sábado, 28 de enero de 2012

La ingenuidad frente al sentimentalismo

El novelista ingenuo y el sentimental. Orhan Pamuk. Mondadori. 176 páginas. 20’90 €. 

Lo primero que hay que aclarar sobre la nueva obra de Pamuk es que, aunque esté en la sección de Novela, no es una novela. Sin embargo debe estar en esta categoría, ya que en sus páginas, el Nobel de Literatura reflexiona sobre la manera de escribir y de leer novelas, a propósito de una serie de conferencias que dio en el seminario Norton de la Universidad de Harvard en 2009. 

A lo largo de las casi doscientas páginas, el escritor turco nos desgrana los mecanismos de la escritura –o más bien de la suya- y los diferentes tipos de novelas y novelistas que se ha encontrado en su vida. El novelista ingenuo y el sentimental consta, por lo tanto, de seis ensayos literarios que toman como línea de desarrollo la separación entre poetas ingenuos y sentimentales que ya hizo Friedrich Schiller. 

Para el autor de Estambul, al igual que para el poeta alemán, el novelista ingenuo es aquel que escribe con espontaneidad, sin guión, con cierta naturalidad innata, mientras que el sentimental es mucho más reflexivo, dubitativo y emocional en su escritura. 

A lo largo de las seis ponencias colea esta distinción mientras Pamuk nos habla de su percepción de las ciudades, los personajes o la acción en la totalidad de la novela. Y lo hace mediante un recorrido sobre algunas de las obras que ha leído como lector voraz que se considera. De esta manera, el autor de El libro negro disgrega sobre Flaubert, Crimen y castigo, La montaña mágica o Proust, pero el escritor pone cierto énfasis sobre la escena del tren de Anna Karenina, la que considera mejor novela jamás escrita. 

Por otra parte nos va desvelando alguno de los misterios en su escritura con alguna anécdota o historieta del proceso de creación de obras suyas como El museo de la inocencia. No obstante, ahonda poco el autor en su ego de escritor, y sí lo hace en una idea que considera primordial a la hora de escribir: el centro de la novela. Esta es la parte más importante de la novela, alrededor de la que todo gira, y que nunca se puede obviar. 

Puede parecer que Orhan Pamuk ha escrito un manual de cómo escribir una novela, pero nada más allá de la realidad, los textos de El novelista ingenuo y el sentimental son más bien un reflejo de las consecuencias de las narraciones publicadas a lo largo de la historia de la Literatura.

Publicado en Culturamas

lunes, 9 de enero de 2012

Cortázar, el lector

Cortázar y los libros. Jesús Marchamalo. Fórcola Ediciones, 2011. 112 páginas. 12’50 €.

Pese a mi amor declarado varias veces por el universo cortazariano, no tenía conocimiento de que la extensa biblioteca del vampiro descansaba –pues los libros del escritor eran sometidos a una gran actividad- en la Fundación Juan March de Madrid. Aprovecho una línea para avergonzarme públicamente de ello y, a la vez, agradecer a Jesús Marchamalo el descubrimiento y las próximas visitas que, intuyo, realizaré este invierno allí.

Siempre he pensado que por debajo de un buen escritor hay un lector todavía más notable. No es concebible la Literatura de una sola dirección. En esta pequeña obra, sólo en cuanto a extensión, Marchamalo nos sumerge entre los estantes de la biblioteca que el escritor tenía en París y que Aurora Bernárdez donó a la Fundación tras su fallecimiento.

Dice Jesús Marchamalo que los libros definen absolutamente a la persona que los posee y los lee. Me permito añadir que la forma en que los leemos y tratamos también nos retrata. De esta manera el autor nos va creando un busto figurado del escritor platense a través de los libros. Sorprende la cantidad de anotaciones, digresiones y correcciones que el autor de Rayuela dejó entre las páginas que leía.

No se arrugaba el argentino a la hora de corregir y reprender a sus compañeros de pluma o editores. “Che, Otero Silva, qué manera de corregir el manuscrito, carajo!”, espeta a Miguel Otero Silva, encargado de la edición de Confieso que he vivido, las memorias de su gran amigo Neruda, después de corregir docenas de erratas. No soportaba la mala edición, era un maniático de la corrección ortográfica y la limpieza tipográfica, como nos cuenta Marchamalo.

Julio establece una conversación con cada autor al que lee. Los márgenes se llenan de contestaciones y frases en las que muestra su desacuerdo o comparte la escritura. “A Baudelaire que lo pise un carro, ¿no?”, recrimina a Ezra Pound cuando éste olvida citarlo en su obra.

