Yo no vengo a decir un discurso. Gabriel García Márquez. Random House Mondadori. 160 páginas. 15’90 €.
“Yo no vengo a decir un discurso”, decía el colombiano en su primera aparición ante un auditorio, con sólo 17 años, delante de todos sus compañeros, que se despedían del Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá. Es toda una revelación que refrenda en discursos posteriores. En su segunda aparición pública ya como exitoso autor de Cien años de soledad, entre otras novelas, en el año 1970, dice: “Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea”. Dos años más tarde, en Venezuela: “he venido de cuerpo presente y en pleno uso de mis facultades a hacer al mismo tiempo dos de las cosas que me había prometido no hacer nunca: recibir un premio y decir un discurso.”.
Ese aparente miedo escénico aparece como constante en las intervenciones de Gabo, aunque paulatinamente parecen suavizarse con el paso de los años. Yo no vengo a decir un discurso recoge todos los discursos ofrecidos por el Premio Nobel desde el año 1944 hasta 2007. Y menos mal que se soltó y perdió ese terrible miedo a comparecer, pues sus exposiciones son verdaderas obras lingüísticas y literarias.
El libro recoge entre otros, como no podía ser de otra manera, los discursos de recogida del Nobel, uno de los mejores discursos que se han pronunciado nunca en la Academia de Letras de Suecia: La soledad de América Latina o el breve brindis por la poesía que pronunció durante el banquete ofrecido por los reyes dos días después. Pero, además, ofrece al lector otros textos que escribió el escritor para otros actos como la inauguración de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano o el estreno de la sala de cine de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, la conmemoración de los cuarenta años de Cien años de soledad…
Sin embargo, la recopilación de textos deja la imagen de un hombre comprometido, mucho más allá de la literatura, con la época que le ha tocado vivir, con su país en decadencia, con el periodismo y la destrucción que, a su juicio, suponen las nuevas tecnologías para éste o con el medio ambiente, en discursos realmente bellos. Bellísimo es el que para mí es su mejor texto discursivo: Botella al mar para el Dios de las palabras, que resultó tan polémico, pero acreedor de una lírica y una belleza sin límites.
Durante todas sus intervenciones se consigue ver la evolución del autor, que ya en sus discursos deja entrever muchos de los mecanismos de creación de sus obras, historias y anécdotas que cuenta que después aparecerán en algunas de sus novelas o en sus cuentos. García Márquez se muestra como un buen amigo de los suyos, como desvelan dos discursos escritos en honor a dos grandes personalidades en su vida, Álvaro Mutis y Julio Cortázar. Ambos son de una brillantez exquisita y dejan patente una clara y fervorosa admiración del colombiano hacia sus dos amigos, a quienes recuerda desde las emociones más personales e íntimas.
Yo no vengo a decir un discurso constituye un autorretrato muy vivo y muy verídico, a través de sus propias palabras en el tiempo, de uno de los mejores autores vivos de la literatura universal.
Publicado en Pero Libros
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