Nunca te dejaré morir. No. Porque en tu franja vive el recuerdo de mi abuelo y viven mi padre y mi hermano. Porque haces vibrar incluso a mi madre aunque nunca lo reconozca. Porque desde que tengo uso de razón te conozco y nunca se me ha pasado por la cabeza abandonarte. Porque los amigos de verdad son los que en los malos momentos no te dejamos. Porque sin ti, Rayo, la vida no sería igual. No te abandonaré porque desde que era pequeño y decía que mi equipo era el Rayo, mis compañeros se reían de mí y me miraban por encima del hombro, porque no era del Madrid o del Atleti, y tú, amigo, tú nunca me abandonaste.
No te abandonaré porque tú eres Vallecas y, por tanto, mis raíces. Porque tú me has visto crecer, me has enseñado a encajar las derrotas, que llorar a veces no es malo, pero que hay cosas más importantes mientras tú sigas vivo. Porque también a veces ganamos juntos y besé tu escudo. Y entonces pensaba que nunca ibas a morir. Pero no, no vas a hacerlo. No te íbamos a dejar morir porque ahora que corrías peligro, mi hermano, mi padre, yo, y otras diez mil espaldas estaban sujetándote aunando fuerzas. Porque entre todas ellas hay una garganta que te alienta por encima del resto desde la cabina 18 de Vallekanfield y se merece todos mis honores y respeto, como ejemplo a seguir que supone. Y un Dios que recorre la banda con alegría y se desgañita con cada gol de su equipo, aunque el año que viene lo hará lejos. Se lo ha ganado y siempre vestirá con una franja roja cruzando el pecho por debajo de la camiseta que defienda.
Porque la vida pirata es la vida mejor. Porque cada vez que no puedo ir a verte estoy pendiente de ti y de que me hagas sonreír un momento en la distancia. No estoy pensando en irme porque sé que tú no perteneces a ningún dueño y que eres el mejor amigo de la afición. Porque siempre escuché que eras el equipo del barrio obrero. He visto como tumbabas al gran Madrid, al Barcelona, Atlético, Sevilla… Eras, y siempre serás, el matagigantes. Porque tú paseaste el nombre de un barrio humilde y de gente sencilla por todo el continente y toda Europa se enteró de que hay una pequeña barriada de corazón franjirrojo. Y nos hiciste sentir grandes. Y porque sé que si seguimos abrazándote ahora que lo necesitas pronto volverás a estar en ese Olimpo.
No vas a morir, pero ya ni eso importaría porque en la esquina de Vallekanfield reza una pancarta: Si jugaras en el cielo, moriría por verte. Y así es, porque allí estaríamos los de siempre, los diez mil, o al menos los que no te abandonamos en tu descenso al infierno del que resucitaste al cuarto día. Porque no existen aún las Termópilas que nos dificulten el camino, ni ejército que nos doblegue; y siempre que exista un bucanero con ganas de pelear se librará una batalla. No existe la rendición ni la retirada. Sólo la lucha hasta la victoria, porque los que son luchadores tienen solo eso en mente. Jamás te abandonaría porque me enseñaste la valentía, el coraje y la nobleza y porque cuando el Nuevo Vallecas ruge te lleva en volandas y asusta a cualquiera.
Porque comencé a escribir estas palabras con el sentimiento de un barrio allá por marzo, cuando más peligro corrías y todos sentíamos el miedo a perderte. Y sé que, cogiendo mi pluma con fuerza y ahínco, entonces perseveraban por detrás de mi mano las de mi abuelo, allá donde esté, las de mi padre, mi hermano, mi madre, mis amigos con los que comparto esta bendita locura cada fin de semana. Y ahora que hemos llegado a la meta y aún nos sobran dos kilómetros quería que fuesen públicas. Porque nuestro propio Giggs, Michel I de Vallecas, volverá a engalanar con su zurda las porterías de Primera División. Porque ya no tengo miedo, otra vez me has demostrado que siempre te levantas tras cada caída y porque Vallecas volverá a estar en la cartografía de los buques más grande. Como puerto pirata, infranqueable, en el que quince mil gargantas fieles alentaremos hasta tu victoria.
La vida pirata, la vida mejor…
Publicado en Palco Deportivo
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