miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cuando callan las trompetas

En el momento en el que se toca techo y se hace cumbre todo lo que viene después es, necesariamente, un producto venido a menos. Un resto de esa cumbre que cae, a veces estrepitosamente, a veces de manera más sutil. Pues bien, creo que Alex de la Iglesia tocó techo con dos filmes: La comunidad y El día de la bestia. Todo lo que ha venido después, ya lo saben. La etapa postcumbre no necesariamente tiene porque ser mala, no quiero decir tampoco eso, pero aunque se considere aceptable, no es parecida a esos dos techos de su cine.

Esta vez la película comprende un periodo de tiempo convulso en nuestra historia. Comienza con un niño que ve como asesinan a su padre, un payaso preso, mientras trabaja forzosamente en la construcción del Valle de los Caídos, y concluye en el tardofranquismo del asesinato de Carrero Blanco. El niño ve como su padre, el Payaso Tonto (Santiago Segura), es asesinado, y la semilla del dolor y la venganza es sembrada en su subconsciente fatalmente.

Ya de mayor, Javier (Carlos Areces) decidirá coger el testigo de su padre y, siguiendo su consejo, se convierte en Payaso Triste, un payaso que nunca ha sido niño. Los azares de la vida le llevan a un circo dirigido por otro payaso, Sergio (Antonio de la Torre). La familia circense es muy amplia y entre ellos se encuentra una de las estrellas, la acróbata Natalia (Carolina Bang), que dará el giro a la trama. Sergio sale con ella, pero fuera del circo deja de ser un payaso y pasa a ser un ogro: la maltrata a menudo, a la vista de todo el personal del circo. Hay que destacar notablemente los minutos en los que tiene lugar la presentación del circo, que, sin ser nada del otro mundo, me parecieron lo mejor de la cinta. Con una sencillez pasmosa, el director nos adentra en los complejos mecanismos de esta familia ambulante de artistas.

La historia no innova en absoluto: los dos chicos se enamoran de la misma chica, entran en un bucle destructivo y finalmente tiene lugar un episodio que hace que el giro sea absoluto y que sus vidas se separen por completo. Desde entonces ninguno de los dos será el mismo. El circo dejará de ser tal y Javier se convertirá para siempre en Payaso Triste, mientras que Sergio será su némesis. Es muy destacable, para bien, el cambio de actitud que sufren los personajes, ya de por sí excesivos, a lo largo de la película, que dan las razones del futuro círculo de destrucción en el que se involucran.

Las escenas de violencia son descomunales durante todo el metraje, con una carga importante en el acto del giro argumental, donde las trompetas cobran toda la importancia que obtendrán en el film. El problema no es la violencia en sí, sino la excesiva visceralidad y algunas imágenes que, perfectamente, podrían ser eliminadas, pues no aportan nada a la trama, tan solo el morbo y el punto gore que se busca. No obstante, el director transmite un pesimismo y una visión de la humanidad aterradora entre líneas.

El reparto es irregular. Los dos payasos son bastante escalofriantes y tanto Carlos Areces, en un sorprendente papel, como Antonio de la Torre, espeluznante in crescendo, cuadran dos buenas actuaciones. No puedo decir lo mismo de la nueva musa del director, Carolina Bang, que si bien sirve correctamente para su papel de objeto de deseo de ambos, resulta muy sobreactuada en algunos momentos de la película. Del elenco de secundarios destacaría por encima de todos el breve papel de Fernando Guillén Cuervo, interpretando al general republicano Enrique Líster, de manera más intensa y estudiada que algunos protagonistas.

Balada triste de trompeta dibuja un Madrid suburbial y oscuro, alrededor de la polémica cruz del Valle de los Caídos, que despierta antiguos fantasmas de la guerra civil y queda a merced de un guión convulso que tiene puntos sarcásticos muy potentes, y una banda sonora increíble, pero que deja con un sabor de boca agridulce. Una historia muy de Alex de la Iglesia, en cuanto a los payasos, y que tiene una importante labor de inspiración en hitos de su propia filmografía: la escena final recuerda sospechosamente a El día de la bestia, y la protagonista rememora, salvando las distancias, por supuesto, a la Carmen Maura de La comunidad.

“Balada triste de trompeta por un pasado que murió… Balada triste de trompeta de un corazón desesperado…”.

Publicado por A mí películas

viernes, 24 de diciembre de 2010

Rock and Clan


Con puntualidad inglesa y engalanados con trajes negros hicieron entrada los M Clan, más propios de una película de gánsteres en la que encarnasen a la clásica banda de jazz o rock and roll del club donde la mafia labora. Eran las 9 de la noche, no nos había tocado la lotería y afuera diluviaba. “Rainy night”, decía Tarque nada más salir a escena. Allí estábamos nosotros, con los pies calados, una de las peores sensaciones que se pueden tener, aunque ellos nos hicieron olvidarlo rápido.

Para no ver el final rezaba una proyección en el fondo del escenario. Una especie de conjuro que parece haberse hecho la banda para llegar hasta el final tocando su potente rock and roll cada vez más influenciado por la música negra. El concierto comenzó con algunos temas del nuevo trabajo de los murcianos y con un Carlos Tarque muy preocupado por el sonido, que parecía no convencerle del todo. Enseguida se arregló y fue cuando la banda terminó de entrar en calor ante un público que ya estaba entregado tras corear con fuerza su Llamando a la tierra.

Las chaquetas pronto sobraron, y ni el cantante ni el resto de los componentes la llevaban puesta pasados unos minutos. Seguía la alternancia entre las nuevas composiciones, como el propio Para no ver el final, que sonó pronto, o Calle sin luz, y las canciones de álbumes antiguos. Roto por dentro, Inmigrante, que me pone los pelos de punta tantas veces como la escucho, o Maggie despierta, uno de los éxitos de la noche. A estos temas les siguieron los ya clásicos Miedo y Las calles están ardiendo, la más rockera de una noche en la que se dejó ver mucho blues, a pesar de que sonó el Basta de blues del nuevo disco.

La voz de Tarque es una de las más notables del panorama de la música en nuestro país, eso está claro. Y la madurez de este grupo alcanza cotas más altas con cada nueva gira. Se ve que están cada vez más a gusto sobre la tarima, para muestra la complicidad que se muestran en cada gesto y la eterna sonrisa de Ricardo Ruipérez, que no paró de reír y dedicar gestos y carantoñas al público durante las dos horas que estuvieron sobre el escenario.

Hubo dos momentos especiales en la noche, y muy emocionantes, la dedicatoria que hicieron al comenzar el directo a Pascual Saura, ex bajista y amigo íntimo de la banda, fallecido el viernes anterior, y el tema Hasta que se acostumbre a la oscuridad.

Concluyeron la presentación de su disco con canciones como Carrusel, Se hizo de noche cuando te conocí y Gracias por los días que vendrán, una de las últimas que sonaron, antes de despedirse de Madrid con su conocido Quédate a dormir. Eso sí, no sin emplazar a los asistentes al concierto que repetirían el día siguiente en la misma sala Joy. A estas alturas ya había tenido lugar la sorpresa de la noche, que tuvo lugar en el bis, cuando Carlos Raya, productor del grupo y grandísimo guitarrista, subió al escenario y tocó algunas canciones junto a la banda.

M Clan es mucho más que un grupo de música. Es una banda, en el más amplio sentido de la palabra, y son el máximo exponente de lo que ellos conocen y quieren hacer llegar como el rock and soul.

Publicado en La Huella Digital

martes, 21 de diciembre de 2010

Una chica de la calle

Maggie. Stephen Crane. Cátedra. 160 páginas. 9 €.

A veces me encuentro en alguna estantería libros que nunca había visto y que, de repente, pasan a formar parte de mi imaginario literario. Suele pasarme cada cierto tiempo. Hace unos días paseaba entre las estanterías de la biblioteca municipal de mi barrio cuando una mano, que ojeaba libros conmigo, me alargó un ejemplar de una novela extremadamente corta, de Stephen Crane, que tenía como título el nombre de Maggie. Corto, conciso y breve. Como la propia novela.

“Creo que te gustará”, me dijo, casi susurrando para que no nos escucharán las bibliotecarias y sus carteles de “Silencio, por favor.”.

En el Nueva York que describe Crane, mucho más digno de los años veinte del siglo XX, valga la redundancia numérica, que de su época, transcurre la historia, que no es más que la vida de la joven Maggie. Una chica de la calle que nace en el seno de una familia algo problemática. Su madre es alcohólica y no presta el caso necesario a sus hijos, Jimmie, la propia Maggie y un bebé con destino infausto.

Con saltos espontáneos de tiempo, aunque contando la historia siempre de manera sucesiva en el tiempo, Stephen Crane nos sumerge en su América para trazar en el papel los esbozos de lo que serán los Estados Unidos de principio del siglo XX, repletos de clubs musicales, traficantes, gánsteres y todo tipo de elementos de la cultura suburbana.