Pero en Cortázar y los libros se intuye también al Julio más divertido, por ejemplo cuando dibuja un bigote al Drácula de Stoker en la portada. Y también al más tierno, con una dedicatoria para su abuela en la que firma como Cocó, como acostumbraba a llamarle cariñosamente. Es un pequeño homenaje a la vieja. Ese señor corpulento y adorable que algunos dicen que era se deja ver sobre todo en las dedicatorias que le escriben en los libros.

La biblioteca del autor está repleta de obras firmadas. Dedicatorias de sus tres grandes amigos: Neruda, una de ellas empapada, Octavio Paz y Carlos Fuentes, del que cuenta una graciosa anécdota. Varias de las figuras más importantes de la Literatura desfilan entre sus estantes: Lezama Lima, Rafael Alberti, Gabriel García Márquez o María Zambrano, entre otros.

Sin embargo, se atisba el lado más humano sobre todo en las dedicatorias que le escribe la malograda poeta Alejandra Pizarnik. La escritura delicada y sencilla de Marchamalo nos transporta al salón en el que aquel gigante bueno podría haber leído las dulces y atormentadas dedicatorias de su amada Alejandra. “Con la promesa de portarme mejor”, escribe a Julio y Aurora, que velaron siempre por su prosperidad.

Una obrita imprescindible para todos aquellos amantes de la Literatura y sobre todo para los cortazarianos. Gran acierto el acompañamiento del autor de un amplio número de fotografías a las anotaciones, dedicatorias y demás misceláneas. Jesús Marchamalo ha concluido lo que pronto podría convertirse en una obra de culto entre los adoradores de Julio Denis. Sólo nos queda darle las gracias.

Publicado en Otro Lunes

sábado, 7 de enero de 2012

La destrucción del mito contemporáneo


El mapa y el territorio. Michel Houellebecq. Anagrama. 384 páginas. 21'90 €.

Sería complicado determinar, si nos preguntasen, cuál es el tema central de El mapa y el territorio. Depende, como todo, del prisma desde el que se mire. Lo que parece estar claro, y todo el mundo coincide, es que, con la nueva novela del enfant terrible dela Literatura, estamos ante la mejor obra europea de 2011.

El francés nos presenta a Jed Martin, un artista ciertamente extravagante, que se granjeó su fama con una serie de fotografías de los mapas Michelín. Durante casi toda la trama veremos como Jed prepara su nueva exposición junto a su galerista. Se trata de una colección de retratos de gente desempeñando su trabajo, en la cual nos podemos encontrar desde una bailarina de striptease hasta Steve Jobs conversando con Bill Gates en California.

Jed Martin es el personaje que se carga la novela a la espalda. Los temas que se hacen patentes a lo largo de la novela discurren siempre a través de él. El escritor francés utiliza la relación turbia de Jed con su padre, tan ausente como delicada, para reflejar su visión de las relaciones familiares actuales. Utiliza el trabajo artístico y profesional de su protagonista para desenroscar  la especulación y los vaivenes del nebuloso negocio del Arte. Incluso Jed Martin viajará hasta Irlanda para pedirle al propio Houellebecq, que aparece como personaje, un texto para su exposición. Su propia aparición en la novela servirá al autor de excusa para ironizar sobre las relaciones humanas y sobre su propia condición, atribuyéndose una imagen cuanto menos peculiar, y le proporcionará el personaje ideal para realizar su último giro en la trama.

Houellebecq descarta la etiqueta de pesimista que se le cuelga. Para él su Literatura no es pesimismo sino un simple reflejo de la realidad que ve. En El mapa y el territorio vemos familias rotas, eutanasia, el poder devastador del dinero, el ocio ignorante de los individuos, las inocuas relaciones humanas y la diaria invasión de la enfermedad y la muerte. Nada más lejos de lo que vemos en la sociedad occidental. Houellebecq recoge muchos de los mitos de la era contemporánea y juega a destruirlos, despedazarlos, convirtiéndolos en mediocres migajas sin ningún valor.

Es destacable el magistral giro, tan lúcido como macabro, con que el autor dota a la obra en su tercera y última parte, y con el cual parece deleitarse hasta límites insospechados. Por otra parte es bastante provocador el retrato que hace el francés de personalidades reales como editores, galeristas o su colega Frédéric Beigbeder, autor de Una novela francesa, entre otros. Por no redundar en la ácida representación que proyecta de él mismo en su personaje.

El mapa y el territorio gana enteros con cada página que dejamos atrás, hasta llegar a un final sorprendente en el que descubrimos una espléndida última obra de Jed, y un epílogo tan brillante como desconcertante para el lector. En esta novela, ganadora del prestigioso Premio Goncourt, el escritor deja al descubierto muchas luces, pero también muchas sombras, en la que, todos coinciden, puede llegar a convertirse en su mejor obra. 

Publicado en Culturamas