Lo que mueve el mundo. Kirmen Uribe. Seix Barral. 240 páginas. 19 €.
El amigo del que más literatura he aprendido aseguraba en su crítica de Bilbao-New York-Bilbao, primera novela de Kirmen Uribe, que el escritor había conseguido crear un hogar en sus páginas, con lo difícil que resulta esa labor para un novelista. Hoy, después de leer Lo que mueve el mundo, podría concluir que tal vez esa sea la mayor seña de identidad en su narrativa: la creación, milímetro a milímetro, de un hogar.
“Los peces y los árboles se parecen”. Con esta afirmación comenzaba la primera, y en ella se adivinaba por dónde iba a transcurrir la historia que Uribe nos quería contar: una historia sobre el mar, de marineros, sobre una familia de pescadores, la del Dos amigos. En esta segunda novela, la primera frase también nos revela la “excusa” con la que Kirmen Uribe nos adentrará en su historia, en este caso, los niños evacuados del País Vasco durante la guerra.
Así conocemos a Karmentxu, la protagonista invisible de este cuento, una de esas niñas que, tras el devastador bombardeo de Gernika por parte de las fuerzas germanas, partió desde Bilbao hacia Gante, donde fue a parar a la casa del escritor Robert Mussche. Y digo protagonista invisible porque Karmentxu, a pesar de estar siempre presente, no aparece apenas en la historia de una forma tan evidente. Es la excusa, una especie de macguffin, para que conozcamos a Robert, el verdadero héroe de esta novela.
A éste lo conocemos, en parte, a través de su relación con Herman, su mejor amigo, al que termina por perder de alguna manera. Porque hasta a los amigos es difícil mantenerlos a tu lado. “Y uno piensa cómo es posible que personas que un tiempo estuvieron tan cerca estén luego tan lejos; que las mismas personas que una vez se llevaron tan bien luego reaccionen con amargura, con rabia despiadada, como el peor de los amantes”, escribe el autor. Pues, quizás porque la amistad es, en última instancia, igual de potente que el amor y la traición duele incluso más cuando es perpetrada por tu mejor amigo.
Una vez escuché decir a un reportero de guerra que un conflicto era capaz de sacar a relucir lo mejor y lo peor de los hombres. Como si atendiese a esta frase, descubrimos poco a poco la vida de Mussche, que desde la sombra cambió por completo el curso de la historia. Y la conocemos gracias a su hija Carmen, quien apenas pudo conocerlo, que le regala al autor la historia de su padre para que escriba esta novela.
En ocasiones para ganar hay que arriesgarlo, o incluso perderlo, casi todo. En toda historia hay ganadores y perdedores, es inevitable, pero no siempre pierde más el que cae derrotado. Es el caso de esta historia: Robert Mussche ganó una “hija”, pero poco después perdió la vida en un buque-prisión nazi durante la Segunda Guerra Mundial; Herman, el chico tímido, mejor amigo de Mussche, ganó a su mujer Vic, pero perdió a su mejor amigo y alma gemela; la familia de Karmentxu ganó la seguridad y la vida de sus hijos, pero en ese movimiento los perdió a ellos mismos… Y así continuamente, toda historia encierra ganadores que pierden y perdedores que, alguna vez, ganan.
Con Lo que mueve el mundo, Kirmen Uribe vuelve a una estructura más convencional, después de la fragmentaria Bilbao-New York-Bilbao. Y consigue solventarlo de una manera efectiva, pese a no brillar tanto como su predecesora. Le faltan para ello el encanto de esas pequeñas historias que nos emocionaron en la novela anterior: las lápidas de los enamorados, el naufragio del buque en plena orilla, el gesto del padre a su hija (maite, maite)… Esas historias cotidianas que, finalmente, terminan por dotar a la narrativa de una identidad y una voz únicas.
Publicado en Punto de Encuentro
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