La vida de Maggie transcurrirá para que se suceda la vida y el retrato social que dibuja el autor norteamericano, llegado a considerar por muchos como uno de los padres y referentes de la novela contemporánea norteamericana. Lo cierto es que, en algunos pasajes, sí que recuerda a la literatura norteamericana de escritores futuros, como J.D. Salinger en El guardián entre el centeno. Los paseos de Maggie me transportaron a la Nueva York de Holden Cauldfield.

Los buenos novelistas tienen que ser capaces de retratar su época en sus palabras. Pero además tienen que tener la habilidad de hacerlo de una manera inteligible, rítmica y apta para cualquier público que se detenga en una biblioteca a leer sus libros. Stephen Crane deja patente la vida del barrio de Bowery en Nueva York y pinta con una técnica colorista, dentro de la dura temática que trata, las bases que ejemplifican a la perfección el modelo de literatura urbana.

Maggie es la historia de cómo el entorno, la familia, la sociedad y otros elementos pueden malear a una persona que al principio parecía cándida y que discurre por los peores lugares de la metrópolis. Es en eso, precisamente, en lo que destaca notablemente Stephen Crane, en no culpar a sus personajes de su degradación y caída, sino en desviar, además, la mirada hacia elementos sociales y entornos hostiles y complicados.

Publicado en La Huella Digital

sábado, 18 de diciembre de 2010

Un breve paseo por la memoria

El paseo. Federico Moccia. Editorial Planeta. Colección Internacional. 64 páginas. 8 €.

Federico Moccia es famoso en la actualidad por sus grandes best-sellers Tengo ganas de ti, Perdona que te llame amor, A tres metros sobre el cielo y Perdona, pero quiero casarme contigo. Sin embargo, esta vez nos sorprende con una pequeña novela, muy corta, que recrea una vuelta a los orígenes de un personaje, también llamado Federico, que, obviamente, es él mismo.

Federico regresa al pueblo donde pasaba las vacaciones de pequeño, Anzio, en Italia. Allí una mañana sale a pasear a la luz del amanecer, por la playa a la que de niño iba a jugar, esa en la que conoció a su primer amor y en la que su padre le enseñó el arte de la navegación.

Todo lo que ve le transporta al pasado. Se acuerda de la chica con la que paseaba por la arena, del quiosquero al que le compraba y de toda la vida que tenía Anzio cuando él la frecuentaba. Entonces, en un momento determinado, pierde la mirada en el mar y cuando retorna cree ver la ciudad con algún pequeño cambio que ni siquiera termina de percibir.

De esta manera llega el momento cumbre: la aparición de su padre, recientemente fallecido, en ese escenario mágico, un tanto onírico. El encuentro soñado. Federico tiene la oportunidad de pasar un día con su padre y redimir sus deseos. A partir de entonces todo son evocaciones, la memoria de Federico se agita y se encoge con cada paso de su padre, que le lleva de paseo por los lugares que siempre recorrieron juntos. Federico recuerda su rebeldía juvenil: “Al igual que cuando quería hacerme fotos. Para él tenía mucha importancia, y yo resoplaba. No me gustaba nada quedarme quieto, posar. Entonces”. Y recuerda cómo su padre sonreía con esta actitud.

El paseo continúa. Todas las cosas que nunca se dijeron, los momentos que vivieron y que les gustaría volver a vivir cada día, e incluso el arrepentimiento del hijo por algunos pequeños detalles, inundan la conversación y el paseo hasta que por fin anochece. La historia es un gran cuento tanto para niños como para padres. Un canto al amor y al aprovechamiento del tiempo cuando las dos personas aún lo disponen.

El argumento recuerda un poco al de Réquiem, en el que los fantasmas del pasado del protagonista le ayudan a buscar al de Pessoa, con la salvedad de que en esta historia el recuerdo está aún más vivo y tiene una vocación reconciliadora con la vida y con el propio pasado. “Y yo soy feliz de verlo así de sereno. De verlo finalmente descansado, después de todo el trabajo que ha hecho. Y lo miro orgulloso…”, dice Federico en una de sus reflexiones, prueba de su admiración y de su reparación.

El autor escribe una especie de carta novelada a su padre, desaparecido ya, en la que sella su memoria con un paseo inundado por el nostálgico mar de los recuerdos. Sus palabras suponen un agradecimiento, el que nunca supo dar, y le deja en paz consigo mismo y con sus fantasmas. Sin duda, una breve lectura para recomendar a los padres.

Publicado en Culturamas

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ritts y el desnudo fotográfico

LIGERAMENTE DESENFOCADO - 4

La desnudez siempre nos atrajo. Creo que ninguna persona puede decir lo contrario. Quizás sea la atracción por lo desconocido. O casi mejor: por lo que nunca terminamos de conocer. Para la fotografía el desnudo es también algo mágico. Personalmente, creo que es la verdadera manera de retratar a una persona, lejos de convencionalismos, con la verdadera desnudez de su esencia, tanto exterior (la que aparentemente vemos) como interior (la que desconocemos incluso después de haber desnudado a alguien).

Estéticamente creo que el desnudo es lo más bonito de fotografiar para un artista. Si bien es cierto que es difícil encontrar a una persona con la que se establezca la compenetración necesaria para no sentir incomodidades por ninguna parte y para que la naturalidad fluya. Ese trabajo, lógicamente, tiene mucho que ver con el fotógrafo, aunque quien se encuentra delante del objetivo es quien más tiene en su mano la labor.

La cámara supone casi siempre una barrera entre las personas, a menudo imposible de saltar. Yo mismo, que suelo encontrarme por detrás del objetivo, desconfío a menudo de alguien a quien no pueda verle claramente la expresión. Por eso resulta difícil encontrar modelo.

Me encontraba días atrás con una publicación de un reportaje que mostraba algunas fotografías de Herb Ritts. En ellas se muestran algunos desnudos de personajes famosos, todas mujeres. Creo que es el mejor fotógrafo de desnudos que conozco. Me impresionó por encima del resto una imagen en la que aparece Cindy Crawford, completamente desnuda, sin nada que la cubra la piel, salvo su propio brazo por encima del pecho. Si te detienes a mirar la fotografía, puedes incluso ver cómo la piel del pecho de la actriz está erizada, lo que vulgarmente llamamos piel de gallina. Captar ese detalle es algo realmente increíble que consiguió el artista.

Nadie cuestiona la belleza del cuerpo femenino. Pero en cambio sí ocurre que se cuestiona la labor que conlleva intentar realizar esta toma. Es fácil y muy recurrente pensar en que solo se necesita una cámara, una modelo, un disparo… y listo, cualquiera puede ser un gran fotógrafo, como cualquiera puede desnudar a alguien. Ambas tareas tienen su quid.

Aprovecho estas palabras para reivindicar la difícil labor creativa que supone un desnudo. Y ya de paso para invitaros a ver el trabajo excepcional de Herb Ritts.

Publicado en Culturamas

viernes, 10 de diciembre de 2010

Yo no vengo a decir un discurso

Yo no vengo a decir un discurso. Gabriel García Márquez. Random House Mondadori. 160 páginas. 15’90 €.

“Yo no vengo a decir un discurso”, decía el colombiano en su primera aparición ante un auditorio, con sólo 17 años, delante de todos sus compañeros, que se despedían del Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá. Es toda una revelación que refrenda en discursos posteriores. En su segunda aparición pública ya como exitoso autor de Cien años de soledad, entre otras novelas, en el año 1970, dice: “Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea”. Dos años más tarde, en Venezuela: “he venido de cuerpo presente y en pleno uso de mis facultades a hacer al mismo tiempo dos de las cosas que me había prometido no hacer nunca: recibir un premio y decir un discurso.”.

Ese aparente miedo escénico aparece como constante en las intervenciones de Gabo, aunque paulatinamente parecen suavizarse con el paso de los años. Yo no vengo a decir un discurso recoge todos los discursos ofrecidos por el Premio Nobel desde el año 1944 hasta 2007. Y menos mal que se soltó y perdió ese terrible miedo a comparecer, pues sus exposiciones son verdaderas obras lingüísticas y literarias.

El libro recoge entre otros, como no podía ser de otra manera, los discursos de recogida del Nobel, uno de los mejores discursos que se han pronunciado nunca en la Academia de Letras de Suecia: La soledad de América Latina o el breve brindis por la poesía que pronunció durante el banquete ofrecido por los reyes dos días después. Pero, además, ofrece al lector otros textos que escribió el escritor para otros actos como la inauguración de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano o el estreno de la sala de cine de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, la conmemoración de los cuarenta años de Cien años de soledad

Sin embargo, la recopilación de textos deja la imagen de un hombre comprometido, mucho más allá de la literatura, con la época que le ha tocado vivir, con su país en decadencia, con el periodismo y la destrucción que, a su juicio, suponen las nuevas tecnologías para éste o con el medio ambiente, en discursos realmente bellos. Bellísimo es el que para mí es su mejor texto discursivo: Botella al mar para el Dios de las palabras, que resultó tan polémico, pero acreedor de una lírica y una belleza sin límites.

