lunes, 26 de diciembre de 2011

Un lugar para la Literatura


Donde se guardan los libros. Bibliotecas de escritores. Jesús Marchamalo. Siruela. 224 páginas. 18’95 €.

Cada lector, igual que cada persona, es un mundo diferente. La galaxia, por tanto, es inmensa y posee diferentes cualidades, manías y costumbres. El periodista y escritor Jesús Marchamalo nos abre las puertas de las bibliotecas de veinte escritores en lengua española y conversa con ellos, que nos desvelan sus manías, gustos y peculiaridades sobre su relación con los libros.

Lo mejor que se puede hacer es leer la obra antes que esperar que aquí se desvele alguno de esos secretos. Flaco favor le haríamos de esta manera a Marchamalo. Sin embargo, sí que podemos decir que la lectura de este libro es muy constructiva y que probablemente tras ella notaremos que hemos empatizado con la manera de ordenar los libros de alguno de los autores o que nos parece que alguno hace verdaderas locuras con ellos. Cuestión de percepción.

El propio escritor cuenta que, a veces, encontrarte lecturas en común te hace tener instantáneamente una opinión más benévola de la persona como lector, se crea un vínculo especial entre ambos. Por eso este libro es, además, de un catálogo sobre las estanterías de otros escritores, un compendio de gustos literarios, de filias y fobias.

El desfile de autores que tiene lugar en estas páginas es inmenso y de lo más dispar. Un Nobel como Vargas Llosa y los restos de sus más de cuarenta bibliotecas, originales de todas las casas en las que ha vivido; sucede a Andrés Trapiello, Clara Janés, la inmensa y pulcra biblioteca de Javier Marías, la divertida anécdota de Vila-Matas y un sin fin de curiosidades de escritores como Gamoneda, Luis Mateo Díez, Savater, Soledad Puértolas o el marinero Arturo Pérez Reverte, entre otros. Son veinte en total los escritores que permiten a Jesús Marchamalo husmear entre su vida, ya que los libros conforman buena parte de nuestra historia.

El autor de La tienda de palabras vuelve a escribir sobre la forma en la que leemos, como ya hizo en Tocar los libros o Cortázar y los libros, de este mismo año. Marchamalo se está convirtiendo en el exponente más prolífico de lo que podríamos llamar meta literatura, esas obras en las que se habla de otros escritores y en los que la propia Literatura se erige como tema central, por méritos propios y del escritor, que cumple con solvencia y brillantez el papel de ojos del lector en esta obra.

Publicado en Culturamas

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Solaris

Solaris. Stanislaw Lem. Editorial Impedimenta. Traducción de Joanna Orzechowska. 296 páginas. 20’95 €.

Aprovechando el 60 aniversario de la primera publicación de Lem, aunque no su primera novela escrita, Impedimenta reedita Solaris, la que tal vez sea su obra más exitosa, traducida por primera vez directamente del polaco. Publicada en 1961, la novela se ha convertido con el paso del tiempo en su obra más conocida a nivel mundial.

Solaris supone una cumbre de la ciencia ficción debido a su estilo narrativo, en una primera persona minuciosa, que por momentos llega a ser agobiante y tensa hasta el extremo para un lector que se involucra completamente en la historia desde la accidentada llegada.

Kris Kelvin acaba de aterrizar con su nave en Solaris. En el planeta sólo hay tres hombres más, residentes en la estación de observación solariana a la que él ha sido destinado. Kris, psicólogo, llega allí para estudiar y analizar las extrañas conductas y actuaciones que están teniendo los demás.

Solaris es un planeta especial, nada parecido al nuestro. Tiene dos soles, y por lo tanto dos amaneceres y dos noches. Asimismo, no posee tierra firme, sino un inmenso océano que, además de estar cargado de elementos químicos, parece tener vida propia y pensar por sí solo.

El espectáculo que se encuentra Kelvin a su llegada no es, ni mucho menos, alentador. Los tres científicos le reciben con desconfianza e incluso con pavor. Snaut está asustado y le rehuye, Sartorius no se atreve a salir de su cubículo y, por si fuera poco, el que sería el tercero, Gibarian, se ha suicidado días antes de su aterrizaje. El desconcierto se apodera del protagonista.

Su reacción cambiará cuando Snaut le hable tímidamente de los “visitantes”, personas que aparecen cuando no deberían estar allí, y él mismo experimente la llegada de Harey, su mujer, que se suicidó años atrás y ahora no lo recuerda. La duda dejará paso a la confianza en el trabajo mutuo y los científicos intentarán estudiar el porqué de que el océano les envíe a estos seres tan reales y se introduzca en lo más profundo de su mente.

Lem crea una partida de ajedrez en la cual la ciencia y la psicología humana intentan ponerse en jaque continuamente. A lo largo de la trama Kris comprenderá que el recuerdo puede ser más fuerte que el sentido común y continuará su investigación con los sentimientos a flor de piel. 

El autor de Ciberiada o El hospital de la transfiguración, entre otras obras, alterna un lenguaje muy lírico, destacable sobre todo en la descripción del primer encuentro de Kris y Harey en la estación; con un lenguaje técnico-científico bastante adecuado, descriptivo y sencillo para el lector. Consigue crear una atmósfera intensa y angustiosa, un nuevo cosmos, en los que Kelvin mastica la dicotomía de lo real y lo irreal, la intensidad del amor y del recuerdo más íntimo y el miedo a la pérdida. 

Stanislaw Lem redactó una tesis novelada sobre las relaciones afectivas, la mente humana y el contacto con otras especies, con la excusa de una obra de ciencia ficción. Admirable creación, sin duda, que ahora recupera Impedimenta para su catálogo.

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sábado, 19 de noviembre de 2011

Vila-Matas: obras incompletas

El viajero más lento. El arte de no terminar nada. Enrique Vila-Matas. Seix Barral. 224 páginas. 17’50 €. 

Vila-Matas es una de esas personalidades literarias especiales, uno de esos escritores que nunca sabes con qué te pueden sorprender. En este caso, la sorpresa es menor, ya que su volumen El viajero más lento de Seix Barral no es más que una recuperación del conocido compendio de ensayos literarios que publicó Anagrama en 1992. En esta reedición el autor, eso sí, completa el conjunto con dos nuevos textos: el epílogo que da subtítulo a la obra, El arte de no terminar nada, y Café Bénabou. En el primer ensayo habla de la posibilidad que ofrece la literatura al lector de continuar él mismo la obra una vez finalizada la lectura. 

Puede ser el subtítulo de la obra –y así mismo el del nuevo texto incluido- una declaración de intenciones sobre lo que supone para Vila-Matas la Literatura: el arte de no terminar nada. Un constante cambio en el que tratamos de sacar algo en claro y encontrar respuestas a preguntas que quizá no las tengan. O tal vez sólo un juego. Muchos de los ensayos contenidos en este volumen tienen mucho de ese recreo. Es más, muchas de sus obras lo tienen. 

