La mujer de sombra. Luisgé Martín. Anagrama. 232 páginas. 16’90 €.
Luces y sombras. Tal vez esa corta expresión sea la mejor definición que encontremos para el ser humano. Todos tenemos secretos y, por lo general, tienen un magnetismo mayor que el de todo aquello que sí dejamos ver. Sin embargo, cierto es también que, en la mayoría de las ocasiones, es preferible no conocer según qué cosas.
La mujer de sombra ahonda en ese pantano de los secretos, en ese “cenagal” que es la vida, “una emboscada” en la que cada persona tiene siempre más de un rostro. Luisgé Martín nos transporta a los más bajos instintos de los hombres, a la perversión, el sexo y la violencia, y simultáneamente nos habla del amor, la verdad o el mecanismo oxidado de las relaciones humanas.
Guillermo es un hombre felizmente casado con Olivia, cuyo verdadero nombre es Nicole. El matrimonio cuida de su hijo Erasmo y lo educa desde el amor y los libros. Todo sería idílico si no fuese porque él tiene una amante. Pocos días antes de fallecer en un accidente de coche, Guillermo se derrumba y le cuenta todo a su amigo Eusebio. Ella es Marcia, una mujer dominante, con la que él traspasa semanalmente la delgada línea que separa el sexo del dolor y la humillación. Ella es el secreto inconfesable de Guillermo.
Tiempo después de la muerte de su amigo, Eusebio decide lanzarse en búsqueda de esa mujer a la que Guillermo no podía dejar de ver. Por supuesto que lo consigue, pero él, en cambio, no conocerá a Marcia, sino a Julia, una mujer inteligente, cariñosa y tierna, con la que pronto empezará una feliz vida en pareja. Pero la felicidad es algo relativo.
A partir de entonces, movido por la curiosidad, el morbo y el conocimiento del secreto de Julia, Eusebio se introduce en una espiral depravada e insalubre con el fin de encontrar algún resquicio de esa Marcia que compartía las tardes con su amigo fallecido. Para ello comenzará a frecuentar chats eróticos y a intimar con los allí presentes. Cegado por las ansias de conseguir una confesión que combine a su Julia con Marcia, Eusebio empezará a compartir su vida con drogadictos, voyeurs, chaperos e incluso se adentrará peligrosamente en el terreno de la pederastia.
Luisgé Martín muestra un mundo turbulento en el que la necesidad de saber se convierte en una carretera infernal; un descenso a las profundidades del morbo en el que la culpabilidad adquiere un matiz distinto y la identidad pierde por completo su importancia. Un espacio, en definitiva, en el que cada persona alberga un monstruo, y cada monstruo, un lado tierno.
La novela de Martín es oscura, como ese Madrid en la que está ambientada; hipnótica, como las drogas que aparecen en ella; tan brutal, como las situaciones que narra, y enormemente psicológica. En cada una de las páginas el lector se plantea cada acción, cada contexto, pero a su vez no puede parar de leer: desde la primera página ha sido hechizado por esa misma perversión que, como dice Rafael Reig a propósito del libro, nos lleva a no apartar la vista en un accidente de coche y buscar a la víctima.
Publicado en Punto de Encuentro