Especulación. Thomas Wolfe. Periférica. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas. 91 páginas.
Un crack, o crash, generalmente viene precedido de una burbuja que, de repente, estalla. Durante años, el globo se hincha, se hincha y se hincha, hasta que no puede soportar más su propio peso y explota dejando restos aquí y allá en su inconstante caída. Es difícil acertar en el punto exacto en el que el globo se pincha. Pero, como en esas fotos captadas a cámara superlenta, existe.
Se dice, a menudo, que el sistema capitalista se basa en ciclos de burbujas. Quizás el niño que juegue con el pompero sea un tanto macabro, pero lo cierto es que tiene sentido encontrar similitudes entre lo vivido en el año 1929 y sus predecesores con lo ocurrido en la crisis económica actual y el camino por el que se ha llegado hasta aquí. Cualquiera que lea Especulación, hoy, contaminado por los efectos de la economía actual, comprobará que es así.
Thomas Wolfe, narrador excepcional y coetáneo al crack (tenía 29 años entonces), presenta a un hombre que retorna a su pueblo tras un periodo fuera y narra con acidez y un humor oscuro los cambios que han llevado hasta ella lo que ahora conoceríamos con la molesta coletilla de “vivir por encima de nuestras posibilidades”. La fiebre capitalista se ha apoderado de cada esquina de la ciudad, donde se levantan edificios colosales en cada terreno. La especulación (que da título a la obra) y el boom inmobiliario han llevado la ciudad a un estado febril del que colabora casi todo el pueblo.
En un momento de sus paseos por la ciudad, el profesor universitario que actúa como narrador lo resume en la siguiente frase: “Era algo loco, exasperante, ruinoso. Habían derrochado las ganancias de toda una vida para hipotecar las de toda la generación venidera; se habían arruinado a sí mismos, a sus hijos, a su ciudad y nada podía detenerlos.” Es inevitable que la sentencia no nos retrotraiga a la actualidad, con una generación (si no más) completamente hipotecada por los excesos de unos pocos.
El escritor norteamericano se sirve de la extrañeza de un personaje que actúa como outsider y no entiende lo que ha llevado a sus vecinos a convertir la ciudad en la locura que se ha convertido. El regreso de John que “documenta” Wolfe data de julio de 1929, últimos días de los (in)felices años veinte. Quizás es verdad que la felicidad se encuentra en la ignorancia, ya que toda la luz y el jolgorio se convertirán en la oscuridad y el silencio que sólo podía disfrutar en el cementerio, “la única porción de tierra en todo el pueblo que había sido preservada de la furiosa invasión de los agentes inmobiliarios”, inundará todas las almas.
Hoy, ochenta y cinco años después, se puede leer como una parábola (involuntaria, por supuesto) de la crisis actual. En cierto modo lo es. Se encuentran similitudes (como la cita anterior sobre el derroche y la hipoteca de varias generaciones) entre los dos periodos en estas páginas. Pero, no hay que pensar en rarezas sobre la anticipación a su tiempo del autor, nada más lejos de la realidad, muchas veces nos lo han dicho: el capitalismo se desarrolla en ciclos de expansión y hundimiento. Pues que sigan. Quizás dentro de un siglo, cuando alguien lea a uno de los narradores de la crisis actual, reconozca las similitudes con la que ellos estarán viviendo de manera inevitable en un nuevo “campo de batalla [con] cráteres y escombros de terribles explosiones de ladrillo y hormigón en todas partes”. Quién sabe. Ya, nosotros, nunca lo sabremos.
Publicado en Otro Lunes, nº 34, octubre de 2014
Publicado en Otro Lunes, nº 34, octubre de 2014
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