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miércoles, 5 de junio de 2013

La oscura vedette

La gran Marivián. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 280 páginas. 18 €. 

Tras sus Años lentos, libro del año pasado según el gremio de libreros, Fernando Aramburu vuelve con La gran Marivián para cerrar su trilogía de Antíbula, de la que ya habíamos disfrutado Los ojos vacíos y Bamí sin rostro. Con esta novela, el escritor donostiarra cierra el círculo y nos vuelve a adentrar en las totalitarias paredes del régimen colectivista de Antíbula. 

La narración comienza con la muerte y los solemnes funerales de estado que tienen lugar cuando muere Marivián. La gran Marivián, una actriz que transciende de los escenarios y las pantallas. Una vedette que, con el paso de los años y su carrera, se ha convertido en el rostro del régimen colectivista, guiado con mano dura por el camarada Ij. 

Para el narrador la historia comienza con una acusación, cuando se convierte en cabeza de turco por escribir supuestamente un obituario no tan entusiasta como el régimen desearía. Ante la inculpación, por la que se le retira la licencia, él decidirá investigar a fondo la vida oscura de la estrella, movido también por el deseo de encontrar respuestas a la muerte en extrañas circunstancias de su hermano, emparentado sentimentalmente con Marivián. 

Con un estilo narrativo fragmentario, Aramburu nos introduce en la ilusión del documental con entrevistas y testimonios de gente que conoció a la artista (su profesora de teatro, directores que trabajaron con ella…), narraciones de pasajes de su vida, así como sus propias indagaciones en archivos oficiales y bibliotecas privadas. A través de estos pasajes de la vida de Marivián, el autor hace una reconstrucción de la biografía de la vedette, desde su infancia hasta su muerte. 

Pero, como era de esperar, al régimen colectivista de Ij no le hace excesiva gracia esta indagación y el autor pronto notará la presión de la Posepu, la Policía del Pueblo, así como los intentos de desbaratar su investigación o de inducirle hacia pistas falsas de otros periodistas de tendencia contraria, en este caso, católicos, perseguidos también por el régimen antibulés. 

La gran Marivián indaga en el funcionamiento de estos sistemas políticos autoritarios, dando luz a muchas prácticas que no son para nada inventadas, que pueden ser incluso reconocibles de regímenes similares como la URSS estalinista, entre otras, aunque no haga falta remontarse tanto para encontrarlos. Aramburu ha cerrado su trilogía de Antíbula de forma brillante, creando la vida de un personaje muy carismático a raíz de su fallecimiento. 

¿Qué secretos esconde Marivián? ¿Qué le depara el futuro al periodista que investiga? Sólo puedes sentarte, leer y descubrirlo. Es evidente que Aramburu es uno de los escritores más en forma de nuestras letras y, por si quedaba alguna duda en el aire, con esta obra lo vuelve a dejar patente.

Publicado en Punto de Encuentro

lunes, 10 de septiembre de 2012

El lento flujo del temporal

Años lentos. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 224 páginas. 17 €. VII Premio Tusquets Editores de Novela. 

Tal vez una de las empresas más complicadas para un escritor sea la de crear un ambiente y un hogar en los que situar una historia. En Años lentos, brillante ganadora del Premio Tusquets de Novela, Fernando Aramburu consigue superar las dos pruebas y aprueba el examen con mención de honor. 

El narrador, que entonces cuenta ocho años, llega a la San Sebastián de los sesenta para vivir en casa de sus tíos, los Barriola. El barrio es, por entonces, tranquilo: los niños juegan en la calle, los hombres van del trabajo a casa, pasando por el bar –y viceversa- y los jóvenes están, como siempre suele pasar, a sus cosas. 

Pero el País Vasco de finales de los sesenta, como sabemos, fue uno de los lugares más convulsos, sobre todo cuando el franquismo empezaba a flaquear y a tocar fin. Poco a poco vemos de la mano del narrador cómo el barrio va experimentando un cambio. 

La técnica narrativa que utiliza Aramburu es magnífica, por efectiva y poco vista en la escritura contemporánea –no antaño, como recordarán los barojianos o galdosianos, o incluso los lectores del lazarillo-. El narrador cuenta la historia mediante notas que le envía al propio Aramburu para que se ponga a escribir una supuesta novela. Éste completa la historia con unos pequeños apuntes al final de cada capítulo, que contextualizan y estructuran la novela. De esa forma se intercalan las memorias del narrador con las notas para la escritura del Aramburu personaje al que se dirige, creando un panel literario muy jugoso. De igual manera se entrelazan en Años lentos varias historias: la historia de Julen, cada vez más involucrado en las excursiones al monte del seminario; o la de Mari Nieves, tocada por la desgracia de Dios, para deshonra de su familia, entre otras. 

El escritor de San Sebastián nos muestra como en la escritura, al igual que en la vida, nadie es bueno ni malo a jornada completa. No se puede reducir todo a eso. La vida es mucho más compleja y los mecanismos que motivan la reacción de cada pieza son inescrutables. De esta forma, por la ciudad de Años lentos desfilan todo tipo de personajes. La madre, de personalidad fuerte, que se carga el peso de la familia al hombro, el padre pasota que soluciona –u olvida- todo en el Artola, el bar de debajo de casa; la joven Mari Nieves, que anda suelta de cama en cama entregada a la búsqueda de los placeres, o, por último, el tándem formado por el cura Victoriano, fervoroso nacionalista en pro del euskera y de la patria vasca, y el primo del narrador, Julen –el verdadero personaje central de esta obra-, que poco a poco se adentrará peligrosamente en la banda terrorista ETA. 

La novela de Aramburu opera con los personajes de la misma manera que el paso del tiempo lo hará con sus lectores: poniendo a cada uno en su sitio. De este modo, podremos ver la imagen del héroe desolado, solitario, venido a menos, así como el decrecimiento o desarrollo de otros de los protagonistas. Nadie comienza la historia en el punto en el que la terminara, ni siquiera cerca. Los personajes cumplen con un ciclo, un desarrollo vital, lleno de vuelcos y vaivenes hasta el desenlace. 

Como en otras ocasiones, léase su obra Los peces de la amargura, el autor escribe sobre un tema delicado, que además conoce de primera mano: los complejos mecanismos de la sociedad vasca, que por entonces se empezaba a dividir entre los partidarios de la patria vasca y los “españoles”. Una sociedad tan envilecida por la palabrería que, llegado el momento, no distingue entre antiguos amigos, vecinos o, incluso, familiares. Una sociedad en la que los años pasan más despacio y de forma más cruda.

Publicado en Otro Lunes