Do not cross the line. Carlos Andrade. Editorial Casa de Cartón. 364 páginas. 20 €.
Nueva York es un filón para los autores. En el debut de la editorial Casa de Cartón en España, Carlos Andrade nos sitúa en los años convulsos de finales de los 80 en el barrio no menos conflictivo de Harlem. En el distrito 1303 los vecinos se han acostumbrado a las zapatillas que cuelgan de los cables o los árboles, que marcan el inicio de la zona de pandillas.
En plena guerra entre las maras, que dejan regueros de sangre y muerte en el asfalto, se abre paso la miseria. En medio de esta vorágine aniquiladora, Andy Frank, planea el cierre de Biotech, los laboratorios que acaba de comprar. Su cierre supondría un golpe casi definitivo al barrio harlemita, ya que todas las familias que aún mantienen el empleo, se quedarían en la calle.
Frank se ve sometido a numerosas presiones para que abandone su plan de cerrar la empresa. La prensa de la comunidad negra, con la perspicaz y tozuda Serena Sánchez a la cabeza, clama la ayuda del multimillonario Sydney Sandoz, un conocido filántropo que parece ser el único que puede evitar que se consume la acción, mediante la fusión de Biotech con sus laboratorios Biomedical Tissues. Andy Frank vive atormentado por tres costados: la presión que ejercen para que no cierre los laboratorios, su difícil relación con Mela y el recuerdo de la misteriosa y turbia Angelina Klein, su ex mujer, que tendrá varias apariciones sorprendentes en la historia.
Durante toda la trama se alternará la guerra empresarial con la lucha entre las maras. El tira y afloja de las empresas pondrá el punto de tensión en la historia, mientras que las maras son las encargadas de teñir la atmósfera y la tinta del color carmesí de la sangre. La tensión será casi uno más de los personajes.
Precisamente en la dosificación de la tensión narrativa y en los personajes, con perfiles trazados de manera muy eficaz, radica el punto más exitoso de esta obra. Ninguno de los personajes, tanto protagonistas como personajes de segundo nivel, están fuera de órbita, y su elaboración es tan velada que las diversas líneas argumentales tienen un jugo similar, sin sobresalir ninguna.
Completan el reparto –hablando en términos teatrales- dos mujeres de armas tomar, pero diferentes cada una a su manera. Una es la lenguaraz periodista latinoamericana Serena Sánchez, con un carácter fuerte que la lleva siempre hasta el final de lo que se proponga. La otra es la joven cantante Mela, que roza los dieciocho, es despampanante y vive enamorada de Andy Frank y cuidando a su madre Clarice enferma, lo que la trae disgustos y algún quebradero de cabeza, pese a que su temperamento se sobreponga a su inocencia juvenil.
Su padre Siboney Simón, antiguo músico, icono de la comunidad negra y amigo íntimo de Frank, hace que las páginas de Do not cross the line desprendan por momentos olor a jazz. Por último, no se puede hablar del libro sin hablar del policía Jack La Motta, más conocido por Ray –gracias a sus gafas-, un policía que, cansado de su nuevo puesto en las oficinas, comenzará a investigar por su cuenta con la ayuda de las pistas que le proporcionará Serena, voluntariamente o no.
Las líneas de indagación de cada personaje nos harán llegar a un final imprevisible y nos revelarán las oscuras conexiones que tienen lugar entre autoridades, empresas y bandas callejeras. En el distrito 1303 cualquier vida tiene precio, pero ¿cuál es el de cada una? Esta novela es un buen inicio para Casa de Cartón, que comienza su andadura en un terreno complicado, pero no imposible.
Publicado en Culturamas
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