viernes, 31 de mayo de 2013

'Aniverseries'

La revista endos.zero ha sacado su nuevo número, el 19, en el que el tema central son los aniversarios. En su nueva edición (página 48), publico un artículo en nombre de OchoQuince Magazine, que inaugura una colaboración entre las dos revistas.

Aquí lo tenéis:

jueves, 23 de mayo de 2013

Primer número de OchoQuince Magazine


Mi amigo Jorge Dueñas y yo hemos estado trabajando estos meses creando OchoQuince Magazine. Por fin se puede ver el resultado. OchoQuince es una revista digital sobre series de televisión (la que tenéis arriba) que pretende dar un paso más y no quedarse en lo sencillo y lo típico (reviews, opiniones, me gusta/no me gusta...). En nuestro magazine queremos tratar el tema de las series de televisión desde un punto de vista en el que las propias series se entrelacen con otras disciplinas (humanísticas, sociales, científicas...) y analicen las producciones, sus personajes, sus argumentos o cualquier aspecto de ellas desde con una mayor profundidad.

En el primer número de la revista (que podéis leer justo encima de este texto) aparecen dos artículos que yo he escrito: Las sitcoms. El limbo y la realidad (pág. 8) y Olivia Dunham: la fragilidad del caparazón (pág. 38).

martes, 21 de mayo de 2013

Miguel Ángel Hernández: “La indignación se ha generalizado tanto que casi se ha desactivado”


Si te mueves en el mundo del Arte, ya sea profunda o tangencialmente, probablemente su nombre te sea familiar. Miguel Ángel Hernández es autor de varios ensayos y libros sobre crítica de arte, entre los que se destacan Materializar el pasado. El artista como historiador (benjaminiano) o La so(m)bra de lo Real: el arte como vomitorio, entre otros. Además, es profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia y publica de forma regular en revistas de arte, tanto nacionales como internaciones, así como en su reputado blog No(ha)lugar, desde 2006. 

En cambio, para los que pertenezcan más al mundo literario, su nombre comienza a sonar muy fuerte justo ahora. Intento de escapada es su primera novela y en ella tampoco deja de lado el mundo del arte, que tan bien conoce. No obstante, podéis encontrar su narrativa también en los libros de relatos Cuaderno […] duelo e Infraleve: lo que queda en el espejo cuando dejas de mirarte, quizás uno de los títulos más poéticos que haya leído nunca. 

En Intento de escapada, Miguel Ángel Hernández nos cuenta una historia, relacionada estrechamente con el arte, sobre los límites del ser humano y su condición dentro del mundo. Sin duda, una de las novelas españolas a tener en cuenta en este 2013. 

¿Por qué te decidiste por una novela para contar algo relacionado con el mundo del Arte? 

Quizá porque quería “contar” algo que no era totalmente verdad. La novela es el género que mejor permite contar cosas que podrían pasar pero que no han pasado, o que no lo han hecho tal y como se cuenta. Y sobre todo, la novela, a través de la historia que se cuenta, transmite una experiencia del mundo que quizá es más difícil de encontrar en otro tipo de género literario. De todos modos, si decidí escribir una novela fue también por un interés en lo narrativo que viene desde tiempo atrás, y que he ido desarrollando casi en paralelo a mis textos más académicos sobre arte. 

¿Es más sencillo apoyarse en una historia que en un ensayo para hablar de algo? 

Eso no lo tengo tan claro. Al final todo depende de lo que quiera hacer uno y de lo que pretenda transmitir en cada momento. En Intento de escapada yo intentaba sobre todo escribir una novela sobre el aprendizaje de un joven, sobre cómo afronta ciertos desafíos éticos y cómo progresivamente va tomando conciencia del mundo real. El arte es el vehículo que mueve esa transformación, pero la novela intenta ir más allá de las reflexiones sobre el arte para mostrar una experiencia. En ese sentido, en lugar de apoyarme en una historia para hablar de algo, quizá sea que me apoyo en ese algo –el arte– para contar una historia. 


¿Es el Arte la manifestación que más polémica genera en torno a la sociedad actual? 

Depende de lo que uno entienda por polémica. A mí me parece mucho más polémica la situación política y económica del mundo. Lo polémico y lo catastrófico es lo que vemos todos los días y ya ni siquiera consigue indignarnos, porque la indignación se ha generalizado tanto que casi se ha desactivado. En medio de todo lo que ocurre en nuestra sociedad contemporánea, el arte es algo anecdótico que, como mucho, cierra los telediarios junto a las noticias de nouvelle cousine, con suerte. 

¿Tiene límites el Arte o se puede decir que “vale todo”? 

