jueves, 17 de junio de 2010

Los fantasmas dublineses de Vila-Matas

Dublinesca. Enrique Vila-Matas. Editorial Seix-Barral. Colección Biblioteca Breve. 328 páginas. 19 €.

En una visita tradicional de cada miércoles, a casa de sus padres comienza todo. Samuel Riba –Riba para los amigos- es un antiguo editor literario que se siente desolado desde que abandonó su labor editorial. Se considera a él mismo como el último editor vivo. A la vuelta de Lyon su madre le pregunta: “¿Y ahora qué planes tienes?”. De repente, se acaba de dar cuenta de que ya nunca tiene planes. Desde que abandonó la editorial ya no asiste a presentaciones, convenciones de editores y toda esa suerte de parafernalia. Su vida transcurre en Barcelona y roza la monotonía más absoluta. Por si fuera poco, la rutina le asola cada día desde que dejó el alcohol tras un grave problema de salud.

“Preparo un viaje a Dublín”, contesta, ayudado por un extraño sueño que tuvo en el que la ciudad y su mujer, Celia, eran los protagonistas. Un sueño premonitorio de intensidad inigualable que le hace sentir curiosidad por la ciudad. Irá a Dublín, y lo hará para celebrar un funeral por la era Guttenberg.

Dublinesca, última obra de Vila-Matas, revela una literatura de altos vuelos, en la que el propio Vila-Matas se revela, una vez más, como un escritor de escritores, con una novela plagada de citas y anécdotas sobre sus colegas. La acción gira en torno a dos ciudades: Barcelona y la propia Dublín, dos de las ciudades del autor.

Pero Riba no irá solo, convence a unos amigos para acudir con el pretexto del Bloomsday joyceano. No les manifiesta su idea de celebrar el réquiem por su época, incluso casi por él mismo. El Bloomsday se convierte, por tanto, en el telón de fondo de este viaje, en el que las citas y anécdotas de la novela de Joyce, contadas e incluso vividas por los propios personajes son numerosas.

Vila-Matas se muestra como un intenso lector del Ulises de Joyce y convierte Dublín en una ciudad oscura, nebulosa y repleta de fantasmas, quizá los propios fantasmas del editor al que da vida en estas páginas. Consigue crear una atmósfera brumosa en la que los pensamientos y los propios miedos de los personajes pasan a ser casi parte activa del hilo argumental, incluso a veces de las presuposiciones del lector. Y todo aderezado con un humor latente y gris que sobrevuela la historia de principio a fin.

Dublinesca transforma la capital irlandesa en un funeral por toda una época, por la literatura, esa “gran puta de la literatura”, en la que Joyce, Beckett y el ansiado escritor genial que tanto obsesiona a Riba, y que nunca llegó a conocer ni editar, deambulan sin saber si son imaginados o realmente existen y son reales.

Una novela, que sin ser de fantasmas ni terror, deja entrever mucho de ambos entre líneas. Para concluir una cita de la obra de Vila-Matas. “Quizá tiene razón Dublín. Y puede, además, que sea verdad que hay focos de espacio y tiempo conectados entre sí, focos entre los que podemos viajar los denominados vivos y los denominados muertos y de ese modo encontrarnos.”.

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miércoles, 9 de junio de 2010

Los castigados del Nobel

En 1896 Alfred Nobel fallecía en su casa de San Remo, víctima de un ataque cardiaco. Un año antes había firmado en su testamento la donación de parte de su gran fortuna a la creación de unos premios que llevarían su nombre y premiarían al máximo exponente en cada una de las parcelas, entre las que se encontraba la literatura. En 1901 empezó a otorgarse el Nobel de Literatura. Su precursor murió lejos de saber que había creado uno de los premios más polémicos y controvertidos del siglo XX.

Siempre que se habla de premios y jurados nace la polémica. Es inevitable. Quizás la polémica vaya de la mano de los galardones. En el momento que hay un ganador, en otra parte existen varios perdedores, que, por supuesto, para algunos lo serán de forma injusta. La causa inherente de la entrega de premios, sea en el ámbito que sea. El Premio Nobel de Literatura, aparte de ser el más laureado del ámbito literario, también es posible que sea uno de los más controvertidos en cuanto a sus galardonados. A lo largo de su centenaria historia se ha otorgado a múltiples escritores, de toda índole y todas nacionalidades, pero existe una larga lista de olvidados para el jurado sueco en su historia.

Escritores como Gabriel García Márquez, José Saramago, Pablo Neruda, Albert Camus o Hermann Hesse, eclipsan a los que no lo tienen, y a juicio de casi todos sí lo merecieron.

