lunes, 3 de enero de 2011

El futuro es rezar

Nos encontramos entre dos ciudades: Londres y la fantástica Ciudad Intermedia. El mundo está muy sometido a un cierto oscurantismo y a la voluntad de las religiones. Hay multitud de cultos, de todo tipo, que coexisten en las metrópolis. Puedes ser de la religión que quieras (incluso, como menciona el protagonista, puedes rendir culto al manual de instrucciones de una lavadora), pero eso si: no puedes ser ateo. Sobrevuela la sociedad la obligación de rendir un culto, el que sea.

En este marco, Franklyn nos presenta a cuatro personajes: una estudiante de arte obsesiva (Eva Green) que graba todos sus intentos de suicidio para hacer una especie de proyecto, un justiciero enmascarado (Ryan Philippe) que trata de encontrar al asesino de una niña de once años, alternando Londres y Ciudad Intermedia, un joven melancólico (Sam Riley) que tras romper con su prometida se reencuentra con una antigua novia, y, por último, un padre incansable (Bernard Hill) que busca por toda la ciudad a su hijo enfermo.

El contexto es similar al de otras películas, de las cuales se percibe notable influencia, como V de Vendetta, o Batman, y sobre todo Gotham City, que es muy parecida a la Ciudad Intermedia y al Londres deprimente y gótico que dibuja la película. La paranoia reina en las ciudades y sobre todo en las mentes de los personajes, ya que en esta cinta todos arrastran desequilibrios.

Franklyn es una historia parecida a muchas otras, si bien guarda un punto de originalidad en el guión del que carecen otras, como es el punto de la religión. Sin embargo, la ejecución da lugar a una película un poco deslucida de la que se podría haber obtenido mucho más. Es la típica historia en la que tres vidas aparentemente distintas y sin relación alguna, que al final acaban por juntarse, aunque esta vez lo hacen de una forma un tanto precipitada y no termina de cerrarse bien la trama.

Las tres vidas tienen un elemento común, la locura, que, aunque latente la mayor parte del tiempo, nos hace ver los desequilibrios que llevan a las diferentes actuaciones que tienen lugar por ellos. En algunos momentos existen escenas, incluso, aparentemente rodadas en un hospital psiquiátrico.

Una película que, apuntando muy alto al principio, con una gran presentación de una sociedad interesante y gris, no termina de profundizar en los personajes, ni siquiera en ese ambiente, del que se puede sacar mucho más jugo. Al final puede volverse algo lenta, aunque lo cierto es que esta cinta es destacable en el sentido de que, después de terminar, y durante toda la película, nos hace pensar, dar vueltas a nuestras ideas y estar muy atentos a los derroteros que siguen los cuatro personajes.

Publicado en A mí películas

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