Aquí y ahora. Cartas (2008-2011). Paul Auster y J. M. Coetzee. Mondadori & Anagrama, 2012. 270 páginas. 18’90 €.
Escribir correspondencia ya no se lleva. Se dice muchas veces que leer tampoco. De estas dos frases podemos deducir que leer correspondencia debe estar en la parte más profunda del cajón. Sin embargo, cuando los que están empuñando la pluma en las dos esquinas del mundo son dos figuras de la talla de Auster y Coetzee, la cosa cambia, o al menos debería de hacerlo.
Las cartas recopiladas en la coedición de Anagrama y Mondadori, con portada ciertamente norteamericanizada, dejan entrever, en cambio, dos personas normales, más allá de las expectativas que el lector pueda crearse al leer sus nombres. Dos amigos que conversan a través de la distancia sobre los temas que cualquiera podría hacerlo. El deporte, la competitividad, las películas que ven o los libros que leen, la amistad o los viajes que realizan, en los que muchas veces tienen lugar sus encuentros personales.
Lo que parece comenzar como una correspondencia inocente, pronto se descubrirá como un ejercicio literario con una clara vocación de ser publicado. No se puede decir si lo que leemos es pose o si, verdaderamente, en sus palabras hacia su lejano amigo, cada uno de los autores desnuda sus pensamientos reales. Lo que está claro es que ambos sabían que en algún momento sus cartas, emails o mensajes por fax serían recopilados y publicados y que, por tanto, todo lo que escribiesen iba a tener un lector, tan variopinto como universal, más allá de su interlocutor.
Si algo se echa en falta en estas cartas son las confesiones sobre lo sentimental. Al tratarse de dos autores tan líricos en cierto modo, el lector puede verse llevado a pensar que las cartas mostrarán algo similar a las novelas. Nada más lejos de la realidad; los sentimientos sólo son tratados vagamente cuando ellos hablan de los personajes de sus libros: Desgracia, Invisible… Quizás esta ausencia de sentimientos en las cartas de los dos autores responda a una característica innata del género masculino. Se suele decir que los hombres son más reservados a la hora de hablar de lo que sienten. Auster y Coetzee corroboran esta idea al dejar a un lado sus emociones.
Dos escritores que se admiran y que dicen no pertenecer demasiado al mundo literario –sobre todo Coetzee– que generan odios y amores a partes iguales entre los lectores. Algunas de las reflexiones son de un valor literario incalculable –lo cortés no quita lo valiente-, mientras que algunas de las confesiones o de las declaraciones abiertas de amistad que se hacen el uno al otro nos sacan una sonrisa cómplice al leerlas, quizás pensando que nosotros también podríamos haber pensado lo mismo de cualquiera de nuestros amigos.
Publicado en Otro Lunes (nº 26)
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