El Nobel nace en 1901 como uno de los premios que figuran en el testamento de Alfred Nobel, millonario sueco. Según este testamento el premio debería ser entregado al autor “que haya producido la obra más notable en ese año literario”. La encargada de seleccionar al ganador del Premio es la Svenska Akademien, Academia Sueca. Aunque el premio se concede al conjunto de una carrera literaria, se suele destacar siempre una obra en concreto para cada autor premiado.

Existen multitud de opiniones de los expertos en el premio sobre los galardonados y los que no lo han sido. División de opiniones sobre lo justo o no de cada uno de los premios. “No creo que, hablando en general, se haya concedido mal”, dice Constant Burniaux. Sus palabras, sin embargo, dejan entrever que puede haber ocasiones en las que la entrega del premio no haya sido del todo justa. Alain Bosquet, por su parte, aboga por un jurado de quince reconocidos escritores, que sustituyan a los desconocidos académicos suecos.

Durante la primera época del premio, los expertos son más críticos con los galardonados, ya que, a su juicio, muchos de los premiados no eran más significantes que los grandes olvidados. Sully Prudhomme, Echegaray y Heyse entre otros, fueron premiados, mientras que grandes firmas de la literatura se quedaron sin el premio. En esta primera época el olvidado más destacado es Leon Tolstoi, que con toda su obra, entre la que encontramos grandísimos títulos universales como Guerra y paz o Anna Karenina, se quedó sin recibir un galardón que a todas luces mereció. Otros escritores de la primera etapa que no recibieron el premio pese a la magnitud de su obra fueron, por ejemplo, Emile Zola, uno de los grandes novelistas franceses de todos los tiempos, o August Strindberg, escritor y dramaturgo sueco, que renovó la dramaturgia de su país.

Entre los años 1921 y 1929 surgen una serie de nombres que han ganado puntos en los años contemporáneos, como son Yeats, Shaw y Mann. No obstante, pese a que en esta época la Academia Sueca lava un poco el mal inicio del premio, cabe destacar dos increíbles lagunas, que se fueron alargando durante dos décadas, hasta la muerte de los autores. Son el español Benito Pérez Galdós y el francés Marcel Proust, autores ambos de grandes obras literarias que dejarían un gran poso en la literatura universal hasta nuestros tiempos, y que seguirán dejándolo de aquí en adelante con toda seguridad. Es llamativo el caso de Benito Pérez Galdós, que tuvo desde la creación del premio una cierta mirada crítica hacia los galardonados y una especie de aversión hacia este premio, cosa que algunos dicen fue la causa de que nunca fuese premiado. En España, y en muchos países, se convocaron incluso manifestaciones, sobre todo de estudiantes, a favor del galardón al escritor canario. Además, en 1924 muere el escritor Joseph Conrad, escritor frecuentemente solicitado para el galardón, que murió sin formar parte siquiera de las propuestas de candidatos para obtener dicho premio. El escritor polaco supone para la literatura un nexo de unión entre los clásicos británicos, como Charles Dickens, y las figuras de la literatura universal moderna, como el ruso Fiódor Dostoievski. Su carrera nunca se vio recompensada con el premio, aunque méritos sí que hizo, sobradamente, para al menos aparecer como nominado.

La década de los treinta es una década que pasa muy desapercibida entre los críticos que analizan el premio. Existen dos bellas elecciones, a juicio general de éstos, que son Pirandello, que recibió el galardón en 1934 y siguió siendo una fuerza importante en el teatro moderno, y O’Neill en 1936, que es considerado por el crítico Spiller, junto a Hemingway, Elliot y Faulkner, como “certeras dianas del comité”. Sin embargo, la década de los treinta oculta tras algunos premios mediocres otros posibles galardonados que sí debieron gozar de tal reconocimiento. Por el caso español, sin ir más lejos, Antonio Machado o Miguel de Unamuno, aunque se habla también del poeta Federico García Lorca, pudieron recibir el Nobel por encima de Jacinto Benavente, que al final terminó pasando sin pena ni gloria prácticamente por la literatura universal. Antonio Machado con su poesía simbolista y castellana describió una época difícil y un país cambiante en cuanto a sus políticas. Además, precedió a una de las generaciones de poetas más reconocidas en la literatura universal, la generación del 27, que luego tendría como galardonado a Vicente Aleixandre, como premio a toda una generación y compensación a la ignorancia hacia Federico García Lorca por la academia. Por su parte, Unamuno innovó en la novela, creando lo que el llamo nivola y dando mucho protagonismo a los personajes, que dialogaban incluso con el autor, de manera muy divertida, como vemos en su gran obra Niebla. Saliendo de nuestras fronteras, llega una de las omisiones más garrafales en la historia del premio Nobel, la de la escritora Virginia Woolf.