En El viajero más lento se atisban ya a lo lejos algunos de los caminos que el autor cogería después con su escritura. Muchos de los personajes que aparecen aquí mencionados serán los que aparezcan en obras posteriores del escritor catalán. Las ciudades son otro de los motivos, e incluso personajes, más importantes de su obra y también intuimos ya su relevancia. Lisboa, Dublín, París o Barcelona, que aparecen en la obra, serán los escenarios posteriores de París no se acaba nunca, Dublinesca o Una casa para siempre, entre otras. 

Una de las virtudes –o de los defectos, bendito defecto en ese caso- de Vila-Matas es la capacidad de hacer literatura de base literaria. Hablar de otros escritores, fundamentar sus obras en otras obras o hacer que giren en torno a la Literatura. Muchas veces he oído que se le critica por hacer algo que muchos llaman meta literatura y que, supuestamente, excluye de la obra a cierto tipo de lector. No lo creo en absoluto: cualquiera que se asome a las páginas de cualquier obra de Vila-Matas, en este caso de la que nos atañe, saldrá con un conocimiento mayor sobre los escritores y sobre los mecanismos de la Literatura en general. 

En El viajero más lento son muchos los nombres de escritores que salen a la palestra, dando muestra de lo que hablaba anteriormente. Conrad, Céline, Adolfo Bioy Casares, Echenoz, Jorge Luis Borges o su admirado Perec, que, entre otros, desfilan impasibles por las páginas de ruta de este viajero de la mano de uno de Bartleby, el escritor que dejó de escribir. Pongamos nuestra confianza en las musas para que Vila-Matas no deje de hacerlo nunca.


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domingo, 6 de noviembre de 2011

Fotonovela

Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer. Maximiliano Barrientos. Periférica. Relatos. 136 páginas. 16’50 €.

Basta con posar nuestra mirada sobre las tapas de esta pequeña obra para que empiece a poner en funcionamiento su mecanismo de seducción. El título es de los que atrapan y hace que ya merezca la pena incorporar el volumen a la biblioteca en cuestión. Si, además, le añadimos una sugerente fotografía de portada, es bastante probable que en cuestión de minutos hayamos quedado tan hechizados por el libro que viaje con nosotros en una bolsa o bajo nuestro brazo.

Efectivamente, el título no miente en absoluto. Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer consta de cinco relatos de personas que son jóvenes al comenzar la historia, pero que van incorporando a medida que esta avanza la sabiduría, cruda y cruel en ocasiones, del propio paso del tiempo.

Cuando somos adolescentes casi todo son victorias, nos sentimos ganadores, pero no sólo eso, sino que no aceptamos la posibilidad de que algo nos pueda hacer claudicar. No contemplamos la idea de ser derrotados. Y si caemos, las derrotas son más pequeñas que cuando crecemos. Los adolescentes –o jóvenes- que describe Maxi Barrientos también tienen estos pensamientos al comenzar la historia. Sin embargo, el tiempo avanza y la vida les infringe duras derrotas en forma de enfermedades, desamores, muerte o distancias insalvables. Se puede decir que este libro descompone esos instantes, esas fotografías, en los que la vida sacude a alguien que, tras recibir el golpe, comprende que la juventud y la belleza no duran eternamente. Son los instantes en los que aparecen las arrugas invisibles, los momentos clave en los que comenzamos a hacernos viejos y experimentados.

Sorprende la juventud del autor al tratar estos grandes temas con el criterio y el estilo aparentemente experto con el que escribe. Sin alcanzar ni siquiera los treinta y cinco, Maxi Barrientos se ha convertido ya en una de las figuras emergentes de la literatura boliviana e incluso del panorama latinoamericano de las letras.

Las historias están cargadas de metáforas sutiles, de amor y ruptura, de encuentros y desencuentros que se suceden a lo largo de los años. No obstante no se puede reducir a un conjunto de relatos que giran en torno al amor y las relaciones. Se trata más bien de los reveses y los giros que nos hacen tambalearnos, si bien es cierto que las relaciones y sus transiciones toman un protagonismo elevado en los cinco cuentos.

Barrientos juega con la idea de los recuerdos. Son a lo que él llama fotos en el título de la obra. ¿Qué son los recuerdos si no fotografías mentales que, voluntariamente –o no-, almacenamos en nuestra memoria visual o sensitiva? El autor boliviano muestra su estilo narrativo fragmentado a la hora de componer una novela puzle, en la que todas las historias ensamblan a la perfección, a pesar de que cada pieza sea distinta y responda a un nombre propio diferente al resto. 

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martes, 18 de octubre de 2011

Los espectros atemporales

Los ingrávidos. Valeria Luiselli. Editorial Sexto Piso, 2011. Narrativa. 144 páginas. 15’90 €.

Todo el mundo busca a alguien en ese lugar tan impersonal que es el subway. La primera novela de la prosista mexicana Valeria Luiselli  transcurre haciendo honor a su nombre, en espacios ausentes de gravidez en los que unos personajes ávidos de rozarse unos con otros se entrecruzan buscando el encuentro definitivo.

Existen novelas que se pueden leer de diferentes formas, tal vez cada persona las lea según su estado de ánimo. Es lo que solemos denominar como novelas o textos fragmentarios, en los que las páginas se suceden sin orden aparente y los personajes van construyendo realidades que bien se podrían comenzar a edificar por el tejado. Así es Los ingrávidos, una novela compuesta por fragmentos de extensiones dispares que se juntan y se distancian al igual que sus personajes.

“¿De qué es tu libro, mamá? Es una novela de fantasmas”. El hijo de la narradora principal es quien pregunta, la mamá responde. Y así es. Si nos ceñimos a la explicación de la narradora, es una novela de fantasmas y reflejos. Dos voces componen la historia.

La narradora, que relata su juventud como editora en Nueva York entremezclada con su vida sin vínculos afectivos del presente, en la que sólo trata de escribir su novela lidiando con las dificultades del día a día. La segunda voz es la del poeta centroamericano Gilberto Owen, del que Valeria Luiselli rescata sus años en la gran manzana, a través de su propia narración.

La joven editora encuentra una carta del poeta en la que descubre que vivía muy cerca de la casa en la que ella reside. A partir de entonces investigará y creará notas sin parar sobre el poeta que fabulaba nuevos grupos literarios junto a Lorca y Louis Zukofsky. La voz de Gilberto Owen hará las funciones de hilo que une las dos historias, que por momentos se tornan paralelas.

La historia del pasado y el presente se liga y se acentúa cada vez que los personajes descienden al metro –el subway-, el hilo conductor que desgrana y vigoriza el pretérito. La joven lee, apoyada en el cristal, cuando de repente se percata que hay un vagón que circula en paralelo al suyo a la misma velocidad. El cristal le devuelve un reflejo de si misma que poco a poco se convertirá en la persona que la mira desde el otro vagón. A su vez,  el poeta Owen observa siempre a la misma chica que lee apoyada en el cristal y, que, en un momento dado, se detiene a observarle un instante.

