lunes, 29 de noviembre de 2010

Renoir busca el calor de Madrid

El Museo del Prado acoge este otoño-invierno, hasta el 6 de febrero, la primera muestra monográfica de Pierre-Auguste Renoir en España. El autor, considerado como uno de los máximos exponentes de la pintura impresionista, pintó en vida con tal efervescencia que alcanzó un enorme grado de popularidad entre sus contemporáneos, algo realmente complicado de lograr en su época en el mundo del arte.

La exposición recoge 31 obras del autor, cedidas por el Clark Art Institute de Massachusetts, que posee el conjunto más importante de las obras de Renoir. Durante cuarenta años, Sterling y Francine Clark se dedicaron a adquirir obras del pintor y, gracias a ello, se han convertido en los mayores detentores de su obra. Gracias a ellos, y al préstamo, hoy podemos disfrutar de los cuadros del pintor francés.

En esta muestra, organizada por dicha institución conjuntamente con el Museo del Prado y la Fundación BBVA, se puede observar el gran abanico de estilos pictóricos que atesoró el pintor: retratos, paisajes, desnudo femenino, la naturaleza…

La obra del pintor francés es impresionista, pero no es impresionista al uso, tal como conocemos el movimiento nosotros. Renoir pretende recoger en cada trazo la belleza innegable de todo lo que se encuentra a su alrededor, deteniéndose en ocasiones en detalles muy finos, de los que probablemente otro no se percataría, como un jarrón que aparece en una estantería, detrás del motivo, un tirante caído en el hombro de una mujer, con la que juega de manera sublime al erotismo, o un paipái estampado en la mano de una de sus modelos…

Sin embargo, no por ello deja de lado lo que se considera el impresionismo “de manual”, por llamarlo de alguna manera. El paisaje, género clásico en este tipo de pintura, queda perfectamente representado por el autor en alguna de las obras que podemos contemplar en esta retrospectiva, como El puente de Chatou, La bahía de Nápoles al atardecer, o algunas puestas de sol con colores cálidos.

Entre las obras seleccionadas para la exposición se encuentran, según los organizadores, las dos más importantes: Palco en el teatro y Muchacha dormida, pintadas ambas en 1880. No obstante, mi ojo poco crítico, más bien de espectador de a pie, se quedó con otras dos bastante diferentes: Mujer leyendo, de 1891, en la que una joven lee de espaldas, aparentemente sin percatarse de que la están pintado, pese a que la composición sea perfecta y parezca totalmente estudiada; y Autorretrato (1897), en la que el pintor se dibuja ya mayor, con una pulcra barba blanca y un sombrero, y en la que, desde mi punto de vista, los trazos son tan suaves que la pintura es perfecta.

Pasión por Renoir permanecerá en el Museo del Prado hasta el 6 de febrero. La entrada tiene un precio de 8 euros, la general, y de 4 la reducida, y da derecho a ver la colección permanente del museo. El horario es de martes a domingo de 9 a 20 horas, con el último pase a las 19 horas.

Publicado en La Huella Digital

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