Mr Gwyn. Alessandro Baricco. Anagrama. 184 páginas. 16’90 €.
“No quiero escribir ni leer más”. Son las palabras de Philip Roth, que anunciaba hace unos meses que abandonaba su relación diaria con la escritura. Imre Kertesz, en esos mismos días, hizo lo propio y renunció al que había sido su oficio durante años.
Cuando has leído la entrevista a Roth es imposible leer esta obra de Baricco y que el norteamericano no te venga a la memoria. ¿Por qué un escritor deja de escribir? O, más bien, ¿puede hacerlo de verdad? ¿Puede un autor renunciar a la que ha sido su vida durante los últimos años?
Alessandro Baricco escribe y reflexiona sobre este tema en su última novela, Mr Gwyn, una obra que, como todas las del autor, se empapa de un ritmo pausado y una escritura delicada y fina como la misma seda.
Jasper Gwyn es un escritor que, un día cualquiera, mientras camina por Londres, tiene una revelación: no quiere volver a hacer todas las actividades que realiza para ganarse la vida. Ese tiempo ya se ha pasado para él. Es entonces cuando, envuelto en una fiebre reveladora, se apresura hasta casa, se sienta frente a su escritorio, redacta una lista de las cincuenta y dos cosas que nunca volverá a hacer, y la lleva al diario Guardian en el que colabora asiduamente.
“La primera era escribir artículos para el Guardian. La decimotercera era asistir a encuentros con grupos de alumnos aparentando seguridad en sí mismo. La trigésimo primera, dejar que le hicieran fotos con la mano en la barbilla, pensativo. […] La última era escribir libros.” Así de rotundo y con ciertos ápices de humor descubrimos que Mr. Gwyn se ha cansado; no quiere pertenecer a ese mundo nunca más.
Sin embargo, pronto vemos, tras unas vacaciones en Granada, cómo ese compromiso no va a ser tan fácil para Jasper. El escritor se ve envuelto en una repentina ansiedad que sabe que sólo se quitaría escribiendo. ¿Pero cómo va a hacerlo? No puede rendirse tan pronto, ¿qué hay entonces de su manifiesto?
En ese momento, Baricco da la vuelta de tuerca necesaria para que su libro se recuerde por un elemento distinto, novedoso. Jasper Gwyn quiere retratar a las personas, pero como no sabe dibujar se inventa una nueva actividad: escribir retratos. Alquila un estudio, le pide a un amigo músico un hilo musical relajante que pueda sonar en bucle continuo, y además, encarga a un artesano de bombillas –otro trabajo inventado, con olor a cierta nostalgia de los oficios de siempre- una especialidad que le ofrezca una luz muy concreta y que, además, se apague por si misma transcurridos unos días. Entonces, el escritor, se dedica a observar a las personas que, durante cuatro horas al día, acuden al estudio a posar para él. Sólo hay dos condiciones: no se puede hablar y las personas han de estar desnudas. Sólo así se las puede conocer de verdad. Mr. Gwyn –o más bien, Baricco- inventa un oficio que permite conocer a las personas interiormente: qué hacen, cómo se comportan cuando están “solas” o, incluso, casi leer sus pensamientos. El escritor alivia así su necesidad de escribir y no falla a su manifiesto puesto que su nuevo oficio no consiste en escribir libros.
La escritura de Baricco es tan fina que casi podemos intuir el proceso, la lentitud con la que el autor escribió cada palabra. Es, como ya comprobamos en Seda, una escritura con cierta fragilidad que, por momentos, parece que pueda quebrarse en nuestras manos. Mr Gwyn es un canto a la escritura como forma de vida, a la necesidad de expresión de una persona que escribe; necesidad que queda perfectamente impregnada tanto en las palabras como los silencios de la obra.
Publicado en Otro Lunes
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