El otro McCoy. Brian McCabe. Jekyll & Jill Editores. 270 páginas. 22 €.
Patrick McCoy es un cómico en decadencia que espera su aparición en el exitoso programa televisivo de Nochevieja El show de Hogmanay. Sin embargo, lejos de riquezas y abundancia, Pat sobrevive como puede en un cobertizo de Edimburgo. Su situación de atrasos y deudas con el casero le obligan a ganarse la vida como vendedor de mirillas.
Es el último día del año y Patrick se levanta con una terrible resaca, que le acompañará durante su paseo por toda la ciudad en busca de compradores. A lo largo de las calles angostas y húmedas de Edimburgo, McCoy tropezará con personajes de índole variopinta y se verá envuelto en situaciones surrealistas mientras trata de recordar la noche anterior y el porqué del cabreo de Ivonne, su chica.
Brian McCabe nos refleja la sociedad escocesa de los noventa thatcherianos con humor y sátira sin comparación, pero con una perspectiva crítica a su vez. Leer a McCabe es empaparse de la historia contemporánea escocesa sin casi enterarse de que lo estamos haciendo. Una muestra de que el saber no ocupa lugar. El escritor incorpora dos narradores en su historia, o más bien dos puntos de vista homodiegéticos: el del propio McCoy y el de Ivonne, aturdida por la terrible noticia que recibe al despertar sobre Patrick.
Durante toda la obra, el malentendido de la noche anterior hará que la tensión y el desconocimiento sobre el posible final crezcan a cada página. Pero no se trata de una tensión excesivamente insoportable, sino más bien tragicómica: un error absurdo que descubriremos al final, que mantiene en vilo al lector en busca de cualquier pequeño detalle que arroje luz sobre el posible desenlace.
Mientras Pat camina en busca de sus clientes –preferiblemente personas mayores a las que resulte más fácil convencer con la técnica del miedo-, repasará la noche anterior e incluso sus recuerdos de la infancia, siempre con su padre como personaje más relevante. En estas evocaciones El otro McCoy nos recuerda remotamente al Stephen Dedalus del Ulises de Joyce y al fluir de la conciencia que se inventó el genio irlandés en su obra magna.
Pero el autor escocés no sólo se disfraza de Joyce en su obra. Se intuyen muchas referencias, sondeadas o no, entre sus páginas. El cómico en paro subsiste como embajador del miedo y la inseguridad. El propio personaje se siente, a veces, mientras instala mirillas, como un emisario de una futurible ciudad panóptica-orwelliana en la que tras cada puerta alguien observa. Es cierto que lo hace para pagar el cobertizo en el que malvive con su gata Jinx, sí, pero eso no impide que, en ocasiones, se vea a sí mismo como un monstruo que asusta a los ancianos por ganarse unas libras.
Su relación con Ivonne es otra de las preocupaciones del antihéroe que nos retrata McCabe. Por momentos se palpa una tensión shakesperiana, fruto del desconocimiento brotado del rumor, que se hace palpable en el pasaje en el que Ivonne recoge a la gata Jinx y se da un baño, asumiendo la derrota que no había querido conceder durante todo el día. El autor soluciona la trama con un giro brillante a los pies de San Giles, que será la pieza necesaria para que la memoria de McCoy se engrane correctamente y recuerde por completo la noche anterior, y para que el lector termine de entender la novela que tiene en las manos.
El otro McCoy es uno de esos libros que se leen casi de un tirón. Una historia en la que la tensión crece sin parar, pese a mantenerse siempre en un discreto segundo plano. Una novela en la que el lector esperará con ganas la resolución de la historia, mientras disfruta de las andanzas del antihéroe, un poco quijotesco, que nos enternecerá y nos hará reír a partes iguales. Por si fuera poco, la edición de Jekyll & Jill es de hermoso y gran cuidado y, además, acompañan a la novela unas preciosas postales en blanco y negro y un mapa de Edimburgo, que ya seducen por sí solas antes de abrir el libro. Uno de esos volúmenes que merece la pena incorporar a cualquier biblioteca.
Publicado en Punto de Encuentro