“En esta historia todos obtienen lo suyo. El que gana dinero y prestigio con películas, documentales, libros y reportajes sobre la esclavitud de estos chicos, de éste eslabón que todos saben que ahí está, que existe, que es muy real, pero matar vacas es malísimo y comérselas es riquísimo, pero explotar niños futbolistas es malísimo pero ver a tu equipo lleno de nuevas estrellas es maravilloso, y el que muestra eso que nadie quiere ver también gana, porque en la cadena todos ganamos algo. Unos más, otros menos, pero todos ganamos. Esa es la derrota.”
Con este durísimo párrafo podría resumirse el inmenso trabajo de Juan Pablo Meneses en su libro Niños futbolistas. Una trabajo de investigación, englobado en lo que el autor denomina periodismo cash (“comprar y luego contarlo, consumo + escritura”), que destapa un negocio que, como se dice en el párrafo anterior, todos sabemos que está ahí.
El autor se presta a comprar un niño futbolista para traerlo al mercado europeo de los grandes clubes. Sí, aunque suene cruel, aunque se asemeje a negociar con trozos de carne, así es. Se compran y se venden personas igual que ganado para regocijo de los grandes Madrid y Barcelona de turno, por hablar sólo de España.
“En el mundo del fútbol, para ganar dinero es mejor no encariñarse con los chicos. Una de las razones lógicas para dicho consejo es que, según las estadísticas, el niño objeto de la compra muy probablemente no llegará a jugar en un gran equipo. Y encariñarse con un fracasado, dicen todos los del fútbol, es un mal negocio por partida doble: no recuperas la plata, y tienes que mantenerlo aunque no te sirva.”
Y así es. El negocio del fútbol es un estadio lleno de fracasos, de hoyos y tropezones, plagado de chavales que han abandonado su casa, su familia y, en definitiva, su infancia, para terminar con los sueños rotos y malviviendo de cualquier manera. La “maquinaria tragapiernas”, como llama Meneses al negocio del fútbol, queda retratada con la sucesión de historias de jugadores que han sido comprados anteriormente y el análisis del propio proceso comercial que él lleva a cabo, o intenta, durante la escritura de este libro. Son historias tan rocambolescas como la del niño de dieciocho meses que fue “fichado” por el VVV Venlo de la primera división holandesa porque aparecía jugando al balón en un video de YouTube.
Durante toda la obra, una suerte de periodismo tintado con tonos novelados, el escritor sigue y detalla el proceso, desde la investigación del mercado hasta que se efectúa la transacción y los derechos del pequeño jugador pasan a ser de su propiedad. Un proceso similar al de su anterior trabajo, La vida de una vaca, en el que Meneses compraba un ternero para documentar los pasos por los cuales el animal acababa en la estantería del supermercado o en el plato de una familia.
Entre las páginas de Niños futbolistas encontramos conversaciones con agentes sin escrúpulos, con algunos padres de los chavales, con los propios niños futbolistas –el único componente de inocencia con el que nos toparemos–, entrenadores y un largo etcétera de personalidades con influencia a lo largo del proceso. Sin embargo, Meneses no deja de lado otros modelos de gestión del futuro de los niños. Sorprende mucho el caso del Club Social, Atlético y Deportivo Ernesto Che Guevara, en el que aseguran que su principal objetivo es la formación de líderes sociales a través del fútbol. Quizás algunos puedan decir que también es una forma de corromper y manipular la inocencia de los niños, pero desde luego que entre todas las barbaridades propias del negocio de compra-venta puede llegar a verse como un oasis en el desierto.
Niños futbolistas es un libro en el que Meneses trata de no juzgar, para bien ni para mal, sino que muestra una realidad involucrándose en ella. En cierto modo, colabora con ella para retratarla en este libro y que sea el lector quien juzgue lo que pasa, de la manera en la que él crea conveniente y oportuna. La obra del periodista chileno supone un buen pozo de reflexión sobre cómo estamos haciendo determinadas cosas, sobre cómo el deporte ha dejado de ser sólo eso, sobre hasta qué punto anteponemos el dinero sobre las personas. Sin embargo también deja la espina de cómo el resto, los que no ponemos dinero, los demás, la multitud silenciosa que verdaderamente sí existe en ocasiones, nos convertimos en una especie de cómplices de todo ello cuando gritamos un gol cada fin de semana en los Bernabéu, Camp Nou, Monumental o San Siro de turno.
Publicado en Punto de Encuentro