Lo que sé de los hombrecillos. Juan José Millás. Editorial Seix Barral. 192 páginas. 17’50 €.
Siempre que tengo que hablar de Juan José Millás suelo definirlo como uno de los escritores contemporáneos con la imaginación más poderosa de nuestro país. El rey de las ocurrencias, como bien saben aquellos que me rodean a los que alguna vez les he sugerido al autor. Desde que leí la primera novela suya que cayó en mis manos, que fue No mires debajo de la cama, siempre he pensado que es un escritor muy fresco. Un escritor y periodista al que hay que leer algo, sin excepción.
Esta vez no traiciona para nada sus principios y vuelve a sorprender con una historia que gana en intensidad y se vuelve más macabra conforme pasan sus páginas. Millás nos adentra en el mundo tibio y pacífico de un catedrático de Economía que ya se ha jubilado, y para el que su vida consiste en hacer la casa, tarea que le da cierta paz espiritual, según comenta, además de escribir algunos artículos periodísticos sobre economía y preparar algunas clases de doctorado que todavía imparte en la facultad. Su mujer, también académica, lucha por un puesto como Rectora de la Universidad, por lo que él pasa mucho tiempo sólo en casa escribiendo sus artículos y realizando estas tareas.
Uno de estos días un acontecimiento rompe su rutina. Cuando mete la mano en su bolsillo para sacar unos mendrugos de pan -acostumbra a guardar algunos para morderlos cuando está nervioso-, saca, además, cuatro o cinco pequeños hombrecillos diminutos que empiezan a corretear por la mesa buscando escondrijo. No es la primera vez que estos seres visitan al profesor, aunque, desde luego, será la más determinante en su vida.
Poco después los hombrecillos, que continúan en la casa, despiertan al catedrático con unas pequeñas cosquillas en su pecho y, he ahí la sorpresa de éste, cuando ve que están fabricando un pequeño doble suyo del mismo tamaño, exactamente igual, que siempre irá vestido como ellos (traje gris, camisa blanca y sombrero oscuro), y que tendrá, a partir de entonces, una constante conexión con él, que verá a través de sus ojos, sentirá a través de sus sentidos, y viceversa. Al principio todo transcurrirá de manera surrealista, incluso graciosa; el profesor visitará, en ojos del hombrecillo, el diminuto mundo de estos seres y experimentará algunas sensaciones que le transportarán de la rutina a un nuevo mundo por descubrir. Pero entonces ocurrirá algo que transformará la historia y la volverá algo más turbia. Al hombrecillo le gustarán tanto las sensaciones vividas que empezará a arrastrar al profesor hacia una espiral autodestructiva que se culminará con una truculenta petición, difícil de llevar a cabo por él, que hará tambalear los cimientos morales del personaje.
Juan José Millás vuelve a crear un mundo peculiar y surrealista, en el que sin embargo coletean muchos trazos de la realidad más desgarradora de las personas. Los vicios, las culpabilidades, las rutinas… Como escribía Juan Cruz, “Millas ha escrito, al menos desde 1994, para contar que es dos, que vive esa dualidad más como un acto creativo que como un drama; su humor, que es abundante, surrealista, absurdo y corrosivo, nace de esa evidencia, que a todos nos afecta y que él ha acogido con preocupación y con júbilo a partes iguales.”. Es complicado encontrar un párrafo mejor para describir una escritura como la del valenciano.
Con una novela corta –no se tarda más que unas horas en leerla-, como nos tiene acostumbrados, rompe con su anterior texto, El mundo, para volver a escribir otra fantasía que no dejará indiferente a ninguno de sus lectores y en la que no faltará nada. Sexo, remordimientos, dobles personalidades, crimen y, por si alguno lo echaba de menos, una pequeña mujer que él describe casi como una diosa, dentro del mundo de los hombrecillos, que será la perdición de su sentido común, al menos del de una de sus dos partes.
Publicado en Pero Libros
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