Durante todas sus intervenciones se consigue ver la evolución del autor, que ya en sus discursos deja entrever muchos de los mecanismos de creación de sus obras, historias y anécdotas que cuenta que después aparecerán en algunas de sus novelas o en sus cuentos. García Márquez se muestra como un buen amigo de los suyos, como desvelan dos discursos escritos en honor a dos grandes personalidades en su vida, Álvaro Mutis y Julio Cortázar. Ambos son de una brillantez exquisita y dejan patente una clara y fervorosa admiración del colombiano hacia sus dos amigos, a quienes recuerda desde las emociones más personales e íntimas.

Yo no vengo a decir un discurso constituye un autorretrato muy vivo y muy verídico, a través de sus propias palabras en el tiempo, de uno de los mejores autores vivos de la literatura universal.

Publicado en Pero Libros

martes, 7 de diciembre de 2010

Infancia

Parece que Isabel Muñoz es el nombre de moda en el mundo de la fotografía. Lo cierto es que su trabajo es incuestionable. Esta vez la artista aborda el tema de la infancia en diferentes casos particulares de niños que han tenido que salir adelante en situaciones complicadas.

La exposición está organizada por UNICEF y la Fundación La Caixa, y conmemora el vigésimo aniversario de la creación de la Convención sobre los Derechos del Niño. Además cuenta con la colaboración del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.
En la muestra se pueden ver retratos de niños realizados en cuatro continentes, que muestran las adversidades que han de superar estos para sobrevivir en un mundo difícil y cargado de miserias. Algunas fotografías son de muy bella factura y muy coloristas.

Sin embargo, la disposición de las fotografías, en grandes paneles luminosos colocados en una especie de laberinto, en una pequeña sala, no permite el visionado de la exposición en las condiciones que se merece. La gente se aglutina alrededor de los paneles y en ocasiones resulta difícil seguir la visita y pasar a otra foto.

No obstante, lo que no se puede negar es el arte y la visión de la realidad de los más desfavorecidos, de los más alejados a nuestra cultura y de todas éstas que tiene la fotógrafa, galardonada con el premio de la fotografía de la Comunidad de Madrid de 2006.

La exposición permanecerá en Caixa Forum (paseo del Prado, 36), hasta el 15 de enero. El horario de visitas es de lunes a domingo, de 10 a 20 horas.

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domingo, 5 de diciembre de 2010

El horizonte de la memoria

El horizonte. Patrick Modiano. Editorial Anagrama. 160 páginas. 15 €.

Patrick Modiano vuelve a dejarnos un libro lleno de búsquedas constantes, elementos del pasado e incógnitas por resolver. La obra de Modiano no deja lugar a dudas: el francés es el escritor de la memoria, de los recuerdos. En El horizonte vuelve a situar la acción en los suburbios de París.

La novela de Modiano sigue por sus derroteros habituales. Con un mismo tono, un mismo ritmo narrativo y un estilo tan característico como el suyo, ésta vez nos presenta a un aprendiz de escritor, Bosmans, que trata de acordarse de la primera conversación que tuvo con Margaret Le Coz, una oficinista de origen berlinés con la que coincide por puro azar en una manifestación, cuando la multitud los arrastra en la boca del metro y los aplasta contra una pared.

Siempre con su libreta, Bosmans intentará viajar al pasado, anotando cualquier recuerdo por mínimo que sea, para seguir el rastro de Margaret Le Coz hasta el presente y, además, en un intento de reencontrarse consigo mismo. Mientras tanto, Modiano, a través de los recuerdos de su protagonista, va introduciéndonos en las vidas pasadas de Bosmans y, sobre todo, de Margaret. Estas remembranzas del personaje nos ayudan a ver que Margaret Le Coz no es un nombre real, sino que es un pseudónimo que utiliza la mujer porque está huyendo de un tal Boyaval, un personaje que perseguirá continuamente a los dos amantes durante la novela. Así, Modiano nos enseñará que ella es de origen alemán, concretamente de Berlín, que allí vivió antes de huir a Suiza, y que, de Suiza viajó a París, siempre huyendo de la amenaza de Boyaval.

Como de costumbre la narrativa de Patrick Modiano está fuertemente condicionada por la atmósfera que crea en su relato. Y como siempre entre sus páginas encontramos un personaje que, o bien busca a alguien de su pasado, o directamente se busca a sí mismo como Guy Roland, un hombre sin memoria ni pasado, en Calle de las tiendas oscuras (Premio Goncourt en 1978). Ya pudimos disfrutar de su inigualable talento en este tipo de narraciones con En el café de la juventud perdida, donde creó su personaje más emblemático, que cautivó a todos los lectores, Louki, a quien dejó perderse entre poetas malditos y estudiantes universitarios por los cafés de su París.

En este caso, como vemos, no es distinto. El horizonte es más de lo mismo, aunque con diferencias. La literatura de Modiano se podría catalogar como literatura de búsquedas, la literatura de la memoria y el pasado. En esto, nadie lo puede dudar, aunque nos pueda gustar más o menos, es un verdadero maestro. En esta nueva novela me vuelvo a quedar con el poso de su atmósfera grisácea y enigmática, que ya se ha ganado la creación del término “modianesco” para definir situaciones y ambientes similares a los que él crea en sus obras, que, a veces, incluso, rozan lo onírico.

El novelista francés vuelve a crear una atmósfera oscura, llena de sombras y de fantasmas, desde la perspectiva de una memoria a punto de perderse definitivamente, que recuerda el breve amor de su juventud mediante notas, apellidos que le vienen a la cabeza de repente a bocanadas.

Todo un clásico vivo en la novela francesa.

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jueves, 2 de diciembre de 2010

Redescubrimiento de Lilliput

Lo que sé de los hombrecillos. Juan José Millás. Editorial Seix Barral. 192 páginas. 17’50 €.

Siempre que tengo que hablar de Juan José Millás suelo definirlo como uno de los escritores contemporáneos con la imaginación más poderosa de nuestro país. El rey de las ocurrencias, como bien saben aquellos que me rodean a los que alguna vez les he sugerido al autor. Desde que leí la primera novela suya que cayó en mis manos, que fue No mires debajo de la cama, siempre he pensado que es un escritor muy fresco. Un escritor y periodista al que hay que leer algo, sin excepción.

Esta vez no traiciona para nada sus principios y vuelve a sorprender con una historia que gana en intensidad y se vuelve más macabra conforme pasan sus páginas. Millás nos adentra en el mundo tibio y pacífico de un catedrático de Economía que ya se ha jubilado, y para el que su vida consiste en hacer la casa, tarea que le da cierta paz espiritual, según comenta, además de escribir algunos artículos periodísticos sobre economía y preparar algunas clases de doctorado que todavía imparte en la facultad. Su mujer, también académica, lucha por un puesto como Rectora de la Universidad, por lo que él pasa mucho tiempo sólo en casa escribiendo sus artículos y realizando estas tareas.

Uno de estos días un acontecimiento rompe su rutina. Cuando mete la mano en su bolsillo para sacar unos mendrugos de pan -acostumbra a guardar algunos para morderlos cuando está nervioso-, saca, además, cuatro o cinco pequeños hombrecillos diminutos que empiezan a corretear por la mesa buscando escondrijo. No es la primera vez que estos seres visitan al profesor, aunque, desde luego, será la más determinante en su vida.

Poco después los hombrecillos, que continúan en la casa, despiertan al catedrático con unas pequeñas cosquillas en su pecho y, he ahí la sorpresa de éste, cuando ve que están fabricando un pequeño doble suyo del mismo tamaño, exactamente igual, que siempre irá vestido como ellos (traje gris, camisa blanca y sombrero oscuro), y que tendrá, a partir de entonces, una constante conexión con él, que verá a través de sus ojos, sentirá a través de sus sentidos, y viceversa. Al principio todo transcurrirá de manera surrealista, incluso graciosa; el profesor visitará, en ojos del hombrecillo, el diminuto mundo de estos seres y experimentará algunas sensaciones que le transportarán de la rutina a un nuevo mundo por descubrir. Pero entonces ocurrirá algo que transformará la historia y la volverá algo más turbia. Al hombrecillo le gustarán tanto las sensaciones vividas que empezará a arrastrar al profesor hacia una espiral autodestructiva que se culminará con una truculenta petición, difícil de llevar a cabo por él, que hará tambalear los cimientos morales del personaje.