Sus vidas –o sus muertes- circulan en paralelo durante toda la historia, como si ambos fuesen personajes de la narración del otro, que sólo son capaces de encontrarse en ese purgatorio temporal que supone la red de metro, donde los fantasmas de otras vidas se deslizan junto a los presentes.

La estructura fragmentaria, así como el estilo oscuro de Luiselli, rememoran desde una prudente barrera la hipertextualidad de Julio Cortázar y su obra maestra Rayuela. La novela de la mexicana guarda tantos matices que no debe asustarnos la idea de llevar a cabo una relectura: seguro que en ella obtenemos datos que inicialmente habíamos desestimado o pasado por alto.

Valeria Luiselli se ha erigido como una de las voces más laureadas de la nueva narrativa mexicana. Su literatura supone un soplo de aire fresco para la cultura del país centroamericano, que celebra su primera novela con grandes elogios de la crítica. Pocos escritores que no sobrepasen la treintena consiguen hitos semejantes hoy en día. Sin duda, Los ingrávidos es merecedora de todas las buenas palabras que haya cosechado.


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sábado, 15 de octubre de 2011

La lírica de la ruptura


El final del amor. Marcos Giralt Torrente. Editorial Páginas de Espuma. 168 páginas. 15 €.

Todo tiene su fin, que decía Medina Azahara. Y muchas veces el momento justo en el que algo termina no es el más difícil. A veces ese camino hacia el final es realmente lo más tortuoso y lo más dañino. Ese es el camino que transita Giralt Torrente en los cuatro relatos que nos brinda en esta obra editada por Páginas de Espuma.

Muchas veces en el dolor que sentimos está el aprendizaje más útil de nuestra vida. Es como si fuésemos máquinas diseñadas para extraer lo positivo de aquello que nos debilitase y nos hiciera más pequeños y vulnerables para fortalecernos de cara al futuro.

El final del amor ahonda en cuatro relaciones muy distintas, cada una en su estadio de irresolución, cada una en un mundo distinto, como prueba de la diferencia existente entre los humanos, pese a su aparente similitud.

En el primer relato, Nos rodeaban palmeras, el autor nos sitúa en un entorno exótico, entre dos parejas, en un viaje de placer. Los lugareños se muestran algo amenazantes ante la presencia de éstos, sobre todo el jefe del poblado. Mientras tanto, una de las parejas se empeñan en hacer lo que les plazca, la pareja protagonista se enfrenta a un distanciamiento cada vez mayor que se opone a lo que en un principio buscaban con ese viaje: reencontrarse. Las diferentes visiones nos van llevando frenéticamente a un desenlace y a la vez un desencuentro que intuíamos desde la primera frase y que se cierra con una frase desoladora: Mucho más tarde, en la cama, quise abrazarla, pero se zafó.

Cautivos es el segundo relato y el de más tensión. Posiblemente sea el más duro y el más difícil de olvidar, por ser a la vez el menos usual. Un escritor asiste a la casa de una pareja de antiguos amigos que conoció en Nueva York. En aquella época, la pareja ya parecía vivir una relación un poco extraña en la que cada uno de los amantes vivía un poco distante de la propia relación. Sin embargo, años después, lo que encontrará en esa casa a la que llegará la pareja tras la huida de lo inevitable, será aterrador y dolorosamente tenso.

El tercer cuento de Giralt Torrente, Joanna, describe un amor juvenil prolongado en el tiempo. La desolación de los jóvenes cuando saben que no se verán nunca más o que si lo hacen será de manera fugaz y fugitiva. Joanna es un relato marcado por la violencia que no desprende ni un mal gesto. Un amor de verano. Una serie de encuentros que ninguno de los dos olvidará. Una promesa a diez años vista. Y muchos años después de todo, un locutor de radio que ya ha formado una familia, al que le llega una historia a través de la que recuerda a Joanna, una mujer que creció marcada por la cicatriz.

Por último, el escritor regresa a lo más cotidiano con Última gota fría, un relato sobre matrimonios que se rompen y nunca se niegan el amor. Contradictorias relaciones que sólo parecen funcionar cuando no hay convivencia, cuando no existe tanta obligación. Dos personas que no viven juntas, ya no son matrimonio, pero se quieren más que al principio; y un hijo que fantasea con la idea de que sus padres vuelvan a vivir juntos y así, el nuevo novio de su madre se vaya por fin y vuelva su padre a casa. Como en todos los relatos, un terrible suceso determinará o acelerará el fin de la relación, anticipará el final del amor, aunque en este caso queda el otro amor irrealizable por exceso. Pronto el chico comprenderá que tal vez su deseo no sea lo más adecuado y tendrá que elegir si intentarlo.

Marcos Giralt Torrente ha escrito un pequeño tratado imprescindible sobre el amargo sentimiento que nos aborda cuando algo que hemos querido mucho se rompe. Querer es difícil, pero mucho más difícil es dejar de hacerlo. El autor lo sabe y, lo que aún es más complejo, sabe escribirlo y hacernos partícipes de las sensaciones de sus personajes de una manera asombrosa y con una sencillez que asusta. El final del amor constituye una pequeña obra sobre el amor, que a su vez sobrepasa el amor y todo lo que su fin conlleva. Sin duda, una obra muy recomendable, que obtuvo el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero con total merecimiento.

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lunes, 10 de octubre de 2011

Una gran receta literaria


El cocinero. Martin Suter. Lumen. 336 páginas. 19’90 €.

Martin Suter cuenta tres historias en su novela El cocinero. Acabarán por conectarse, por supuesto, pero partimos de tres líneas en principio distintas, y cada una cuenta algo diferente a la anterior. La ciudad-marco de la acción es la idílica Zurich.

Por una parte esta Maravan, un inmigrante tamil de Sri Lanka que ejerce de ayudante de cocina en un restaurante, pero no desaprovecha sus grandes dotes como experimentador culinario. Por otra parte, muy cerca de él se encuentra Andrea, que sirve en el restaurante, aunque ella es natural de Suiza.

Sus dos historias comenzarán a entrelazarse muy pronto para ocasionar el origen de la trama principal: tras una noche desenfrenada ambos son despedidos del Huwyler, el restaurante de lujo en el que trabajan. Los celos y las envidias del personal y los mandos hacia ellos son la causa. Para Maravan, el despido supone algo mucho más complejo: la situación en Sri Lanka es pésima, con una guerra entre gobierno y grupos de liberación, que impide a muchas familias, entre ellas la suya, la vida normal. Con el cese Maravan se ve obligado a encontrar algo rápido para poder seguir enviando dinero a su familia y medicamentos para su tía Nangay, gravemente enferma.

Andrea, en cambio, sueña con la posibilidad de crear una empresa propia en la que no tenga que estar al mando de ningún jefe y pueda desarrollar un trabajo más libre. Esa idea, además del sentimiento de culpa por el despido de Maravan tras su noche loca, harán que empiece a barruntar la idea de Love & Food. Este nombre corresponde al restaurante de menús eróticos que acabará abriendo junto a Maravan, en el cual atenderán a matrimonios que quieren dar un impulso a su relación, mediante un tipo de gastronomía basada en afrodisiacos y especias, en la que Maravan resulta ser un experto.