Por supuesto, el arte tiene límites. Muchísimos. La idea del todo vale sólo se puede manejar si uno no conoce las reglas y protocolos del arte. En arte se pueden hacer muchas cosas, pero hay un sinfín de barreras infranqueables. Afortunadamente existen. Y el artista puede trabajar con ellas. Creer que se trata de un espacio de libertad absoluta es una ingenuidad. Si alguna lección nos enseñó el arte contemporáneo, sobre todo el arte conceptual, es que el espacio artístico no es neutro, ni inmaculado, sino que forma parte de las estructuras de poder. Está tan contaminado como el resto. 

¿Qué objetivo dirías que tiene el Arte hoy en día? ¿Se podría equiparar al que puede conseguir la Literatura? 

No puedo decir cuál es el objetivo del Arte, en general, porque hay de todo, pero sí del arte que me interesa. Y el objetivo de ese arte, para mí, es mostrar que las cosas no funcionan tal y como creemos; es despertarnos, hacernos conscientes de aquello que tenemos frente a nuestros y que no queremos –o no sabemos– ver. El objetivo del arte es hacer visible, hacer consciente. Y a partir de ahí, intentar movilizar, inquietar y transformar la sensibilidad. Ese puede ser también el objetivo de la literatura, de cierta literatura: hacernos mirar y sentir lo que habitualmente pasa desapercibido. Por supuesto, la literatura, como el arte, también puede pretender entretener, satisfacer ciertos deseos... y esto en sí no tiene por qué ser malo; si uno es consciente de lo que hace, claro. 

En Intento de escapada, nos presentas a Jacobo Montes, un artista que recuerda vagamente a Santiago Sierra, ¿tiene influencias de él o de cualquier otro artista concreto? 

Jacobo Montes realiza algunas obras que podría haberlas realizado Sierra. O al revés, Sierra hace obras que podría hacer Montes. Y también comparten una cierta visión del mundo y sobre todo algunas ideas sobre el arte. En ese sentido, Montes y Sierra tienen mucho en común. Pero Montes va más allá de Sierra en muchas de sus formulaciones. Se arriesga más, es más transgresor, y tiene obras muy buenas. Algún crítico ha llegado a decir que Montes es mejor artista que Sierra y que es una pena que no exista en el mundo real. Estaría bien que alguien hiciera sus obras. 

¿Utilizar el Arte como denuncia puede llevar a situaciones tan “comprometidas” como las que vemos en la novela? ¿Existe algún caso cercano? 

Las situaciones que vemos en la novela creo que pueden llegar a suceder en la realidad. De hecho, es posible que hayan tenido lugar situaciones mucho más duras y extremas que las que se muestran. Ciertas acciones de Sierra serían los mejores ejemplos. Pero también podríamos establecer una nómina de artistas y obras que han llevado el arte a ese límite. La única obra de Montes que no es de él, la del perro que muere de hambre –obra del costarricense Guillermo Vargas–, por ejemplo, pone todo al límite. O las obras de maltrato animal de Adel Abdessemel, o las obras con cadáveres de Teresa Margolles… La realidad supera a la ficción. 

¿Sería posible conseguir algo parecido con la Literatura? 

Creo que no exactamente. La potencia del arte plástico se encuentra en el trabajo con lo real, con la vida real. Se pueden conseguir cosas, pero no en el mismo sentido. No se trata del mismo régimen de experiencia. El texto sigue siendo texto. Aun así, yo confío mucho en las palabras. De hecho, es mi territorio. Si no confiase en la potencia de la literatura, dejaría de escribir. Pero también sé hasta dónde puede llegar. Lo que hace Montes es llevar la teoría a la práctica. Lo que hago yo en esta novela es tan sólo la teoría de algo cuya práctica es lo que me resulta incómodo. 

Muchas de las obras que se citan en tu novela tratan de hacer cómplice al que la ve de una “verdad incómoda” para que reaccione. ¿Vivimos en una sociedad tan pasiva que es necesario que nos empujen de esa manera para reaccionar ante una injusticia? 

Creo que es necesario ese traqueteo al espectador. Estamos todos dormidos, hipnotizados, y necesitamos un shock que altere nuestras conciencias. Ese shock, por supuesto, no siempre tiene que ser literal, no siempre se consigue a través de la provocación o de lo terrible, sino que puede ser más sutil, alterando de un modo diferente nuestras condiciones de percepción del mundo. Pero lo que está claro es que sin alteración sólo hay continuidad de la experiencia cotidiana. El arte debe ser una interrupción. Un frenazo, un choque, un accidente. 