Juan José Millás vuelve a crear un mundo peculiar y surrealista, en el que sin embargo coletean muchos trazos de la realidad más desgarradora de las personas. Los vicios, las culpabilidades, las rutinas… Como escribía Juan Cruz, “Millas ha escrito, al menos desde 1994, para contar que es dos, que vive esa dualidad más como un acto creativo que como un drama; su humor, que es abundante, surrealista, absurdo y corrosivo, nace de esa evidencia, que a todos nos afecta y que él ha acogido con preocupación y con júbilo a partes iguales.”. Es complicado encontrar un párrafo mejor para describir una escritura como la del valenciano.

Con una novela corta –no se tarda más que unas horas en leerla-, como nos tiene acostumbrados, rompe con su anterior texto, El mundo, para volver a escribir otra fantasía que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores y en la que no faltará nada. Sexo, remordimientos, dobles personalidades, crimen y, por si alguno lo echaba de menos, una pequeña mujer que él describe casi como una diosa, dentro del mundo de los hombrecillos, que será la perdición de su sentido común, al menos del de una de sus dos partes.

Publicado en Pero Libros

lunes, 29 de noviembre de 2010

Renoir busca el calor de Madrid

El Museo del Prado acoge este otoño-invierno, hasta el 6 de febrero, la primera muestra monográfica de Pierre-Auguste Renoir en España. El autor, considerado como uno de los máximos exponentes de la pintura impresionista, pintó en vida con tal efervescencia que alcanzó un enorme grado de popularidad entre sus contemporáneos, algo realmente complicado de lograr en su época en el mundo del arte.

La exposición recoge 31 obras del autor, cedidas por el Clark Art Institute de Massachusetts, que posee el conjunto más importante de las obras de Renoir. Durante cuarenta años, Sterling y Francine Clark se dedicaron a adquirir obras del pintor y, gracias a ello, se han convertido en los mayores detentores de su obra. Gracias a ellos, y al préstamo, hoy podemos disfrutar de los cuadros del pintor francés.

En esta muestra, organizada por dicha institución conjuntamente con el Museo del Prado y la Fundación BBVA, se puede observar el gran abanico de estilos pictóricos que atesoró el pintor: retratos, paisajes, desnudo femenino, la naturaleza…

La obra del pintor francés es impresionista, pero no es impresionista al uso, tal como conocemos el movimiento nosotros. Renoir pretende recoger en cada trazo la belleza innegable de todo lo que se encuentra a su alrededor, deteniéndose en ocasiones en detalles muy finos, de los que probablemente otro no se percataría, como un jarrón que aparece en una estantería, detrás del motivo, un tirante caído en el hombro de una mujer, con la que juega de manera sublime al erotismo, o un paipái estampado en la mano de una de sus modelos…

Sin embargo, no por ello deja de lado lo que se considera el impresionismo “de manual”, por llamarlo de alguna manera. El paisaje, género clásico en este tipo de pintura, queda perfectamente representado por el autor en alguna de las obras que podemos contemplar en esta retrospectiva, como El puente de Chatou, La bahía de Nápoles al atardecer, o algunas puestas de sol con colores cálidos.

Entre las obras seleccionadas para la exposición se encuentran, según los organizadores, las dos más importantes: Palco en el teatro y Muchacha dormida, pintadas ambas en 1880. No obstante, mi ojo poco crítico, más bien de espectador de a pie, se quedó con otras dos bastante diferentes: Mujer leyendo, de 1891, en la que una joven lee de espaldas, aparentemente sin percatarse de que la están pintado, pese a que la composición sea perfecta y parezca totalmente estudiada; y Autorretrato (1897), en la que el pintor se dibuja ya mayor, con una pulcra barba blanca y un sombrero, y en la que, desde mi punto de vista, los trazos son tan suaves que la pintura es perfecta.

Pasión por Renoir permanecerá en el Museo del Prado hasta el 6 de febrero. La entrada tiene un precio de 8 euros, la general, y de 4 la reducida, y da derecho a ver la colección permanente del museo. El horario es de martes a domingo de 9 a 20 horas, con el último pase a las 19 horas.

Publicado en La Huella Digital

Harry Potter se hace adulto

Harry Potter y sus amigos se hacen mayores. Es algo que venimos viendo desde que comenzó la saga de películas, con la que los protagonistas han crecido. La evolución en la trama es similar. Siempre pensé que la saga Harry Potter maduraba conforme se iba llegando al desenlace. Es por ello que me parece una gran obra literaria. Crea un mundo complejo y completo, y además hace sufrir a este cambios y evoluciones (o involuciones).

Esta vez llega a la gran pantalla la primera parte de la séptima entrega: Harry Potter y las reliquias de la muerte. La historia termina de madurar en esta entrega y la guerra que se avecina empieza a palparse con multitud de hechos en el mundo mágico, que recuerdan a los prolegómenos de nuestra ya vivida segunda guerra mundial. Desde siempre pensé que la saga era un fiel reflejo de la etapa de entreguerras, el ascenso del nazismo y ese oscuro periodo histórico.

Harry Potter y las reliquias de la muerte se desarrolla fuera del castillo de Hogwarts por primera vez desde que los tres amigos entrasen a aprender magia hace unos años. Dirigida por David Yates, es la película más oscura de todas las que se han realizado hasta ahora, con abundancia de elementos góticos y una atmósfera gris que ayuda a adentrar al destinatario en ese ambiente de preguerra que se empieza a palpar en el mundo mágico. En este contexto, existe una escena que por sí sola merece la pena toda la película y que narra el desahogo de Harry y Hermione de todo lo que están viviendo para su tan pronta edad. La escena del baile de los dos amigos.

Es una época de cambios. Ha llegado el momento en el que empiezan los posicionamientos y, pronto, se empezará a ver quiénes son los que están de un lado y quiénes del otro. Mientras tanto, Harry, Ron y Hermione se lanzan a la búsqueda de los horrocruxes, los pequeños objetos en los que Voldemort esparce los siete trozos de su alma, con la idea de destruirlos en nombre del malogrado Dumbledore, que antes de morir legó a los chicos unos valiosos objetos: a Ron un desiluminador, que desempeñará un importante papel, a Harry su inseparable capa invisible y la snitch dorada que capturó en su primer partido de quidditch, y a Hermione un libro de cuentos y fábulas de Beedle el Bardo. Estos elementos constituirán una línea de seguimiento del argumento en toda la obra.

No obstante, esta película (o libro) no se centra tanto en los chavales, sino que también deja un importante lugar al contexto en el que se encuentran. Los mortifagos han tomado el ministerio de Magia y están obligados por el Señor Tenebroso a llevar a Harry Potter vivo ante él, el mundo está atestado de carroñeros, que buscan y secuestran en nombre de Voldemort tanto a magos contrarios al régimen como a muggles, catalogados por ellos como sangre sucia.

La película hace honor suficiente al libro –en toda la saga es así-, y no deja al libro a baja altura, sino que lo sigue bastante bien y respeta en todo momento el argumento y la secuencia de hechos, salvando algunas pequeñas licencias. Mucho más cargada de acción, como se preveía después de ver Harry Potter y el misterio del príncipe, la película nos deja una expectación grande ante la segunda parte y definitiva que se estrenará el año que viene por estas fechas y cerrará la saga.

Publicado en A mí películas

lunes, 22 de noviembre de 2010

El baile de la venganza

El baile. Irène Némirovsky. Ediciones Salamandra. 94 páginas. 10 €.

La venganza se sirve fría. Tópico donde los haya, pero que evidencia una gran verdad se mire desde el punto de vista que se mire. En estas 94 páginas la escritora Irène Némirovsky relata una de las venganzas más crueles y despechadas que podemos encontrar: la de una adolescente hacia sus padres.

Es el primer cuarto de siglo XX y la familia Kampf reside, rodeada de placeres y lujos, en París. La familia, que es profundamente rica, no tiene, en cambio, algo mucho más preciado que el dinero: el reconocimiento de la Alta Sociedad francesa. Pero no tardarán mucho en ostentarlo también, pues como a menudo suele pensarse, no hay cosa que el dinero no pueda comprar.

Así pues el señor y la señora Kampf organizan un baile para dos centenares de invitados, entre los que se encuentra lo más selecto de la burguesía francesa de aquellos tiempos. Aquel será el acontecimiento que permitirá grabar, de manera definitiva, el nombre de los Kampf entre las familias más poderosas de Francia.
Sin embargo, no viven solos los Kampf. Además de los criados, con la inglesa miss Betty por encima del resto, en la casa reside la hija del matrimonio, Antoinette, de catorce años, que se muere de ganas de acudir, aunque sólo sea unos minutos, al baile en su casa. Pero la señora Kampf, que sigue viendo a su hija como una niña sin edad para este tipo de fiestas, no está dispuesta a dejarla acudir.

De esta manera, ordena a su hija no aparecer por el salón, mientras ésta le ayuda a rellenar las invitaciones que habrán de enviar a los asistentes. Este gesto hiere la moral de la hija adolescente, que ve como se llevan a cabo los preparativos del baile, desde un puesto alejado, sabiendo que no podrá disfrutar de la fiesta.