Aunque al principio la novela se hace un poco larga por la excesiva explicación de recetas en las que se detiene, poco a poco la cocina va convirtiéndose en el hilo que sigue la historia, pero queda relegada a una especie de segundo plano muy presente en todas las maniobras y conversaciones de los personajes. El momento de la inauguración inesperada de Love & Food es el punto de inflexión en esta tendencia.

A partir de la apertura, Suter nos va dando nociones de la vida de Andrea, pero no del pasado, si no que incluye a la mujer en un primer plano junto a Maravan, con el que le empieza a unir una gran amistad, que él quisiera ampliar a algo más. En breve, entrará en la vida de Andrea, y por tanto indirectamente en la de Maravan, Makeda, una prostituta de lujo etíope que se codea con las grandes figuras políticas, económicas y culturales de Zurich. El restaurante, que marcha bien, poco a poco irá tomando los ápices de un prostíbulo de lujo.

Maravan, de cultura tamil muy conservadora, se verá en un dilema importante entre su moral y la idea del dinero fácil con el que ayudar a su familia. El conflicto se extiende durante toda la obra. Por otra parte conocerá a otra refugiada tamil, Sandana, con la que comenzará una historia intensa, turbulenta y difícil, debido a las diferencias de castas existentes aún en Sri Lanka.

La receta de Suter son, por un lado la historia de Andrea y Makeda, y por el otro la de Maravan y Sandana, que confluyen en la cocina de Love & Food en los largos ratos que ambos pasan juntos elaborando los menús estimulantes para sus clientes y preparando el servicio.

Con la llegada de Makeda, Love & Food entrará en contacto con círculos importantes: desde especuladores en bolsa, banqueros o importantes activos empresariales, hasta empresarios de valores cuestionables que, entre otras cosas, obtienen grandes beneficios del tráfico de armas en Sri Lanka, se citarán con ellos para solicitar su servicio.

El cóctel está servido, las tres historias son los tres platos del menú: Maravan, Andrea y los círculos peligrosos que atrae Makeda al negocio. A partir de entonces se empezará a preparar el postre, con ingredientes inesperados, giros suculentos y un sabor final a drama sin paliativos dulcificado con ciertos toques de comedia muy fina y justicia poética.

Martin Suter nos sumerge en el presente de Sri Lanka sin salir de Zurich y nos deja detalles de la sociedad y la cultura tamil, dibujados con precisión en los conflictos internos a los que someterá a Maravan y a Sandana. Una novela altamente recomendable.

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viernes, 30 de septiembre de 2011

Los fines de semana de Nottingham


Sábado por la noche y domingo por la mañana. Alan Sillitoe. Editorial Impedimenta. 308 páginas. 22’50 €.

Salir, beber, el rollo de siempre, que decía la casi mítica canción. En una narración que me rememoró el tema de Extremoduro, Alan Sillitoe nos transporta al sombrío Nottingham de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Y es allí, en una de las ciudades británicas industriales por excelencia, donde nos presenta a Arthur Seaton, un joven de veintidós años que trabaja junto a su padre en una fábrica de bicicletas.

La existencia en la ciudad es monótona, sobre todo cuando se reduce casi en su totalidad al trabajo en la fábrica, donde las horas pasan lentas delante de un torno. La rutina industrial de Nottingham sólo es sofocada cuando, cada viernes, se terminan las largas jornadas laborales. El fin de semana es el punto de inflexión. Es entonces cuando los trabajadores más veteranos descansan en sus casas junto a sus familias y sus vecinos y los más jóvenes salen a evadirse del trabajo mientras se beben la vida en cualquier jarra de cerveza negra o acuden al estadio de fútbol a animar a cualquiera de los equipos de la ciudad.

Así transcurre la existencia de Arthur, que espera ansioso la llegada del viernes. Pero Seaton no sólo bebe y sale, sin más, si no que además sus ratos libres los pasa metido en peleas e intentando llevarse a la cama a las mujeres de algunos compañeros de la fábrica. Esta forma de vida tan irreverente le hace sentirse libre. No tiene que rendir cuentas a nadie, puede volar por cielo abierto tantas veces como quiera. Sin embargo eso que él cree su libertad no es más que su cárcel. Pronto comenzará a enredarse en sus propias historias y las calles y los pubs de la ciudad se convertirán en una jaula en la que tratará de esconderse de sus propios actos.

Intuimos en Arthur Seaton un alter ego del propio Sillitoe, y no sólo por sus iniciales en común: A. S., sino por lo parecido de sus biografías. El autor de La soledad del corredor de fondo también nació y vivió en Nottingham y fue trabajador junto a su padre de la fábrica de bicicletas Raleigh en la posguerra. No se puede negar que sabe bien de lo que habla. Alan Sillitoe se ha convertido con esta obra en un claro referente para los movimientos sociales británicos.

El escritor dibuja un retrato muy sofisticado del mundo obrero e industrial que legó la Segunda Guerra Mundial, en la que las familias dependían del jornal de los hombres que trabajaban duro en las fábricas de las afueras, y las mujeres quedaban al cargo de los hijos en el hogar. Las idas y venidas de Arthur Seaton nos rememoran a los populares drugos escritos por Burgess en La naranja mecánica, sobre todo al insolente y desquiciante Alex.

La escritura del británico es una muestra de cultivada rudeza. La novela parece escrita a vuelapluma, sin embargo nada le sobra ni le falta a la historia, que nos atrapa cada página en los devenires de Arthur, con el que nos enredamos en sus líos. Sábado por la noche y domingo por la mañana es una de las cumbres de la denominada literatura obrera o industrial británica.

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Tweets centenarios


Novelas en tres líneas. Félix Féneón. Editorial Impedimenta. 224 páginas. 18’95 €.

Cuando era niño recuerdo a una profesora que siempre explicaba que un solo verbo conjugado ya era una historia. “Escribía”, explicaba la maestra, “ya cuenta por sí solo una historia sobre alguien”. Sin embargo, si hoy preguntásemos a algún novelista si es posible escribir una novela en tres líneas, seguramente obtendríamos una respuesta negativa al instante. Félix Féneón no debió pensar lo mismo, cuando, caracterizado por un humor negro y ácido emprendió la escritura de estas brevísimas obras.

Féneón es una de las personalidades literarias más complejas. A su trabajo como funcionario por el día, se unen su bohemia y su conocida faceta anarquista por la noche, que incluso le hizo ser acusado de terrorismo. En 1906, el periódico Le Matin le coloca como redactor de la página de sucesos. Es allí donde nacen todas estas novelas en tres líneas. El autor estará en contacto con asesinatos, peleas, incendios y otros sucesos, y de estos nacerá esta recopilación de textos breves que hoy edita Impedimenta.

De esta forma, se puede decir que las Novelas en tres líneas muestran una mezcla del Féneón periodista y el literato. Se me ocurre catalogar esta obra como un conjunto de titulares periodísticos de tono literario. Una sucesión de entradillas –quizás por su larga extensión como titular- que muestran con un tono sarcástico y fresco, que perdura aún, una parte de la sociedad francesa de principios del pasado siglo.

