Hacía tiempo que no salía de una sala de cine con la sensación de haber disfrutado de una película redonda. El discurso del rey me dejó sin palabras. Desde el repertorio de actores hasta la magnífica labor de recreación histórica llevada por los encargados de la dirección artística, que lejos de aburrirnos con demasiadas referencias al marco histórico, permiten al espectador situarse en el contexto de la acción sin apenas esfuerzo.
En el periodo de entreguerras, el rey Jorge V (Michael Gambon) agoniza en su lecho de muerte. Tras sus pasos reinará el primogénito, Eduardo VIII (Guy Pearce), que pronto abdicará en la figura de su hermano Bertie, Jorge VI (Colin Firth), para casarse con una divorciada de Baltimore. Hasta ahí todo parece normal, sin embargo, Bertie está aquejado de una tartamudez muy traumática desde los cinco años, que le impide articular sus palabras con la fluidez necesaria para dar sus discursos.
Será su mujer, la futura Reina Madre (Helena Bonham-Carter), quien le lleve en la sombra hasta un excéntrico logopeda para intentar paliar este defecto del habla. Los métodos de Lionel Logue (Geoffrey Rush) serán variopintos y poco convencionales y, pese a la reticencia inicial del futuro monarca, pronto su problema empezará a corregirse.
El carácter del rey es bastante susceptible después de arrastrar desde pequeño la burla de su hermano y la presión de su padre para que superase el problema, pues el rey Jorge V confiaba más en Bertie que en su hermano, para legar el cetro del Imperio. Las sesiones entre Logue y el rey seguirán avanzando poco a poco, hasta que llegue un momento de tensión en el que parece que todo se rompe.
La situación en el mundo es cada vez más delicada con el nazismo y el comunismo ascendiendo en su espiral de barbarie y con una Inglaterra que es la única potencia que se puede erigir en la salvadora del mundo. La guerra con Alemania se acerca y pronto el rey Jorge VI tendrá que dar por radio el discurso más importante de su vida, con el que tendrá que unir la fuerza y los ánimos de todos los británicos en el Imperio y las colonias. Con la ayuda del terapeuta y con una confesión de última hora de Winston Churchill (Timothy Spall), que le ayudará a encarar de otra manera el cometido, el rey tratará de dar aliento a las tropas y a los millones de oídos que esperan con suma atención sus palabras.
La cinta es resuelta con una brillantez tan sencilla que asusta, en la que un plantel de actores, tanto protagonistas como secundarios, brillan con luz propia, entre los que destacan los dos protagonistas: Colin Firth –que suena a Oscar- y Geoffrey Rush, que aporta unas dosis de humor muy ácido que agilizan la trama en el punto exacto en el que se hace más necesario.
Sin duda, creo que Tom Hopper puede quedar muy satisfecho con el resultado de su trabajo y con la implicación y el esfuerzo de sus actores. Creo que El discurso del rey se convertirá en su obra maestra. Desde la primera escena, con el fallido y angustioso discurso del todavía príncipe en el estadio de Wembley y las ilustrativas lágrimas de su mujer, hasta el último discurso previo al comienzo de la II Guerra Mundial, la película nos mantiene con la atención activada al cien por cien para conocer un desenlace que, posiblemente muchos ya conocerán, pero que aún así esperan con avidez.
Publicado en A mí películas
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