Entonces, con un simple e impetuoso gesto, en un arrebato, provocará una situación desesperada y desesperante, que vivirá desde un lugar cercano y alejado a la vez, y que desembocará en un brillante final, dramático e hilarante a partes iguales.

La autora ucraniana cuenta en pocas páginas la complejidad de una relación materno-filial en los primeros años del siglo dentro de una familia aburguesada, que busca el reconocimiento de la sociedad. Además se adentra brevemente, pero de manera muy profunda, en las relaciones matrimoniales en aquellos años.

Una novela corta imprescindible de una de las escritoras más importantes del siglo XX, como demuestra la recientemente publicada Suite francesa (2004), conservada por sus hijas en un manuscrito después de su muerte, en 1942 a manos del nazismo, en el campo de concentración de Auschwitz.

Publicado en Pero Libros

lunes, 15 de noviembre de 2010

Un archivo fotográfico en las manos

Década. Phaidon Press. 512 páginas. 39’95 €.

Todo fotógrafo o encargado del apartado de imagen siempre desea un gran archivo dónde encontrar lo que necesita. El periodismo precisa de ellos como los peces el agua. Phaidon Press está consiguiendo crear un archivo memorable con sus publicaciones sobre fotoperiodismo. Esta vez le toca el turno a Década, un atractivo libro que recoge más de 500 fotografías de prensa de los últimos años.

Tras el éxito arrollador de Century, y siguiendo la misma línea, Década hace lo mismo que su predecesor, con la única diferencia de que esta vez el periodo es más corto, por lo tanto, permite analizar un poco más en profundidad los hechos más importantes de estos diez años.

Si cogemos esta publicación y la repasamos de principio a fin podemos hacernos una idea visual de lo que han sido estos últimos diez años, los cambios vividos en el mundo y la situación actual respecto a la de una década atrás. Las fotografías precisan de todo lo que necesita un buen archivo fotográfico, los tres elementos imprescindibles: la imagen, el pie de foto y un breve texto de contextualización histórica, que permite al lector entender toda la magnitud de la imagen y del contexto en el que fue tomada.

La diversidad temática en estas imágenes es enorme. Década ofrece documentos gráficos relacionados con el arte, la política, los conflictos bélicos que se han mantenido activos en estos diez años, que no son pocos, los eventos deportivos, el avance de la ciencia y la tecnología… y muchos otros temas que podrás encontrar entre sus páginas.

Llama la atención que no sólo se centra en imágenes periodísticas puras, sino que guarda un pequeño lugar a lo que se ha dado en llamar “periodismo ciudadano”, que ofrece a esta edición una visión de algunos momentos que los fotoperiodistas no han podido recoger en ese instante, y que toman importancia por el contexto que inmortalizan, más que por la propia calidad de las imágenes.

Las fotografías están acompañadas por cinco ensayos iniciales, a cargo de Jonathon Porritt, Christopher Coker, Simon Kuper, Frank James y Christopher Burge; además de un breve texto inicial en cada año, que resume la situación y los hechos más importantes ocurridos en esos 365 días.

La guerra de Irak, los atentados del 11-S y el 11-M, la violencia en Oriente Medio, el primer trasplante de rostro o el recrudecimiento del régimen iraní, son algunos de los muchos acontecimientos recogidos en estas 512 páginas, que se constituirán como un gran referente documental para fotógrafos, periodistas y ciudadanos de a pie, que podrán disponer de un archivo en sus manos.

Publicado en Culturamas

lunes, 8 de noviembre de 2010

Convulsa adolescencia

Agosto, octubre. Andrés Barba. Editorial Anagrama. 152 páginas. 15 €.

¿Quién puede decir que los veranos de la adolescencia no marcan la vida? Andrés Barba seguro que está de acuerdo con afirmarlo. En Agosto, octubre así lo deja patente al menos. Las pandas de amigos, el descubrimiento del sexo y de las chicas, la muerte cercana…

Tomás viaja como cada verano al pueblo donde pasa las vacaciones con su familia. Allí, bajo la tranquilidad de este pintoresco lugar, comienza a suceder la vida, y esta llega con el vestido más negro que tiene en su armario. La tía Eli está enferma y su vida se está acabando y ella lo sabe y lo asume. Su familia atraviesa por un mal momento y es entonces cuando una tarde Tomás descubre una pandilla de amigos en la que ampararse.

Comienza a salir con ellos y, en pocos días, descubre que también hay algunas chicas vinculadas con este grupo de chavales. Todo transcurre con una tranquilidad extrema, propia de la vida de un pueblo, en la que pueden ocurrir las cosas más trágicas del mundo sin que se pierda la apariencia de sosiego.

Esto ocurre en la primera parte, bastante más lenta y larga (100 páginas) que la segunda (40). Aunque parece algo inconclusa, al final de esta el autor hace dar un giro desmedido a la vida de Tomás y con ello a la novela. Tomás se ve envuelto en un episodio de una violencia descomunal el día antes de marcharse de vuelta a Madrid con su familia, cuando tiene un sentimiento de desazón y autodestructividad que le lleva a perderse.

Así, la segunda parte transcurre en la ciudad y con un gravísimo sentimiento de culpabilidad de Tomás, que no encuentra la manera de subsanar el grave suceso acontecido la última noche del verano. Este segundo capítulo, con un ritmo mucho mayor, de frases cortas y concisas, despliega una fuerza narrativa atroz. Tomás busca las maneras de solventar su error y sacarse de la cabeza el último verano, traumático de principio a fin y que ha supuesto el cambio de la niñez a la juventud y el camino a la madurez. Los remordimientos, el recuerdo de su tía, la automutilación, son algunas de las formas que aparecen repetidas en el mes de octubre, y que acaban derivando en la huida de Tomás al pueblo para intentar solucionar el hecho ocurrido en agosto. El cierre de la obra es perfecto.

Andrés Barba ha conseguido algo muy difícil -y lo ha hecho muy pronto- que es conseguir una voz propia y tratar con una tierna dureza una parte de la vida muy convulsa, que es la adolescencia. Su prosa juega con los ritmos narrativos a la perfección y el lector queda atrapado desde el principio en un nudo de metáforas en el que la acción transcurre, como la vida en los pueblos, lenta, pero sin pausa.

Publicado en Pero Libros

domingo, 7 de noviembre de 2010

Parque Europa: un continente en 190.000 metros cuadrados

-Vamos al Puente de Londres –habla una pareja justo debajo de la Torre Eiffel de París.

-Vale, ayúdame a levantarme.

Cualquiera que lea este diálogo sin saber de qué hablo puede pensar dos cosas. O que estoy loco de remate, o siendo más benévolo con mi sentido común, que tengo una poderosa imaginación, un tanto novelesca. Pero no. Ahora esta conversación es perfectamente viable, siempre y cuando nos encontremos en Parque Europa, el nuevo parque recientemente inaugurado por el consistorio de Torrejón de Ardoz.

La sirenita de Copenhague, el Tower Bridge de Londres, el Manneken Pis, el Atomium de Bruselas, la fontana de Trevi romana, con bastantes céntimos en el escaso fondo, o la Torre de Belém, entre otros monumentos europeos, ya tienen su réplica en suelo torrejonero. El parque se inauguró el pasado 3 de septiembre, y desde entonces ha recibido más de 400.000 visitas.

El abanico de réplicas para visitar alcanza los 17 monumentos, algunos de mayor importancia histórica, como la Puerta de Brandemburgo que custodia la entrada principal. Existen, sin embargo, algunos monumentos de menor repercusión entre el visitante, como pueden ser los molinos holandeses, el puente de Langlois, famoso porque Van Gogh lo pintó en algunos de sus cuadros de su etapa francesa, o el teatro griego.

No se queda fuera Madrid, que es la ciudad que más monumentos aporta a esta especie de alegato europeísta tornado en parque y zona de ocio. La puerta de Alcalá, la puerta del Sol y la Plaza Mayor, representan la capital entre tanto monumento europeo. Las réplicas están, por lo general, bastante logradas, aunque parecen ser de cartón piedra endeble cuando te acercas un poco a la estructura.

No obstante, el comité seleccionador de las representaciones ha olvidado, no sabemos el motivo (licencias, consideración personal, simple olvido…), otros atractivos más potentes que alguno de los que sí figuran en la lista. Faltan, a primera vista, el Partenón griego o algún elemento destacado de alguna ciudad como Barcelona. “Hubiese estado bien que hubiesen puesto el castillo ese que está por Austria, que es el de Disneyland… Habrían venido muchos niños con sus padres”, comenta una viandante que pasa por nuestro lado.

Nadie duda de que la apuesta del ayuntamiento es segura en cuanto a visitas y popularidad para el pueblo del corredor del Henares, aunque algunos lo atacan con el pretexto del desembolso realizado, hablándose en algunos entornos de la deuda existente del consistorio. Lo cierto es que aún no se puede valorar la repercusión y la inyección o el gasto que haya podido ocasionar la inauguración de Parque Europa para la localidad.

