El cortejo fúnebre más alegre jamás contado. Con esta frase se podría definir el espectáculo Corteo, del Cirque du Soleil, que alberga Madrid esta primavera hasta el 5 de junio. La historia es aparentemente sencilla, poética, de esas que enamoran y asombran al primer instante. El ambiente y la escenografía ayudan.
“Lloren, lloren, esto es un funeral”, dice el maestro nada más empezar el show, entre el público. Y así es: Mauro, un payaso, imagina su funeral, en algún lugar atemporal entre el cielo y la tierra. Pero no es funeral al uso, sino todo lo contrario. Nadie llora pese a la advertencia del maestro. La velada se convierte en un cortejo (corteo en italiano) carnavalesco y alegre en el que todos los amigos de Mauro desfilan para despedirle.
El velorio se llena tanto de payasos, enanos y gigantes, como de acróbatas y equilibristas, malabaristas y saltimbanquis, o músicos de especialidad diversa. La ascensión de Mauro a los cielos transcurre dócilmente entre números circenses, mientras los ángeles de la guarda le custodian desde arriba. En esta secuencia de despedidas y reencuentros, Mauro alcanza a entender de manera imperfecta lo que es la vida y la imperfección que ésta nos reserva en sus entrañas.
Antiguos amores que se despiden, gigantes que claman al cielo la marcha de un amigo, pequeños payasos que ensayan por última vez a su lado, un recuerdo a la infancia y la madre ya ausente, el baile del enamoramiento… Corteo es poesía. Representa la vida, es la esencia de lo que hacemos desde que nacemos hasta que un día nos toca ser el protagonista de un velatorio, imaginado antes o no.
El espectáculo teatral se alterna con la gran obra circense del sublime elenco del Cirque du Soleil. Y ninguna desentona con respecto de la otra. La mezcla de elementos obliga a las manecillas del reloj a correr con excesiva presura mientras el público, uno más en la despedida, atiende las destrezas de los maravillosos artistas que conciertan semejante espectáculo.
Por si fuera poco el trabajo que no se ve es maravilloso. Las luces conforman un arte más dentro de las variedades del circo, dando el punto exacto de luz que necesita cada momento la escena, mientras que el apartado musical, en riguroso directo, nos deja con la boca abierta. Su director Daniel Finzi Pasca puede sentirse orgulloso del gran espectáculo que ha conseguido concebir.
Corteo es Arte, con mayúsculas, del que cada vez va quedando menos, de aquel que unos dicen ya muerto. Un circo auténtico, genuino, que nos hace viajar de regreso a la infancia, algo harto difícil, y que por el espacio de dos horas nos llevará a olvidar cualquier problema recordándonos algo tan trágico como la propia muerte. Paradójico.
El Arte aún no ha muerto. Gracias señor Finzi, gracias Cirque du Soleil.
Publicado en La Huella Digital
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