Brown (como todos le conocen) podría tener en su poder la codiciada daga de Múnich.

Con semejante disposición de líneas narrativas sobre la pizarra, Gallo podría haber caído con facilidad en la necesidad de otorgar más espacio a unas que a otras. Sin embargo, el escritor consigue un equilibrio admirable en la ramificación de historias. Ninguna predomina excesivamente sobre el resto y durante toda la narración las líneas abiertas se van entrecruzando entre sí. El lector se sitúa como una especie de extensión de Trini y recibe los estímulos para la investigación casi al mismo tiempo. 

Ese equilibrio en la narración no lo consigue Gallo exclusivamente en el aspecto de las investigaciones. Toda la novela se construye mediante una armonía de dualidades: vida profesional y vida personal, pasado y presente o lo racional frente a lo emocional. Para este último, el autor sigue construyendo una vida –un pasado, en definitiva–, estructurando una identidad a su protagonista, apoyándose tanto en sus propias novelas como creando un entorno específico en el que Ramalho viva su vida (relación con Luci y su hija Paula, la comunidad de vecinos, su amistad con el Coronel…). Son los personajes de Gallo más humanos que literarios, por eso es muy probable la pronta identificación del lector con ellos.

Una muestra de ello es el trío de “héroes”, que acercan la novela a una clásica aventura de investigaciones y pesquisas. El Coronel, ese alocado maquis que regenta una librería y siempre tiene un chiste preparado, vuelve al lado de su amigo da Costa; a los dos se suma Marie, una cariñosa francesa cuyos tentáculos de la Cotillología (como ella define su profesión) alcanzan lugares casi imposibles. Con la ayuda inesperada de ambos, el inspector irá indagando sobre los tres casos en un barrio de Vallekas perfectamente reconocible a través de sus calles y lugares emblemáticos como la estatua de la Abuela Rockera, el Bulevar, el Cerro del Tío Pío (conocido como el parque de las siete tetas) o la calle Payaso Fofó, entre otros lugares.

Con Oración sangrienta en Vallekas Alejandro M. Gallo recupera a su detective Ramalho da Costa para crear una novela con sabor añejo, en la que sus personajes y sus espacios relucen con elegancia. Una historia de investigaciones, con toques personales de actualidad social, curiosidad histórica, y multitud de giros y pistas; que se lee con fruición, disfrute e interés.

lunes, 20 de octubre de 2014

'Galveston', noir humano y filosófico

Galveston. Nic Pizzolato. Salamandra Black. 284 páginas.

Es innegable la importancia que ha tenido la aparición de la serie True Detective (HBO, 2014) en la imagen de Nic Pizzolato como autor. A raíz del éxito mundial de la producción, tanto el público como la industria cultural han elevado el nombre del guionista y escritor a un escalón más alto del que se encontraba. Gracias al éxito de la ficción televisiva, Salamandra Black se ha lanzado a editar la novela que escribió en 2010. Y se agradece.

Lo cierto es que en Galveston se hayan trazas, espitas, de lo que posteriormente sería True Detective. La narración fragmentada en dos tiempos y la Nueva Orleans sórdida de carreteras, pantanos y moteles, rememoran los espacios en los que el escritor situó la historia de Rust Cohle y Marty Hart. Sin embargo, en su novela, Pizzolato configura un relato con entidad propia sobre los perdedores y las huidas hacia delante que estos llevan a cabo.

Roy Cody es un tipo duro profesional, uno de esos sureños con acento que guarda tanto misterio bajo su halo sigiloso. Diagnosticado con un cáncer casi terminal de pulmón y con la sospecha de que su jefe quiere borrarlo del mapa, emprenderá una huida frenética en la que se topará con Rocky, una joven con un pasado muy oscuro, y su hermana pequeña, Tiffany, que le acompañarán en su viaje hacia ninguna parte.

Nic Pizzolato se sirve de un ambiente de tensa, casi opresora, tranquilidad para dar pie a sus diálogos, casi siempre ingeniosos y con cierto tono filosófico de trasfondo. En Galveston nos adentra en un mundo repleto de personajes con pasados traumáticos y futuros dudosos. El fresco casi familiar que dibuja en el motel Emerald Shores es el claro ejemplo de este collage de perdedores que huyen de todo, casi incluso de la vida, en sus páginas.

El escritor proyecta el relato desde el futuro del protagonista, veinte años más tarde de la historia principal, a través de la narración que este hace de los hechos ante otro de los personajes. Esa distancia le sirve para contar el tiempo posterior, la escapada, de un conjunto de personajes quebrados (quizás el mejor ejemplo de esa fractura emocional sea el patético y tristísimo encuentro de Roy con su ex).

Galveston es un noir que se adentra con total acierto en los terrenos pantanosos de la memoria, el principio de la vejez y la lealtad, entre otros temas. Nic Pizzolato demuestra una habilidad exquisita para estructurar su historia en dos tiempos (de la misma forma que haría cuatro años después de escribir esta novela en la muy citada True Detective) y para dotar a los personajes de un cuerpo filosófico y humano de gran entidad. Llena de matices y con algún giro imprevisible, la novela nos mantiene con el interés y la incertidumbre desde la primera “escena” hasta el desenlace, con un encuentro final magnífico, bellísimo y perfectamente narrado a través de la melancolía y el recuerdo de un protagonista profundamente herido por el filo del tiempo.

Publicada en Otro Lunes, nº 34, octubre de 2014