Que hoy en día con todo se comercia es algo que todos sabemos. Cualquier pequeño motivo se convierte en objeto comercial en cualquier momento. Sólo hace falta la mente de un “visionario” que sea capaz de ver el negocio antes que los demás.
La fotografía, como no podría ser de otra manera, también se ha convertido en pura mercancía en la gran mayoría de museos, centros de arte o edificios de interés cultural de cualquier ciudad.
Normalmente la excusa suele ser el deterioro que sufren los objetos cuando son sometidos a los destellos del flash. Hasta aquí entendible, ¿pero cuál es la motivación que lleva a estos museos, centros de arte, edificios de interés cultural (a partir de ahora los llamaré entidades gestoras, por el mero hecho de abreviar) a prohibir todo tipo de fotografías dentro de sus recintos, incluso las que no precisan de flash?
Aquí es, donde a mi juicio, radica el negocio. Si estuviese permitida la realización y toma de imágenes de cuadros, estatuas y demás, las entidades gestoras no tendrían la posibilidad de comerciar con las propias fotografías que han hecho ellas mismas de sus objetos -en las ya clásicas tiendas de recuerdos que conviven con cada museo en la actualidad. Algún visionario tuvo la idea de cobrar por algo que después prohibiría al vulgo.
Negocios.
No soy partidario de la palabra prohibir, en ninguna de sus posibilidades. Aunque, como apuntaba Javier Marías en uno de sus artículos en La zona fantasma, en España hay una cierta tendencia a prohibir aquello que no gusta a cada cual. Estoy muy de acuerdo con esta frase, aunque me tomaría la licencia de apuntarle al escritor que, además también se prohíbe aquello con lo que se puede “sacar tajada”.
Sueño con el día en el que me levante, con cara de sueño, me tome el café caliente y cuando bajé y pase por delante de un quiosco (o abra la edición digital del diario en cuestión, si es que me levanté en plan vago) pueda leer a toda página y con cuerpos en negrita -e incluso a colores- el siguiente titular:
“PROHIBIDO PROHIBIR”
Entonces, cargaré mi mochila con el equipo y correré a hacer fotos, sólo por desquitarme.
Publicado en Culturamas
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