"La intemperie le había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida". La sentencia, que llega aproximadamente en la mitad de la novela, podría resumir perfectamente la esencia del libro. En ese momento al protagonista de la historia, un chico de no más de diez años, aún le quedan por ver muchas cosas que no debería ver a esa edad, pero a su vez ya ha visto, y experimentado, otras tantas.
La novela de Jesús Carrasco, ganadora del Premio al Libro del Año otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid, narra la huida del chico por la geografía baldía de una España rural, no sabemos si del futuro o el presente, que algunos reconocerán desde la primera línea.
El narrador cuenta la escapada del niño, pero no sus motivos, que sólo se dejan entrever con algunas afirmaciones sobre la situación del pequeño en la casa o su relación con el padre. Jesús Carrasco dosifica la información para llenar las esquinas de su novela de oscuridad con la única intención de arrojar luz a medida que se acerca al final.
El autor se recrea en una escritura muy cuidada y de trazo fino para narrar lo tosco del espacio, en el que la línea temporal transcurre lenta, con un ritmo tan pausado que a veces no parece que la intención de la novela sea avanzar en la historia y sí hacerlo en el aprendizaje del niño y el desarrollo de la psicología derivado de su necesidad de aprender a sobrevivir.
En ese aspecto entra el juego el personaje del cabrero, un viejo que apadrina al muchacho y lo acompaña para guiarlo en su aprendizaje mientras se sirve de su vitalidad para su propia comodidad. La simbiosis creada entre los dos insinúa una metáfora de la vida que acaba de comenzar, la del joven, y la muerte que está por llegar, la del viejo.
Durante toda la novela seguimos de cerca los movimientos del chico, unos pasos por detrás, la distancia que toma el narrador con respecto a los movimientos de la pareja, para acercarnos al escenario principal sólo en los momentos más importantes, como el instante en el que Jesús Carrasco nos revela el secreto que acompaña en silencio al niño durante toda la historia, que resulta más desgarrador por su crueldad que sorpresivo.
La escritura es, sin ninguna duda, el apartado que más se disfruta del libro, primera novela del autor. Cada párrafo denota cuidado y gusto por lo escrito, la belleza de cada frase supera con creces a la historia que cuenta, que ha llegado a ser comparada, en una tremenda hipérbole, con La carretera de Cormac McCarthy. Es cierto que toma de ella la incertidumbre ante un escenario desolador –la geografía sin apenas gente, los campos yermos, etc.–, la idea del camino y la huida y algunos detalles a la hora de mostrar la relación paterno-filial establecida entre el niño y el cabrero, pero la realidad es que la novela del autor norteamericano es difícilmente alcanzable.
Intemperie es una novela agradable, de lectura sencilla gracias a la magnífica escritura, pero que deja algunas dudas en el aire sin llegar nunca a resolverlas. Un digno debut literario sobre el aprendizaje forzoso de un niño que se ve obligado a huir de su familia y de su propia vida al que “la intemperie había empujado mucho más allá de lo que sabía y de lo que no sabía acerca de la vida”.
Publicado en Otro Lunes (nº 30)
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