En cualquier caso, la visita es agradable y merece la pena ocupar una tarde, pues tampoco es necesario mucho más para verlo completo, en navegar por debajo del Tower Bridge o en contemplar el Atomium desde la base de la Torre Eiffel.

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viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Cuánto vale una amistad, Mark?

¿Cuánto vale una amistad cuando en juego hay mucho poder? Sería una buena pregunta para transmitirle al creador de Facebook, Mark Zuckerberg. Tras su invento, verdaderamente fantástico, su popularidad ha crecido al mismo ritmo que los millones que acumula en su bolsillo. Facebook se ha convertido en una de las redes sociales más utilizadas en todo el mundo, con más de 500 millones de usuarios.

La red social desentraña los episodios más importantes de la vida de este joven millonario, desde que empezó a trabajar en el tema de las redes sociales hasta la actualidad. Mark Zuckerberg es una mente brillante, eso es innegable, aunque personalmente, según el guión de la película, deja bastante que desear.

El elemento narrativo principal, un juicio, permite desenmascarar poco a poco cómo se gesta el proceso y se asenta la web en el entorno universitario americano, para después cruzar el charco y llegar hasta las universidades europeas, primero, y a todos los usuarios, posteriormente.

La película nos descubre a un Mark Zuckerberg poco preocupado por los demás, capaz de vender a su mejor amigo, que se erigía como director financiero del proyecto (aunque su función básicamente era aportar el dinero con el que Zuckerberg iba creando la web), y de robar la idea de Facebook a unos alumnos que le contratan para que la desarrolle. Mientras él se supone que está trabajando en el proyecto de los hermanos Winklevoss, va dando luz de manera paralela a Facebook.

Su personalidad traidora e individualista alcanzará su máximo esplendor cuando aparezca en su vida el creador de Napster, Sean Parker, interpretado por Justin Timberlake, que empezará a inculcar ideas que le favorezcan como miembro fundador del proyecto, para así volver a poner su nombre en el listín de ricos y grandes innovadores de la tecnología.

La verdad es que Mark Zuckerberg no sale muy bien parado de este film. Pero esa candente falta de escrúpulos a la hora de actuar le han valido su fortuna. ¿Cuánto vale una amistad, Mark?

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Suspicacias en Pastrana

Cuentan que Felipe II estaba enamorado de la princesa de Éboli. Ni siquiera la realeza puede sobreponerse a estas incidencias. A su vez, la princesa de Éboli, Ana de Mendoza y de la Cerda, viuda ya de su marido, era amante de Antonio Pérez, Secretario de la Corte de Felipe II. Hay multitud de leyendas sobre este triángulo. Algunas dicen que Felipe II y Antonio Pérez eran amantes de la princesa de Éboli y que por eso el monarca encarceló a la princesa de Éboli cuando se enteró, con el pretexto de haber asesinado juntos a Juan de Escobedo, envolviendo su asesinato en temas de alta traición a la patria.

Lo llamativo es la crueldad del encierro de la princesa de Éboli, primero en Pinto, luego en Santorcaz, y finalmente en su propio Palacio de Pastrana, donde murió después de estar cautiva durante los últimos once años de su vida, en 1592. Está claro que lo que llevó a Felipe II a encerrar de manera tan cruel a Ana de Mendoza tuvo algo que ver con Antonio Pérez. Y es la historia la que indica que, efectivamente, mantenían una relación tras la muerte de Ruy Gómez de Silva, marido de la princesa. El rey cortó tajantemente la comunicación postal que mantenían los dos durante el encierro de la princesa en Pastrana y el exilio de Antonio Pérez a Aragón.

En Pastrana aún quedan vestigios de esta época. Si llegas a la plaza de la Hora y te sitúas frente al Palacio Ducal lo podrás ver. En el flanco derecho de la fachada se encuentra el balcón enjaulado desde el que Ana de Mendoza contemplaba durante solo una hora al día la calle y su vida. Esto fue durante la parte final del encierro, en la que la situación de la princesa de Éboli se agravó. El rey obligó a sus hijos y sus sirvientas a salir de Pastrana, y la princesa tan sólo se quedó con su hija pequeña, que la acompañó hasta el día de su muerte.

Felipe II murió en 1598 y a su muerte no se había pronunciado nunca sobre el motivo del arresto de Ana de Mendoza, lo cual alimenta claramente las tesis de sus celos y el amor que sentía por la princesa. No ocurrió lo mismo con Antonio Pérez, que en el tiempo de su arresto estaba acusado de conspiración contra la corona, alta traición y del asesinato de Juan de Escobedo, la misma noche en la que éste irrumpió en la casa de la princesa mientras estaba con Pérez.

La Historia deja lugar a la suspicacia en multitud de ocasiones, sólo se trata de intentar averiguar.

Publicado en La Huella Digital

lunes, 1 de noviembre de 2010

Amar, y escribir, en tiempos revueltos


Una historia iraní de amor y censura. Shahriar Mandanipour. Editorial Lumen. 400 páginas. 20’90 €.

Chico (Dara) conoce a chica (Sara) y se enamora de ella. Algo típico y bastante socorrido en la literatura. Hasta ahí bien, el problema es cuando esto sucede en Irán. Pero, expliquémonos: Dara y Sara son a su vez personajes de ficción dentro de la propia novela de un escritor iraní cansado de no poder escribir una historia de amor en su país y decidido a hacerlo esta vez. Otro problema.

Dara se fija en ella desde el habitáculo para chicos de una biblioteca. Sara es estudiante de literatura iraní en la universidad de Teherán y, hastiada de estudiar los versos de poetas de hace miles de años, solicita en la biblioteca La lechuza ciega. Lógicamente, la biblioteca no tiene libros prohibidos. Es entonces cuando Dara, que la escucha solicitar el libro ve su oportunidad. Intenta llamar su atención colocando un puesto de venta ambulante de libros cerca de su casa, en el que sí está el libro que ella ha pedido. Acaban de escribir la primera página de su novela, sin ni siquiera saberlo.

Durante toda la obra, la historia se divide en dos: la del amor prohibido de estos jóvenes (recuerden que en Irán los hombres y las mujeres tienen prohibido incluso hablar en la calle si no son parientes), y por otra parte la del propio escritor que desea escribir esa historia. El novelista vive inmerso dentro de la tensión de su propia historia, formando parte de ella de manera muy activa, dialogando con los personajes, que incluso a veces se niegan a cumplir lo que este quiere para su novela, y dando giros inesperados y desenlaces extraordinarios a sus episodios.

Shahriar Mandanipour juega con una doble escritura con diferencias tipográficas, de tal manera que una escritura convencional desentraña la manera de escribir la obra, con sus pensamientos, sus intentos de dotar de personalidad a los personajes, y de burlar los controles del ministerio, que impone una férrea censura; y por otra parte, una tipografía en negrita, que a veces incluye frases tachadas y eliminadas por el autor, que constituyen el cuerpo de la novela que el personaje del escritor va culminando con el paso de las páginas. Con este juego, el autor iraní deja perfectamente clara la dificultad de difusión de una historia de este tipo en Irán y la fuerte censura a la que se ven sometidos los creadores, en la que adquiere mucha fuerza el personaje del censor Petróvich.

Mientras las patrullas de la Campaña Iraní contra la Corrupción Social velan porque Sara y Dara -ni ningún joven iraní-, se vean a solas, sea cual sea el lugar, ellos transitan los cibercafés clandestinos, la montaña, o hablan mediante internet, cada vez que pueden. Mandanipour establece una crítica social muy fuerte a la política social iraní y a la sociedad por su conformismo pasivo ante determinadas situaciones que han derivado en la realidad actual de Irán.

Las páginas en negrita avanzan más lentamente que las convencionales, lo cual indica una fuerte presencia del censor en la mente literaria del personaje novelista, que a veces se ve obligado a recurrir a las metáforas arcaicas de los grandes poetas antiguos de la tradición persa, para describir un amor entre dos jóvenes que han nacido en el siglo XX, pese a no poder tener una clara conciencia de ello.

La escritura de Shahriar Mandanipour tiene una gran influencia de la corriente del realismo mágico, aunque en sus páginas realiza todo un ejercicio de literatura contemporánea y de crítica social, muchas veces basada en un humor admirable. El transcurso del libro nos hace ver, además de una historia de amor prohibida, que en muchas ocasiones suelen resultar las más conmovedoras, los mecanismos internos de la novela y las virguerías del autor por saltar la censura y poder publicar la historia en su país. En una ocasión, incluso, fantasea con la idea de que algún año próximo el premio Nobel recaiga en un escritor iraní, pues, según dice, lo merecería tan solo por los ejercicios que debe realizar para lograr la publicación de sus libros sin que se queden en las oficinas del censor.