¿Estás de acuerdo con Helena cuando dice que “un artista puede ser un hijo de puta”? 

Absolutamente. Que una cosa sea una buena obra de arte no quiere decir que sea una buena acción social. Ética y arte son cosas diferentes. Lo que ocurre es que también es cierto que el espectador debe saber que eso es así, y no creer que el espacio artístico es una especie de estado de excepción donde todo se anula. Uno puede admitir y valorar una cosa en tanto que arte, y repudiarla por las ideas que transmite o por lo que genera. No es incompatible. Aunque es cierto que para eso se necesita un espectador, o un lector, emancipado, activo y capaz de posicionarse frente a lo que ve o lee de modo crítico.

Publicado en Punto de Encuentro

lunes, 6 de mayo de 2013

La necesidad de escribir (o de dejar de hacerlo)

Mr Gwyn. Alessandro Baricco. Anagrama. 184 páginas. 16’90 €. 

“No quiero escribir ni leer más”. Son las palabras de Philip Roth, que anunciaba hace unos meses que abandonaba su relación diaria con la escritura. Imre Kertesz, en esos mismos días, hizo lo propio y renunció al que había sido su oficio durante años. 

Cuando has leído la entrevista a Roth es imposible leer esta obra de Baricco y que el norteamericano no te venga a la memoria. ¿Por qué un escritor deja de escribir? O, más bien, ¿puede hacerlo de verdad? ¿Puede un autor renunciar a la que ha sido su vida durante los últimos años? 

Alessandro Baricco escribe y reflexiona sobre este tema en su última novela, Mr Gwyn, una obra que, como todas las del autor, se empapa de un ritmo pausado y una escritura delicada y fina como la misma seda. 

Jasper Gwyn es un escritor que, un día cualquiera, mientras camina por Londres, tiene una revelación: no quiere volver a hacer todas las actividades que realiza para ganarse la vida. Ese tiempo ya se ha pasado para él. Es entonces cuando, envuelto en una fiebre reveladora, se apresura hasta casa, se sienta frente a su escritorio, redacta una lista de las cincuenta y dos cosas que nunca volverá a hacer, y la lleva al diario Guardian en el que colabora asiduamente. 

“La primera era escribir artículos para el Guardian. La decimotercera era asistir a encuentros con grupos de alumnos aparentando seguridad en sí mismo. La trigésimo primera, dejar que le hicieran fotos con la mano en la barbilla, pensativo. […] La última era escribir libros.” Así de rotundo y con ciertos ápices de humor descubrimos que Mr. Gwyn se ha cansado; no quiere pertenecer a ese mundo nunca más. 

Sin embargo, pronto vemos, tras unas vacaciones en Granada, cómo ese compromiso no va a ser tan fácil para Jasper. El escritor se ve envuelto en una repentina ansiedad que sabe que sólo se quitaría escribiendo. ¿Pero cómo va a hacerlo? No puede rendirse tan pronto, ¿qué hay entonces de su manifiesto? 

En ese momento, Baricco da la vuelta de tuerca necesaria para que su libro se recuerde por un elemento distinto, novedoso. Jasper Gwyn quiere retratar a las personas, pero como no sabe dibujar se inventa una nueva actividad: escribir retratos. Alquila un estudio, le pide a un amigo músico un hilo musical relajante que pueda sonar en bucle continuo, y además, encarga a un artesano de bombillas –otro trabajo inventado, con olor a cierta nostalgia de los oficios de siempre- una especialidad que le ofrezca una luz muy concreta y que, además, se apague por si misma transcurridos unos días. Entonces, el escritor, se dedica a observar a las personas que, durante cuatro horas al día, acuden al estudio a posar para él. Sólo hay dos condiciones: no se puede hablar y las personas han de estar desnudas. Sólo así se las puede conocer de verdad. Mr. Gwyn –o más bien, Baricco- inventa un oficio que permite conocer a las personas interiormente: qué hacen, cómo se comportan cuando están “solas” o, incluso, casi leer sus pensamientos. El escritor alivia así su necesidad de escribir y no falla a su manifiesto puesto que su nuevo oficio no consiste en escribir libros. 

La escritura de Baricco es tan fina que casi podemos intuir el proceso, la lentitud con la que el autor escribió cada palabra. Es, como ya comprobamos en Seda, una escritura con cierta fragilidad que, por momentos, parece que pueda quebrarse en nuestras manos. Mr Gwyn es un canto a la escritura como forma de vida, a la necesidad de expresión de una persona que escribe; necesidad que queda perfectamente impregnada tanto en las palabras como los silencios de la obra.

Publicado en Otro Lunes