Algunos lo han tachado como el precursor del sensacionalismo, gracias a la crueldad de los sucesos que narra en estas breves píldoras narrativas. Sin embargo queda lejos de la prensa amarilla por el tono que utiliza, que no pretende otra cosa que ironizar a la sociedad desde la denuncia, la sátira feroz o incluso la simpatía en algunas ocasiones.

En un mundo completamente mediatizado por Twitter, estos breves nos recuerdan a los tweets, lo cual pone aún más de actualidad esta recopilación. Y es que no es necesario ahondar en demasiadas palabras cuando con menos puedes decir lo mismo e, incluso, dejarlo más claro. Hoy podríamos decir que el género que cultiva Féneón en estas notas es el microrelato, tan de moda. Quizás también por eso resulta tan atractiva la lectura de sus micronovelas.

Lo bueno, si breve, dos veces bueno. O eso dicen. En cualquier caso, una reseña no toma nunca vida propia si el lector no decide y se crea una opinión por si mismo. En este caso es más importante que en cualquier otro.

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lunes, 5 de septiembre de 2011

Manual para letraheridos


El amor de mi vida. Rosa Montero. Alfaguara. 272 páginas. 18 €.

Cuando una persona ama la Literatura ésta se puede llegar a convertir en la medicina que nos ayuda a mantenernos vivos ante lo oscuro de nuestro destino. Leer es vivir dos veces, que dijo Gamoneda. Efectivamente, los humanos tenemos la triste certeza de que sólo tenemos una vida y no podemos remediarlo por más que lo intentemos. Es la ley. Sin embargo, como dice Rosa Montero en el maravilloso prólogo que escribe a sus artículos, “necesitamos vivirnos a lo ancho en otras existencias, para compensar la finitud”. Y eso es lo que supone la Literatura, en este caso, o el Cine o el Teatro: la posibilidad de alcanzar varias vidas en el tiempo que nos queda.

En esta obra, la novelista aparca a un lado la pluma con la que escribe novelas para coger la de sus artículos. Pero no esperen encontrar en sus páginas una doctrina o palabras cargadas de academicismo. En estos artículos la escritora escribe como lectora más que como periodista. Nos habla de sus pasiones literarias, de los libros que le gustan, del momento en el que le han llegado las lecturas más importantes de su vida o de esas pequeñas obras que llegan de repente y que suponen un cambio importante en la vida del lector.

Los textos de Rosa Montero, algunos más extensos que otros, según su columna de procedencia, nos transportan hacia el tiempo del autor y de la obra. No se queda la reciente autora de Lágrimas en la lluvia sólo en el sentimiento que le despierta el libro en cuestión, si no que indaga en los porqués de su escritura. A menudo las obras contienen al autor en la medida que el autor contiene a sus obras. Generalmente las novelas de ficción suelen estar basadas en la experiencia propia, aunque después la historia resultante sea fruto de la imaginación del escritor. Rosa Montero nos traslada esos posos biográficos que pudieron llevar a cada autor o autora a escribir sus obras.

En sus páginas podemos impregnarnos del romanticismo de Percy B. Shelley y su brillantísima mujer, Mary Shelley, creadora del laureado y recordado monstruo de Frankenstein, por ejemplo, o de los viajes de Darwin y Joseph Conrad, que dieron visiones tan distintas de un mismo mundo. Los libros que leemos, sobre todo aquellos que nos aportan algo distinto al resto, esos de los que podemos decir que nos hemos prendado, establecen un vínculo con el lector que queda firmemente sellado para el resto de los días.

Por El amor de mi vida desfilan autores de la talla de Pamuk, Burroughs, la rolliza y experimentadora Gertrude Stein, John Steinbeck o Clarín de la mano de la bella Ana Ozores. Pese a tratarse de artículos, la edición del libro está dotada de cierto ritmo, gracias a la alternancia con la que juega en todos los ámbitos. Podemos encontrar una serie de artículos breves, cortados por la inclusión de uno más extenso; obras clásicas como La montaña mágica de Mann o la Lolita de Nabokov, así como novelas contemporáneas como la saga de Harry Potter o la recentísima Lo que me queda por vivir de su compañera Elvira Lindo.

Entre tanto Rosa Montero nos deja pinceladas de sus influencias y de cómo su escritura está condicionada por los patrones de algunos escritores que la han conseguido embaucar como la gran lectora que se revela en estas páginas. La literatura es algo grande, aunque en algunas ocasiones nos venga dada en pequeñas dosis, como deja claro Montero en su texto sobre las llamadas nouvelles.

La autora de obras como Temblor o El corazón del tártaro, entre otras muchas, ha escrito, posiblemente sin haber pensado hacerlo nunca, una fantástica guía de lectura, tanto para los recientemente iniciados como para veteranos compañeros de los libros. El amor de mi vida es un maravilloso regalo para aquellos que, como ella, se declaran miembros de la hermandad de amantes de los libros.

Publicado en Otro Lunes

Amores que se van como el verano


Verano y amor. William Trevor. Salamandra. 224 páginas. 15’90 €.

Hay historias que nunca dejan de contarse. Argumentos que invariablemente de las veces que se repitan, si están bien narrados nos siguen atrapando de principio a fin. Todo lo que pienses seguro que ya está inventado, pero si lo cuentas bien tendrá buena acogida. Podría ser una de las máximas de la Literatura contemporánea. Una de esas historias que pese a la repetición no se agota es la del romance veraniego.

Verano y amor consiste, por encima de todo, en eso. Un amor pasajero y efímero en un apartado pueblo irlandés en los años cincuenta. Ellie y Dillahan viven juntos en un cortijo apartado del pueblo después de casarse años atrás. Ella llegó como sirvienta a la granja de Dillahan y los acontecimientos y comodidades de su nueva vida la llevaron a casarse con el más tarde. Él se dedica en cuerpo y alma al campo y no es muy asiduo de las calles del pueblo. Tiempo atrás, un extraño accidente le hizo perder a su mujer y su hijo y el sentimiento de culpa y el qué dirán le impiden bajar a Rathmoye sin sentirse incómodo y observado en cada incursión. De esta manera, es Ellie la que se encarga de todas las gestiones y compras que hay que llevar a cabo en la localidad.

La vida transcurre sin mucho ajetreo, ellos en la granja, el pueblo en su rutina. Todo cambiará el día del multitudinario entierro de la señora Eileen Connulty, una de las vecinas más queridas de Rathmoye. Allí aparecerá un joven muchacho, que vuelve al pueblo para cerrar la venta de la casa de sus padres. Se trata de Florian Kilderry, un melancólico veinteañero que porta una bicicleta y una cámara de fotos, que se detiene a fotografiar el entierro después de preguntar por el antiguo cine incendiado. Eso levantará las sospechas de los vecinos que se percatan de su presencia, pero sobre todo de la señorita Connulty, que tratará de averiguar quién es.