Cuando una novela y un amor entre dos jóvenes nacen en un lugar con una situación tan compleja, lo demás no importa. Por lo tanto si quieres leer el final te aconsejo que te sumerjas cuanto antes en estas páginas para conocer de primera mano lo que aquí cuento y puedas juzgar por ti mismo.

Publicado en Otro Lunes

miércoles, 20 de octubre de 2010

Los secretos de La librería


La librería. Penélope Fitzgerald. Editorial Impedimenta. 192 páginas. 18’40 €.


Hace poco tiempo leía un texto de un amigo en el que comentaba lo difícil que resultaba la creación de un espacio en el que desarrollar una historia. Como ejemplo de acierto en esta práctica hablaba de la novela de Kirmen Uribe, Bilbao-New York-Bilbao, y del hogar que aparecía y en el cual se sucedían algunos de los hechos de la novela.

Algo similar ocurre con la novela de Penélope Fitzgerald. En este caso el lugar creado a la perfección es el pueblo, aunque introduciéndonos más en el entorno de éste, la librería Old House, que regenta la señora Florence Green. Durante toda la novela da la impresión de que el propio lugar esté situado siempre por encima de los personajes, como si la autora intentase dejar claro que esta es la verdadera protagonista y no los personajes que conviven dentro.

En Hardborough existe un edificio abandonado. La señora Green se decide a montar una librería en ese espacio, ya que el pueblo no goza de ninguna instalación dedicado a este fin, pero en seguida empiezan a asediarle las complicaciones: algunos vecinos del pueblo no conciben el porqué de este nuevo local, las envidias empiezan a aflorar, y por si fuera poco, el edificio, muy idealizado durante toda la trama, tiene su propio poltergeist, digno de película.

Al tratarse Hardborough de un pueblo pequeño, es difícil guardar secretos bajo llave. También esto consigue retratarlo con gran fidelidad Fitzgeralz en sus palabras. A lo largo de toda la extensión del texto consigue captar a la perfección la esencia de un pueblo pequeño, en el que todos los vecinos, o casi todos, se conocen.

Otro de los puntos importantes sobre los que gira la historia es la relación que la señora tiene con su ayudante, la niña Christine. Tiene mucho cariño a esta niña, que le ayuda en todo lo que puede, pero llegado el momento, se tendrá que marchar a seguir con sus estudios fuera, por lo que su puesto quedaría huérfano. La señora se tambalea siempre entre las dudas ante la pérdida de su ayudante y la ilusión por la nueva vida de esta y sus estudios futuros. En algunos momentos la relación que ambas mantienen se asemeja a lo que podría ser una relación materno-filial.

Sin embargo, el verdadero punto de giro tiene lugar sobre el dilema que mantiene la librera sobre si sería aconsejable traer a sus estanterías la controvertida novela, Lolita, de Nabokov. Algunos le aconsejan que sí, pues es una obra maestra, pero otros la advierten de la polémica que puede suscitar, entretanto algunos tratan a toda costa de hacer presión para la negativa de la librera a incluir la novela en su catálogo.

Penélope Fitzgerald crea toda una amalgama de personajes, pero por encima de todo crea un lugar, la librería Old House, desde la que nos desvela algunos de los entresijos del gremio de libreros, desde el punto de vista de una anciana que se aventura a la apertura de una librería en un pueblo durante una época un tanto compleja para la literatura.

Publicado en Pero Libros

lunes, 18 de octubre de 2010

Fotografías mentales

LIGERAMENTE DESENFOCADO - 3

Existe una extraña habilidad creada, casi exclusivamente, para la gente que gusta de la fotografía. Se trata de la posibilidad de hacer fotos en momentos en los que no disponemos de una cámara. Esto quiere decir, realizar “fotografías mentales”.

¿Quién no ha pensado alguna vez: “Ojalá tuviese aquí mi cámara” al ver cualquier posibilidad fotográfica? Me ocurre frecuentemente que camino por la calle cuando, de repente, algo me llama poderosamente la atención. Una imagen está ahí perfectamente preparada para que yo saque el equipo y la inmortalice por las eternidades. Pero en esos momentos nunca tengo cámara.

Entonces es cuando se activa este procedimiento. Me detengo a observar aquello que considero es una buena fotografía. Y la contemplo con tal atención que acaba por interiorizarse de tal manera que es como si verdaderamente hubiese accionado el botón del disparador.

Ocurre así que tengo carretes y carretes repletos de fotografías que nunca he tomado. Paisajes a través de la ventana del tren, retratos de la chica que más me gusta fotografiar, imágenes de músicos y artistas callejeros que hubiese tomado de haber tenido posibilidad… Mi retentiva actúa de esta manera como una especie de galería de exposiciones en la que guardo miles de imágenes que he ido adquiriendo “mentalmente”, y que nunca he llegado a ver impresas o en la pantalla de un ordenador, pero que, sin embargo, puedo rememorar incluso mejor, a veces, que las que sí tomé en otro momento.

Publicado en Culturamas

martes, 12 de octubre de 2010

Ser bueno está muy sobrevalorado

Hace tiempo ya que los dibujos animados, y más concretamente la animación, dejaron de ser exclusivamente material para niños. Por si acaso, la nueva película de animación Gru, mi villano favorito viene para dejárnoslo claro.

Gru es un villano venido a menos que vive apaciblemente en su oscura mansión en el centro de la ciudad. Hace tiempo fue uno de los villanos de más renombre del
mundo. Ultimamente, él y su enorme plantilla de minions -unos pequeños, y muy simpáticos, bichitos amarillos que están a su servicio dentro de la casa- no tienen demasiado trabajo.

Todo cambiará cuando alguien roba la pirámide de Giza. Entonces, Gru se dará cuenta de cuánto prestigio ha perdido en el mundo del villanaje y se planteará un nuevo y gran robo: la luna. Pronto comenzará a trabajar junto a sus incansables minions para dar el golpe.

Sin embargo, la operación se verá fuertemente alterada con la llegada de tres huérfanas a las que Gru adopta con el fin de que le ayuden a robar una máquina a su archienemigo Véctor. Pero las niñas irán moldeando el carácter de un villano que resultará ser no demasiado maligno.

La película tiene una gran factura, con unos dibujos perfectos y una animación exquisita. La historia tiene muchos puntos destacables en cuanto a la narrativa, y está desarrollada con una brillante factura. Como puntos fuertes destacaría, por supuesto, el humor ácido de los minions y los grandes momentos que regalan al espectador las tres niñas: Margo, Edith y Agnes, tiernas y divertidas a su vez.

Como dice la leyenda del cartel: “ser bueno está muy sobrevalorado”.

Publicado en A mí películas

lunes, 11 de octubre de 2010

Los peces y los árboles se parecen

Bilbao-New York-Bilbao. Kirmen Uribe. Seix Barral. 208 páginas. 19 €.

Así comienza la novela de Kirmen Uribe. Desde la primera frase es diferente. El novelista crea una atmósfera tan familiar dentro de sus páginas que su obra se convierte en uno de esos libros que uno quiere seguir leyendo en cualquier momento que tiene, pero en el que a la vez supone una tristeza llegar al desenlace.

El recurso narrativo utilizado por el autor es magnífico. Un viaje de avión entre Bilbao y Nueva York le sirve para dar pie a contar la historia de toda una familia de marineros vascos. Como él mismo dice haber buscado, la historia dista mucho de ser una de esas grandes obras familiares del siglo XIX, en las que la prosa toma todo el protagonismo. Kirmen utiliza, por el contrario, cartas, pequeñas canciones populares, mensajes en la red y diarios… como ejemplo de la ausencia de linealidad de la novela clásica.

Además, el autor plaga sus páginas de historias, reflexiones y anécdotas, que hacen de su lectura algo verdaderamente suave y sencillo, que engancha al lector mientras entreteje la historia. Esta comienza cuando a Liborio Uribe, su abuelo, le dicen en el hospital que morirá y se lleva a su nuera a ver un mural del pintor Aurelio Arteta que tuvo importancia en su pasado.

A partir de este momento se engarzan magistralmente las historias de cuatro generaciones: el abuelo de Kirmen, sus padres, el propio escritor y su mujer Nerea, y, por último, Unai, hijo de ella, que le nace a Kirmen “con trece años”. El hilo argumental gira en torno al misterioso nombre de la embarcación con la que faenaba Liborio: el Dos Amigos. ¿Quién es “el otro amigo”?, se pregunta Kirmen, que descubrirá más de lo que buscaba en su investigación sobre esta cuestión.

Las historias que se van desgranando poco a poco mientras el avión sobrevuela el mundo rumbo a New York son verdaderamente cautivadoras, algunas muy líricas. La poética envuelve continuamente esta novela, que para algunos críticos ya está considerada como uno de los mayores exponentes de literatura vasca. No sé calibrar hasta tal punto, pero desde luego, es una de las novelas contemporáneas que más me han mantenido con la atención en sus páginas.

