lunes, 20 de octubre de 2014

Talking Dust Bowl Blues

Una casa de tierra. Woody Guthrie. Editorial Anagrama, Barcelona. 2014. Edición e introducción de Douglas Brinkley y Johnny Depp. Traducción de Jesús Zulaika. 272 páginas.

El Dust Bowl fue un fenómeno meteorológico propio de la década de los 30 que tuvo lugar en las grandes llanuras norteamericanas. La sequía, que duraba años, provocaba que las corrientes de aire elevasen grandes nubes de polvo y arena, hasta el punto de que, en mitad de las tormentas más violentas, ni siquiera se alcanzaba a ver el sol. El Dust Bowl tuvo lugar en mitad de los años de la Gran Depresión, convirtiendo a la década en uno de los peores periodos para la población rural estadounidense.

La serie de HBO, Carnivàle, reflejó mejor que ninguna producción este lapso de tiempo. El circo ambulante en el que se centraba la producción recorría los grandes espacios, buscando pueblos en los que instalarse durante unos días. En uno de los capítulos asistíamos a una de estas grandes tormentas de polvo. El “viento negro” asolaba el campamento y escondía el sol, proporcionando el ambiente perfecto para la oscura mística que mostraba la ficción de Daniel Kauffman.

En el año 1946, el cantante folk Woody Guthrie se enfrascó en la escritura de su novela Una casa de tierra. Marcado por las vivencias que le proporcionaron las tormentas de polvo, que sufrió en su modesta casa de madera, casi más bien un cobertizo, el artista comenzó a escribir a raíz de unos folletos del gobierno en los que se mostraba a los ciudadanos cómo construir una firme casa de tierra, con ladrillos de adobe que podrían crear con facilidad y que aguantarían mejor las adversidades. Esa es la historia que Guthrie narra, con una prosa popular y poética a un mismo tiempo, en Una casa de tierra.

La narración posee el nervio propio que caracteriza los versos del cantante, crudos y lánguidos. De hecho se puede leer la novela del norteamericano como una extensión al “This land is your land”, el himno folk compuesto por Guthrie en 1940: “When the sun came shining, and I was strolling/ and the wheat fields waving and the dust clouds rolling, /as the fog was lifting a voice was chanting:/ This land was made for you and me.” La última frase, la más reconocida de la letra, repetida varias veces, resuena entre las páginas de Una casa de tierra. La pareja protagonista, Tike Hamlin y Ella May –un matrimonio que ronda los treinta años, sufre para poder pagar sus deudas y facturas y, por si fuera poco, están a punto de ser padres–, sólo anhela un trozo de tierra propio en el que poder construir su vivienda y, por extensión, su nueva vida. 

La imagen de Tike trae a la memoria la del propio artista folk. El protagonista del libro es un trasunto del propio Guthrie, tiene sus miedos, sus debilidades, su carácter… Pero no es la única parábola que desliza el autor en esta obra. La lucha popular, las penurias y, por ende, la proyección de una buena vida entre las cuatro paredes de tierra se antoja como un reflejo de la lucha contra el capitalismo imperante en esos años. La casa de tierra no es otra cosa que el trabajo del pueblo frente a las grandes construcciones de la ciudad, que simbolizan vagamente al empresariado capitalista, o las tormentas de polvo que destruyen el trabajo del pueblo, en un símbolo mucho más evidente.

De esta forma, entre los dolores propios del embarazo de Ella May, la desesperación ante la oscuridad de la gran tormenta y la ilusión por prosperar y dar un nido a su hijo, se suceden las páginas de una novela que se estructura en cuatro episodios. Una casa de tierra está repleta de simbologías y significantes, alberga narraciones explícitas, como las escenas sexuales, muy polémicas en la época de su escritura, y supone una poética denuncia, mediante un realismo crudo y combativo, a una situación cruel y difícil. Si el “This land is your land” es el gran himno folk de Woody Guthrie, Una casa de tierra debe leerse como una continuación o un hito paralelo que nos ayuda a conocer mucho mejor la intrahistoria de Estados Unidos, así como la personalidad del artista.

Publicado en Otro Lunes, nº 34, octubre de 2014

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