El principio de la novela es lento. Da la sensación de que Trevor se regocija en la magnífica y elaborada escritura, que nos embauca por completo, pese a que la historia discurre sin ningún sobresalto reseñable. Mientras los Dillahan continúan su trabajo en la granja y Ellie baja a la ciudad en cuentagotas, Florian deambula por las calles de Rathmoye, envuelto en los recuerdos de su infancia y su amor de adolescencia, su prima italiana Isabella. Las primeras cien páginas parecen adentrarnos lentamente en la historia, haciéndonos formar parte de las conversaciones entre la señorita Connulty y sus hermanos, Ellie y Dillahan, o en la búsqueda de Florian de sus viejos recuerdos, como el cine.

Ellie, intrigada por la figura del fotógrafo, buscará la mínima oportunidad para salir a la ciudad y forzar un encuentro casual que le haga conocer a Florian y saber sus intenciones en Rathmoye. Es entonces, con el encuentro, cuando el ritmo de la novela crece, incluso los capítulos son más cortos e intensos. Se empiezan a ver más a menudo y el uno comienza a conocer al otro. Lo demás, todos los sabemos. Enamoramiento fortuito y el final del verano, que nos recuerda que todo es efímero, como la vida misma.

La escritura de Trevor es brillante y con Verano y amor ha cerrado una obra delicadísima y compleja en la sencillez y en la sensibilidad. Una verdadera obra maestra de la literatura irlandesa que nos habla de la rutina, los recuerdos y lo efímero del tiempo mediante un amor pasajero, de los que difícilmente se olvidan.

Publicado en Otro Lunes

Madrid-Nueva York

Don de gentes. Elvira Lindo. Alfaguara. 360 páginas. 18 €.

Nueva York siempre nos trae a la mente las estampas típicas de la ciudad. La clásica pista de hielo del Rockefeller Center, el puente de Manhattan que Woody Allen plasmó en blanco y negro en su película más laureada, el Central Park, los bloques de viviendas a los que se asciende por esas escalinatas tan retratadas en las series…

Pero además la ciudad tiene alma. Ese espíritu es el que recoge Elvira Lindo en su columna, de título Don de gentes. Para los asiduos, el libro sólo es una recopilación de todos sus textos en El País, que ya habrán leído. Para los no lectores habituales Don de gentes supone una visión global de lo que supone la ciudad para la autora y de cómo ve lo que ocurre en su país desde la prudente distancia que le otorga la Gran Manzana.

Lindo nos ofrece una visión que trata de concentrar todo lo que ocurre a su alrededor. Los escritores siempre tienen la capacidad de ver más allá en los pequeños detalles, y las ganas de condensar todo lo que ocurre alrededor en una sola mirada. Algo así como una mirada periférica o panorámica según qué momentos. Sin embargo, sólo los buenos escritores, los que tienen cierta alma poética, disfrutan de la capacidad lírica de plasmarla. Elvira Lindo es un miembro de este último grupo.

Por las páginas de esta obra desfilan grandes personajes como Jeff Bridges, Auster, la familia Soprano, Marilyn y una loca teoría en relación a una forma peculiar de escribir, o el propio Woody Allen y sus personajes adinerados con pocas preocupaciones. No obstante también habla la autora sobre los personajes cotidianos: taxistas, camareros, una mujer que baila desnuda sin preocuparse por el qué dirán

Por otra parte, Elvira Lindo aporta la visión de España desde lo lejos. Es interesante leer las reflexiones de la escritora sobre el premio Planeta, la crisis del ladrillo, los nuevos novelistas del ordenador y todo lo que su vida entre Nueva York y Madrid la permite conocer de primera mano.

Don de gentes es una manera interesante de conocer una forma de vida, una manera de escribir sobre todo lo que ocurre alrededor y un vuelo entre Nueva York y España acompañado de la articulista ácida que un día creó al gracioso Manolito Gafotas.

Publicado en Culturamas

sábado, 6 de agosto de 2011

Sobre Harry Potter en la literatura y el cine



En ocasiones caen en tus manos historias de las que te cuesta desprenderte el resto de tus días. Aprovechando el final de la saga en el cine –en la literatura ya terminó hace unos años- quería sentarme a escribir sobre lo que significa Harry Potter.

J. K. Rowling vivía en Edimburgo, cerca del barrio universitario de Meadows, un bonito parque con aires de campus anglosajón. Una tarde, en la que seguramente lloviese, se sentó en su habitual mesa del Elephant Coffee Shop y comenzó una historia que seguramente no sabía hasta donde la iba a encumbrar, y que años más tarde culminaría en la suite de lujo del Balmoral Hotel en la calle más lujosa de la misma ciudad.

A priori Harry Potter parecía una historia para niños, pero si nos detenemos a pensar en cómo evoluciona la historia, acabamos dándonos cuenta que el final es más propio para adultos que para los más pequeños. Las dos primeras novelas son bastante sencillas, muy de gusto infantil; la tercera y la cuarta, bastante oscuras, en ellas se empieza a vislumbrar el turbio final de la quinta, la sexta y la séptima, que llevan el título en su conjunto a la categoría de obra maestra.


El argumento es aparentemente sencillo: un colegio de magos en un castillo al que todos los habitantes del mundo de la magia han de ir desde los 11 hasta los 17 años a aprender a usar sus poderes. El mundo mágico parece estar tranquilo, pero el colegio de Hogwarts sufre un vuelco cuando llega Harry, el único superviviente al malvado tirano Voldemort, al que derrotó cuando no tenía ni siquiera un año, obligándole a huir y recluirse.

Desde que Harry Potter ingresa en Hogwarts –un colegio para el que se inspiró Rowling en el castillo de Edimburgo y el Georges Heriot’s Hospital- Voldemort comenzará a perseguirle con el fin de derrotarle esta vez y volver a dominar el mundo. Ese es el resumen máximo del argumento de esta obra. Sin embargo, durante los siete años en los que transcurre, la historia se irá cargando de matices y de personajes que la harán especial. No sólo quiere el villano dominar el mundo, si no convertirlo en un lugar únicamente mágico, mediante la limpieza étnica de los muggles, los sangre sucia y todos aquellos que entablen relaciones con ellos, una metáfora que instantáneamente nos trae a la cabeza a otros tiranos de la Historia.

J. K. Rowling nos implica aún más en esta persecución racial escribiendo uno de sus personajes protagonistas con la característica de ser sangre sucia, es decir, hija de personas no mágicas. Se trata de Hermione Granger, uno de los personajes más completos de toda la saga, que evoluciona de ser una sabelotodo un poco pedante a convertirse en una gran luchadora y el mayor pilar en el que se sustentan tanto Potter como Ron Weasley, el otro miembro del inseparable trío. En la película es interpretada por la preciosa actriz Emma Watson, mientras que Ron y Potter son, en orden, Rupert Grint y Daniel Radcliffe.