A lo largo del viaje, aparecerán en las páginas numerosos nombres, entre los que se mezclarán miembros de la familia, como el abuelo Liborio, el padre de Kirmen, José Uribe, patrón del Toki Argia, o su tío Boni, todos marineros; con pintores, artistas y personajes famosos, como Picasso, Aurelio Arteta, Ricardo Bastida, o el político socialista Indalecio Prieto, entre otros. Lo bello de estas apariciones es que en ellas siempre se cuenta una hermosa historia, como la relación amistosa entre estos dos últimos, salvando sus abismales diferencias.

Bilbao-New York-Bilbao, ganadora del Premio Nacional de Narrativa 2009, como galardón más importante entre otros muchos obtenidos, supone un viaje retrospectivo hacia el discurrir de una familia de pescadores, y además un alegato para el recuerdo de una profesión cada vez más en decadencia. Una novela que rompe los moldes clásicos y que tiene un claro olor a mar. Disfruten el viaje.

Publicado en Pero Libros

jueves, 7 de octubre de 2010

Sobre lo complejo del amor

El amor de Erika Ewald. Stefan Zweig. Editorial Acantilado. 107 páginas. 10 €.

Para empezar diré que Stefan Zweig es, desde mi punto de vista, el mejor escritor de novela corta que nunca he leído. Como muestra de ello tenemos Carta de una desconocida, Novela de ajedrez, El candelabro enterrado o la obra que ahora nos atañe El amor de Erika Ewald.

Erika es una joven profesora de piano que vive en Viena, que empieza a encontrarse frecuentemente con otro joven músico, en su caso violinista. Poco a poco va surgiendo el amor entre ellos y sus vistas comienzan a ser mucho más frecuentes que hasta entonces. Erika se va enamorando sin remedio del joven músico, y según parece él la corresponde totalmente.

Pero no hablamos, en este caso de ningún cuento de hadas, con lo que es preciso un desencadenante punto de ruptura sobre el que empezar a desarrollar un nudo y desenlace de la obra. Este punto de inflexión llega cuando el chico le dice que no puede seguir viéndola porque, aunque la quiere, se debe a su arte.

Es entonces cuando el magnífico autor comienza un viaje por los sentimientos de Erika, que pasa por todos los estados de ánimo posibles; desde el alocado amor juvenil y adolescente que siente cuando empieza su relación, hasta el más profundo y doloroso desengaño que sufre por determinadas situaciones.

Stefan Zweig narra, como siempre, de maravilla, los entresijos de la relación amorosa entre dos personas. El autor austriaco desgrana de una manera sublime los sentimientos de sus personajes, que son perfilados minuciosamente. Creo que es de los pocos escritores capaces de dotar a sus personajes de unos sentimientos tan reales y tan puros.

Todos sabemos que del amor derivan una serie de sentimientos, que van desde la mayor pasión existente hasta el despecho más cruel y la venganza más fría que se puedan imaginar. Pero, por si acaso alguien no es conocedor de los complejos mecanismos de una relación amorosa, en todas sus variantes y fases, puede coger esta novela corta -tan sólo 107 páginas- y sentarse durante un rato para disfrutar de la lectura con uno de los mejores escritores que ha dado Austria.

Publicado en La Huella Digital

martes, 5 de octubre de 2010

Fina literatura

Seda. Alessandro Baricco. Editorial Anagrama. 180 páginas. 10’50 €.

Nunca me gustaron las obras de literatura romántica. Con esto me refiero a ese tipo de obras en las que el amor es tan evidente y proclamado en tan alta voz que resulta pasteloso desde cualquier ángulo que lo cojas. Si bien es cierto que respeto este tipo de novelas, y admiro su producción y el trabajo que conlleva escribirlas, por supuesto, pero nunca me atrajeron lo suficiente. Es por esta razón por la que tuve un ligero recelo durante un tiempo antes de coger esta novela y sentarme a leerla. Tras la recomendación de varios lectores, que generalmente recomiendan buenas obras, y de algún que otro personaje, me lancé a su lectura.

Y he de decir que no me sentí defraudado. La primera vez que la leí me embaucó muchísimo la delicadeza que muestra Baricco a la hora de describir las sensaciones, corpóreas o no, de sus personajes. Tan delicada como el tejido que le aporta el título y sobre la que gira la historia que se narra en sus páginas.

Herve Joncour, un hombre francés, que reside en la ciudad de Lavilledieu, se ve llevado por azares del destino al mundo de la industria de la seda. Al poco tiempo de empezar a trabajar, una enfermedad de los gusanos obliga a los empresarios de la industria a plantearse sus negocios en el extranjero.

Para ello se organiza una especie de cooperativa y el encargado de viajar a Japón es el protagonista. Supuestamente, se trata de un solo viaje, pero tan importante que saneará el problema de la seda y la enfermedad de los gusanos en Francia, y además aportará grandes riquezas a los empresarios.

Sin embargo, el viaje deriva en otros viajes a la tierra de los samuráis, y esto es lo que se cuenta en este libro, que en palabras de su propio autor “no es una novela. Ni siquiera un cuento. Ésta es una historia”.

Sorprende la manera de contar el amor sin apenas mencionarlo. Alessandro Baricco cuenta una preciosa historia de amor y deseo haciendo alusiones escasas a lo mucho que una persona quiere a otra o deja de quererla, centrándose más en las sensaciones que experimentan sus personajes y en unas conversaciones muy delicadas, tejidas bajo la tenue luz de los dormitorios de éstos.

Va llegando el momento de dejar de escribir y que cada uno coja su ejemplar de esta novela. Queda poco más de añadir. Tan sólo que la historia transcurre en 1861 y que Herve Joncour tenía, por aquellos entonces, treinta y dos años.

Publicado en La Huella Digital

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Rituales corpóreos

Rodeado de un sitio que a mí siempre me pareció tétrico y mientras el cielo amenazaba con una lluvia temprana. Así es como llegué a la torre de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid, después de pasar los controles rutinarios de seguridad.

La exposición versaba sobre uno de los nombres de moda dentro del mundo de la fotografía en los últimos meses: Isabel Muñoz. La fotógrafa, que recientemente ha ganado el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid, se centra en esta exposición en la relación del cuerpo con la religión.

Isabel Muñoz es una fotógrafa de los contornos humanos. Posiblemente no haya otro artista que se haya centrado más en estudiar nuestra relación anatómica con cualquier fenómeno externo: el amor, la religión… Esta vez, la exposición adquiere cierto tono místico y desde la primera toma de contacto no dejará indiferente a nadie.

La muestra recoge más de 50 imágenes sobre las prácticas místicas de grupos religiosos en diferentes localizaciones geográficas: Irán, Irak, Siria y Turquía. Desde lo más místico a lo más doloroso, llama la atención la serie Nadie Sabe, tomada durante una práctica en Irak, en la que los más expertos en el conocimiento de su cuerpo llevan a cabo prácticas físicas basadas en el dolor, no alcanzadas por los más novatos, y que seguramente no serán comprendidas por los visitantes. Cuesta bastante terminar de ver esta serie de imágenes.

Por otro lado, conforme vamos culminando nuestra ascensión hasta la cúpula del antiguo depósito –tal vez metafórico con la ascensión de estos cuerpos hasta los brazos de su dios- podemos ver la ceremonia de baile de los derviches giradores de Turquía. Un ritual en el que el cuerpo se convierte en el único instrumento de contacto con el dios y en el que llegado un momento determinado, sin dejar de girar, el danzante alza la mano derecha para recibir la gracia de Alá, mientras su mano izquierda está orientada hacia la tierra, para enviársela a ella.

En palabras de Juan Goytisolo: "los derviches giran como peonzas, sus túnicas forman anillos saturnales, el blanco torbellino de los pliegues deviene levitación. Siguiendo las pautas del guía, se incorporan a una u otra de las órbitas planetarias, pasan del equinoccio al solsticio, del invierno al verano: cielos astros, elementos terrestres evolucionan con la ligereza del átomo, su remolino es el de las almas sumisas a la universal gravitación solar".

La exposición concluye en la cúpula con una proyección audiovisual sobre este rito de danza religiosa turca, en el que junto a la música tradicional, una serie de imágenes ponen en situación al espectador sobre el ritual religioso y corpóreo.

Isabel Muñoz puede gustarte o no, pero es evidente que tiene una cualidad muy ansiada por todos: la de no dejar indiferente a ninguna mirada.

“El amor y el éxtasis” estará en la sala de exposiciones del Canal de Isabel II de Madrid hasta el 26 de septiembre. El horario de visitas es el siguiente: de martes a sábado, de 11 a 14 y de 17 a 20:30 horas. Los domingos y festivos, de 10 a 14 horas. Los lunes la sala permanecerá cerrada.

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