Lo que queda de nosotros. Michael Kimball. Tusquets Editores, 2010. Colección Andanzas. 176 páginas. 16 €.
Siempre que hablamos de novelas de amor –o películas-, pensamos en las clásicas ficciones cargadas de elementos melosos y típicos. Se tiende, por lo general, a identificar antes con el amor este tipo de historias que otras como, a simple vista, Señora de rojo sobre fondo gris de Delibes. Este breve texto de Michael Kimball me recordó alguno de los pasajes del anterior. Lo que queda de nosotros es una historia conmovedora sobre la ausencia y el significado de ella después de mucho tiempo de vida compartida. La historia personal de los propios abuelos del autor.
Una mañana el protagonista despierta y trata de despertar también a su mujer. Pero ella no despierta. Sufre un colapso que la mantiene sumida en una especie de letargo. Tras llamar a la ambulancia, asustado, el protagonista comprende que en ese preciso instante puede haber perdido para siempre a la persona con la que tantos años lleva compartidos. Puede que despierte del coma, pero si lo hace, también es muy probable que lo haga en estado vegetativo y con una notable pérdida de facultades.
La desolación que aborda al personaje con el coma de su mujer es terrible. Ante todo no quiere ver como su mujer se marcha y él sigue viviendo sin ella. Para ayudarla a despertar del sueño recoge unos objetos de su casa, mediante los cuales va estableciendo una cronología de la vida en pareja, graba los sonidos de la casa –el discurrir del agua al encender un grifo, la sirena de una ambulancia al pasar, el chirriar del parqué con los pasos…- y se muda a la sala de hospital en la que, ahora, vive con su mujer.
A través de dos narradores, el propio abuelo, que cuenta la historia en primera persona, con los detalles de cómo se siente en cada momento, con el terrible miedo de volver a casa desde el hospital por si ella muere y él no está presente cuando ocurre. El segundo narrador es el propio nieto, es decir, el autor del libro, que ofrece una visión de las enfermedades, la muerte y la relación que ha mantenido con ella, mostrando una frialdad reseñable al hablar de temas como las funerarias, los velatorios y otras prácticas.
“Pero tenía miedo de ir a casa y meter ropa en una maleta. Me aterraba que mi esposa muriera si no me quedaba allí con ella. Me sentía como si, permaneciendo allí con ella, pudiera mantener de alguna forma a mi esposa con vida. Quería quedarme allí con ella durante todo el tiempo que le quedase de vida.”. Es sólo un ejemplo del tono con el que se narra la historia, que pese a ser reseñada como novela, yo no la clasificaría como una novela al uso, sino como un conjunto de visiones y vivencias que guardan cierta correlación entre sí.
En resumen, Lo que queda de nosotros narra la progresiva pérdida de la persona con la que se comparte la mayor parte de una vida y los mecanismos del cuerpo tras la muerte. Los sueños, mediante los cuales el protagonista se comunica con ella, de manera muy conmovedora y emocionante, los antiguos objetos que quedan de ella en la casa y que aún guardan su esencia y su perfume, o sus fotografías y su diario, entre otros.
Michael Kimball nos hace partícipes de un fragmento de su vida, que sirve al lector para entender la ausencia de un ser querido, y al propio escritor para queda en paz con dicha pérdida.
Publicado en Culturamas
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