En los siete años que los chicos pasan en el colegio, Voldemort –un aterrador Ralph Fiennes en las películas-, conocedor de la vuelta de Harry Potter se recupera de su situación un tanto penosa para volver a luchar con el chico de la cicatriz, ya que esa sería la única manera que le queda para ser el amo y señor del mundo otra vez. Pero también descubrimos que Voldemort no ha sido siempre un malvado tirano, sino que tuvo una época de niño en Hogwarts en la que aún era Tom Riddle, y que incluso entabló una relación más especial que el resto con el actual director de Hogwarts, Albus Dumbledore, lleno de sabiduría y como descubriremos a lo largo de la saga, de secretos también.

A medida que avanzamos en las 3665 páginas del total de la historia –o los muchos minutos de metraje- el mundo mágico se va volviendo cada vez más turbio, y las fuerzas oscuras, con los mortífagos como ejecutores y seguidores acérrimos de lord Voldemort, van tomando cada vez más poder, hasta llegar a un desenlace en el que dominan por completo la red de instituciones del mundo mágico y exterminan por sistema a los traidores a la sangre con fuerzas paramilitares. La magia oscura domina incluso el colegio Hogwarts, con Severus Snape como director. Sin embargo, la segunda Órden del Fénix, toma el testigo de la primera, a la que pertenecieron los padres de Potter antes de ser asesinados por Voldemort, y combate la magia oscura con grandes magos entre los que encontraremos, entre otros, a Remus Lupin, Nymphadora Tonks, Sirius Black, Alastor Ojoloco Moody o Hagrid. Comenzará de esta manera la Segunda Guerra Mágica.

Es con el comienzo de la guerra cuando Snape se destapará como el personaje más elaborado de la saga, aunque nunca llegue a parecer verdaderamente un personaje realmente primordial hasta los dos últimos tomos. Sin él la historia no sería nada. Este personaje es un acierto total de Rowling, que lo mantiene siempre pegado a la sombra, sin que nunca lleguemos a saber si debemos o no fiarnos de él, gracias a su halo perpetuo de misterio y su rictus serio y desafiante. Vemos como Snape evoluciona junto a la saga y se va acercando cada vez más a Voldemort, con quien colaboró en el pasado, para sorprendernos de manera espectacular a partir del quinto libro.

Severus Snape es uno de los personajes mejor trazados que he leído jamás en la literatura. En la película le da vida un soberbio Alan Rickman, al que ya no puedo ver sin recordarle como el profesor de Pociones o el director de Hogwarts en la etapa de Voldemort. Snape se convierte en el personaje central de la trama de manera profunda, es decir, sin que el lector se percate de ello hasta que de pronto, en un momento extremadamente complicado, Harry se entera de su verdadera historia y de su verdadera lealtad, que durante toda la saga es cuestionada por todos.

En un mundo convulso, después de la huida de Snape como director tras un duelo épico con la otra gran profesora de Hogwarts, Minerva McGonagall, Harry Potter y su ejército intentarán derrotar a Voldemort, y éste junto a sus mortífagos hará lo propio con los que considera traidores a la sangre. Le ayudarán personajes tan sangrientos como la extravagante Bellatrix Lestrange –una sublime Bonham Carter en la película-, que cuenta en su haber con los asesinatos de magos más importantes de la saga (Sirius Black, Nympha Tonks, Fred Weasley e incluso el elfo doméstico Dobby).

Es admirable la capacidad de creación de J. K. Rowling, que dota a todos los personajes de una importancia primordial en algún momento de la historia, y que consigue la creación total de un mundo lleno de coherencia narrativa, algo harto complicado en la Literatura, y digno de elogiar. Su capacidad narrativa es increíble, tanto para los momentos de guerra como los de paz. Durante la saga incluso se permite incluir historias de amor y algunos puntos de su humor ácido. Perfectamente se podría elaborar toda una Historia del mundo mágico, ya que en sus novelas la escritora británica no pareció olvidarse de nada en su elaboración. J. K. Rowling es una auténtica escritora, con todas las letras y honores que se merezca.

Las adaptaciones cinematográficas son muy fiables y no traicionan el espíritu del libro, sino todo lo contrario, engrandecen la historia ante los ojos del lector. La escritora participó en la producción de las siete películas y eso es algo que se nota y se agradece. Ahora que ha terminado por fin la saga, tanto la literaria como la cinematográfica, es un buen momento de adentrarse en el mundo mágico, o si ya lo habías hecho antes, releerla o volver a ver las películas para encontrar aquellos detalles ocultos y reveladores que quizá no hubieses encontrado.

Publicado en La Huella Digital

lunes, 1 de agosto de 2011

Marinería literaria

“Barcos que se cruzan en la noche y ni se saludan ni conocen”

Fernando Pessoa

Los barcos se pierden en tierra. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. 376 páginas. 18 €.

La gente a la que le gusta el mar, como a mí –que me encanta-, experimentamos cierta simpatía instantánea cuando descubrimos que otra persona que hemos conocido es una apasionada del mismo. Automáticamente cuando vi en un escaparate Los barcos se pierden en tierra sentí esa especie de vínculo con Reverte, del que he de confesar que había leído bastante poco hasta entonces, si acaso algún artículo en su Patente de corso, pero ninguno de marineros.

Después de saber que el autor es un apasionado marinero, me embarqué en su nave, pues esta obra es más un barco que un libro. Sus páginas salpican agua con sal cuando las pasas y como escribe Jacinto Antón en un magnífico prólogo a los artículos: “El mar restalla en las cuartillas que tengo sobre la mesa y que el viento agita blancas como penachos de espuma. Son las páginas de Los barcos se pierden en tierra…”. Y así es.

Con su característico estilo puntilloso y afilado, el autor natural de Cartagena –qué ciudad hay más marinera que ella- nos va desgranando sin perder nunca la elegancia historias de marinos, piratas, puertos y navíos a la deriva, entre otras. El mar, ese maravilloso lugar que, como los barcos, siempre se pierde en la tierra. Ese refugio para el autor, que aquí describe con tanto cariño y mimo.

La obra, que recoge artículos desde 1994 hasta hoy, nos desvela a lo largo de su recopilación algunos episodios repletos de amor, por ejemplo hacia su hija a la que ve nadando entre delfines o experiencias con ballenas que evocan al gran Melville. Pero no sólo muestra Reverte amor hacia el mar. También aprovecha su pluma para dirigir nuestra mirada hacia puntos que le gustan menos: los ricachones del yate que atracan en el puerto bajo bandera pirata, los piratas actuales, tan lejos de lo que fueron históricamente los de verdad, o los jóvenes que presumen de su fortuna jugando con sus motos de agua y sus barquitos…

Pero además Los barcos se pierden en tierra hablan de mucho más que todo eso. Algunos textos son verdaderos reportajes históricos sobre los marineros de siglos pasados, Churruca o Elcano entre la lista, piratas y bucaneros como el poco conocido Benito Soto, batallas navales memorables, como Trafalgar… Es en el ámbito histórico en el que podemos leer sus divertidas disertaciones en contra de los ingleses, con las que se enfrenta –dialécticamente hablando- a su amigo el académico Marías, conocido anglófilo.

