El Sunset Limited. Cormac McCarthy. Mondadori. 112 páginas. 14’90 €.
Pongámonos en situación: Blanco se quiere suicidar. Está a punto de hacerlo cuando, de pronto, Negro surge –no sé sabe de dónde-, y como una sombra de ángel de la guarda, aborta su intento de lanzarse a las vías por las que transita el Sunset Limited. La acción ha comenzado.
Con este planteamiento inicia Cormac McCarthy su segunda obra de teatro –tras The Stonemason-, rescatada para el público español por Mondadori. La obra aparenta sencillez. Dos personajes, una habitación y una conversación en la que un tema dará pie al siguiente y en la que siempre colearán dos puntos de vista distintos. La aparente sencillez del planteamiento esconde una profundidad elevada en la batalla dialéctica entre Blanco y Negro.
Blanco es un profesor universitario hastiado que, pese a su conocimiento del mundo y las personas que lo habitan y su amplia cultura, ha decidido abandonarlo. Ha perdido su interés en la vida y considera necesaria la desaparición para su alivio. Por su parte, Negro no ha tenido una vida tan brillante como Blanco. Pese a crecer rodeado de violencia, sangre y odio, sigue manteniendo firme su deseo de vivir, y una promesa de ayuda al prójimo, gracias a su inquebrantable fe.
Los nombres, además de ilustrarnos el único rasgo físico que conoceremos de los personajes: su color de piel, hacen referencia a la posición de cada interlocutor en la conversación. El diálogo que tiene lugar en el pequeño cuarto no deja de ser el eterno debate entre la fe y la razón –leitmotiv del autor-, entre un devoto y el hombre que ni cree, ni quiere creer.
La conversación discurre por temas tan diversos como las vivencias de Negro en la cárcel, la vida, la envidia, el falso circo de la sociedad y el suicidio. Es posible que ninguno logre convencer al otro de nada, de hecho es algo que barruntamos desde el principio, pero aun así la tensión del diálogo hace permanecer a los interlocutores en esa mesa, uno frente al otro, entablando incluso una cierta complicidad.
Cormac McCarthy desarrolla un intercambio de impresiones que recuerdan vagamente la brillante persuasión de Textor Texel en Cosmética del enemigo de Amélie Nothomb. Las palabras de los dos personajes son una constante introspección hacia el ser humano, una indagación pragmática en aspectos como el individualismo preponderante en la era contemporánea o la falsa libertad de la que gozamos actualmente.
El lector empatiza con las visiones de Negro y Blanco, indistintamente, y se va contagiando de una estancia viciada y una tertulia cargada continuamente de persuasión y retórica. No obstante, los dos interlocutores, como reconocemos desde el principio, son poco permeables a los argumentos de su “contrincante”. El resultado es una trama claustrofóbica, que, sin embargo, nos mantiene en vilo, aunque desde la primera frase intuimos cuál puede ser el resultado.
¿Logrará alguno de los dos convencer al otro?
Publicado en Otro Lunes
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