La nueva obra del creador de Alatriste reflexiona sobre los sentimientos que nos produce el mar, a través de la mirada del autor, marinero confeso. La soledad de la noche de los pescadores, las evocaciones del silencio del mar en calma, las tormentas de ultramar, las tascas de puerto al anochecer o la tristeza inmensa de tener que alejarse por última vez de la orilla.

Permítanme concluir citando al propio Reverte en el último de sus artículos, el que da nombre al libro, y que bien podría ser el soberbio inicio de una novela sobre marinos. El texto narra los sentimientos de un hombre que se aleja por última vez de su barco, en la orilla, y camina hacia la casa que hace mucho tiempo no pisa, en la que están su mujer y sus hijos, que se habrán convertido en extraños, y sus perros, que ya ni le conocerán. El hombre, antes de llegar se gira a mirar el mar, y entonces decide no continuar su camino y regresar. Cuando llega un compañero le pregunta: ¿Bajaste a tierra, por fin? El marinero responde: Baje a tierra. Pero sólo llegué hasta el primer bar. Con esa frase tan sencilla queda recogido el sentimiento de la vida de los hombres de mar. El artículo es extraordinario, la recopilación también lo es.

Publicado en Culturamas

viernes, 29 de julio de 2011

Tres son multitud

Dos de tres. Natalia Gómez del Pozuelo. Editorial Gens. 200 páginas. 19 €.

Tres son multitud. Por eso siempre que existe algún trío, sólo sobreviven a él dos de tres. Esto le ocurre a Mai Cosini, una escritora de cierto éxito, cuando su amiga Claudia muere a causa de una larga enfermedad. Tras la trágica noticia, Mai se encierra en su casa y no sale durante mucho tiempo, por lo que pierde la noción de la vida exterior. El aislamiento de la escritora viene motivado por el sentimiento de culpabilidad que tiene con Claudia, a la que ha engañado durante sus últimos meses de vida.

Su amiga le deja un legado: una larga carta de despedida y una novela póstuma, con el deseo de que ella consiga que ésta se publique. Mai leerá la carta y descubrirá con sorpresa cosas que no sabía de Claudia. Esta carta le hará comprender que nada es como parece, algo que estamos cansados de escuchar, pero que nunca estamos dispuestos a certificar del todo.

Durante toda la novela Mai tendrá encuentros con Tomás, el novio de Claudia; Julián, un antiguo amigo de la facultad con el que irá a ver a un hospital psiquiátrico a una vieja amiga, y Alba, la hija de Claudia, que descubrirá a Mai otros secretos. Curiosamente, el personaje que a priori tendrá menor peso en la trama, María Luisa, la enferma del psiquiátrico, será quien al final haga comprender a Mai –y a buena parte de los demás- la importancia de sanar las heridas para seguir estando vivos.

Natalia Gómez del Pozuelo crea un personaje que se oculta en su caparazón de mujer dura, pero que está llena de inseguridades y de miedos. Con la lectura de la carta de Claudia se dará cuenta de que, posiblemente, fue egoísta en su trato con ella y sus relatos, fruto de su vanidad y su engreimiento. Pero también la relación que mantiene con Alba desde una prudencial distancia nos muestra su lado más dulce y amable.

La trama se sucede en tres partes: la propia rutina de Mai tras la muerte de su amiga, con el encierro y la vuelta a la vida, la carta de Claudia, que se intercala con la historia, y la transcripción de la novela de Claudia, al final. Esta obra, La niña de los cuentos, que no es otra cosa que la vida e infancia de la propia Mai, dará un vuelco a la existencia de la escritora y a su pasado, con el que se reconciliará gracias a su amiga ya póstuma.

Las relaciones, basadas muchas veces por Mai en números, se suceden durante toda la obra, en la que teje una red muy compleja para, finalmente, darse cuenta de que no está sola y que la vida ha de seguir su cauce. La autora juega bien con los personajes e hilvana un sistema de relaciones que determina la visión que ella, en ojos de Mai Cosini, parece querer dejar en este juego.

Dos de tres es una novela que habla de la culpabilidad, de las relaciones humanas, el amor, la envidia, los celos, la amistad y la ausencia.

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martes, 26 de julio de 2011

Delicada melodía meiji

La bailarina. Ôgai Mori. Editorial Impedimenta. 80 páginas. 9’95 €.

Japón posee una delicadeza especial. Su literatura, o al menos aquella en la que al escribir estas líneas he tenido la posibilidad de inmiscuirme, es decir Natsume Sõseki y ahora Ôgai Mori, es un claro ejemplo de ella. Siempre he pensado que al ser el amor uno de los temas más recurrentes en cualquier literatura existente, es por consiguiente el sentimiento que más veces se ve mal reflejado en las palabras de los autores.

He de reconocer que el autor japonés me ha sorprendido por completo. Y no sólo por hablar de amor y hacerlo de una manera real y bella por igual, sino porque el amor va acompañado siempre de la renuncia, la culpabilidad, la angustia en determinadas situaciones, y él lo sabe y así lo refleja en su obra. Por si fuera poco lo hace en ese género entre la novela y el cuento, que considero a la vez el más complejo y bello.

Toyotarõ es un estudiante japonés que, por circunstancias de la vida –u oportunidades como se llaman a veces-, aterriza en Berlín para aprender Ciencias Políticas mientras se busca la vida de alguna manera. Su vida es como la de casi todos en la capital gélida de Alemania. Sin embargo algo cambiará cuando una noche mientras vuelve paseando desde el Tiergarten, atravesando las calles congeladas de Unter den Linden, se encuentra fortuitamente con una joven bailarina que llora en un oscuro callejón.

El chico supera su cobardía inicial para acercarse a la muchacha. A partir de entonces comenzará una relación compleja y de gran belleza que atrapará a los dos jóvenes y los alejará de su cotidianeidad mientras la ciudad sigue con su fría existencia. Ôgai Mori escribe un encuentro que es todo un homenaje al detalle, el embrujo de la sutilidad. Ese pequeño cambio que todos esperamos que tenga lugar en nuestra vida para que todo se voltee y algo cambie por completo. Ese momento hechizante que no ocurriría jamás si el chico hubiese vuelto a casa cinco minutos más tarde o por cualquier otra calle. El aleteo de la mariposa como motor de cambio.

La relación del chico con Elise lo llevará a tener que elegir entre quedarse para siempre en Berlín o volver a su patria y mantener el conocido sentido del honor japonés en su nombre. Las circunstancias van llegando a sus vidas y tanto Toyotarõ como Elise tendrán que actuar de la forma que consideren más correcta, asumiendo los aciertos como los errores para el resto de sus días.

El escritor japonés nos ofrece un cuento de una delicadeza inusual, que condensa en poco más de setenta pequeñas páginas todos los estadios del amor: el propio cariño, el enamoramiento, la atracción, la culpa, el abandono, la ausencia. La bailarina se convierte de esta manera en un relato increíblemente sencillo sobre la complejidad de los sentimientos. Una auténtica joya de la literatura meiji, digna de regalarle a alguien querido.

Publicado en Culturamas