Este error se achaca a la difícil época de entreguerras, en la que la Academia no disponía de los medios necesarios, ni suficientes para valorar con criterios adecuados la literatura que se creaba en estos años. Sin embargo, la omisión en el premio de la escritora londinense se alarga en el tiempo la friolera de veinticinco años, ya que su primera obra está fechada en 1915, y enseguida comenzó a escribir obras merecedoras, sin duda, del galardón. Su caso es muy parecido al del escritor irlandés James Joyce, incluso ambos son comparados, tanto por su manera de escribir como por su extensa renuncia de la Academia a premiarlos. Se dice que Woolf es la Joyce femenina. Ambos murieron en 1941. ¿Sólo datos?

No se puede analizar la historia del Nobel de literatura sin detenerse en la que está considerada como la omisión más grande y preocupante de toda su carrera: la de Joyce. El escritor, completamente ignorado por la academia, con una gran obra, extendida en el tiempo de su escritura, prácticamente en treinta años, ha sido siempre el abanderado de los grandes errores del Nobel. En el momento de su muerte, el irlandés había escrito obras importantes de todos los géneros. Con su literatura constituyó un fiel retrato del Dublín que vivió desde su infancia, aunque no experimentase por ella un sentimiento de amor, precisamente. Su manera de narrar y su literatura supusieron un cambio drástico en la novela que se podía leer en su época coetánea. Un buen ejemplo de su gen de escritor especial es su Finnegans Wake. En este texto James Joyce narra el sueño de un personaje, pero no lo hace de una manera corriente, sino que para ello utiliza un lenguaje propio, a veces dificilísimo de entender, que ha sido, a menudo, objeto de estudio de numerosos filólogos y sociedades de estudiosos de la novela, creadas a partir de ese texto.

Esta época fue especialmente dañina para la gran cantidad de omitidos y olvidados por los intelectuales suecos. La lista se hace larguísima: Franz Kafka, Konstantinos Kavafis o el inmenso poeta y narrador de la Lisboa de primera mitad del siglo XX, Fernando Pessoa. Estos tres casos, en cambio, son diferentes a muchos de los citados con anterioridad, ya que la mayoría de la producción de estos autores se publicó después de su muerte, por lo tanto, no se conocía la totalidad de su obra cuando éstos podrían haber recibido el premio. Son las tres ausencias, posiblemente, más explicables en cuanto a la decisión del jurado.

Posteriormente, desde el periodo de posguerra se vive una temporada de adjudicaciones más coherentes y sensatas, con algunas subidas y bajadas en cuanto a la crítica, pero con un reconocimiento común de los galardonados con el Nobel. Quizás la poeta Gabriela Mistral es algo más cuestionada por la intelectualidad, al recibir el premio en 1945, pero finalmente también se la reconoce como un escalón importante en las letras hispanas, con lo cual se termina por reconocer su premio. También existe la opinión de que su Nobel es el reconocimiento a sus predecesores: Vicente Huidobro o César Vallejo.

No obstante no se puede decir que sea una etapa exenta de omisiones, aunque sí es cierto que son menos escasas, no son por ello menos importantes. Véase, sin ir más lejos, el caso de Leon Tolstoi, mencionado anteriormente. O también Ibsen, Paul Valery, Nabokov… Sin mencionar los grandes renovadores, como el dramaturgo Bertolt Brecht o el viejo Claudel.

Se llega así a los ochenta, en los que llega una de las elecciones más polémicas del jurado, no por el galardonado, sino por su pronta recepción del premio que podría haberse retrasado unos años y haber premiado a otros indiscutibles candidatos a recibirlo en ese tiempo. Hablamos de García Márquez, Nobel completamente merecido, aunque muy tempranero, que privó a otros escritores latinoamericanos de un galardón que deberían haber recibido. Son los casos de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Sin Borges el llamado boom latinoamericano no habría tenido sentido, y ni García Márquez ni Cortázar hubiesen llevado su literatura al punto álgido donde colocaron las letras latinas.

Los últimos años del premio sólo han tenido una ausencia verdaderamente notable, de la que se ha hablado siempre como posible Nobel, que al final ha terminado muriendo recientemente sin obtener el premio. Es el caso del español Miguel Delibes, que desde que Cela recibiese el premio en el año 1989 ha sido el escritor nacional que más fuerte ha sonado siempre para postularse como acreedor del premio. Finalmente, este año, el gran escritor de nuestra lengua falleció sin obtener un premio que hubiese merecido con creces, y que ha sido de los pocos que se le han escapado en su carrera. Durante su carrera ha recibido los más importantes galardones de literatura: el Premio Nadal (1948), el Premio de la Crítica (1953), el Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Miguel de Cervantes (1993), entre otros. Sólo le faltó obtener el Nobel para culminar su gran carrera como escritor y cronista de una España rural, la que vivió. Aunque no por ello deja de ser de los más grandes de la literatura española de todos los tiempos.

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lunes, 10 de mayo de 2010

La fuerza de una voz dulce

Es evidente que en los últimos tiempos el panorama musical ha cambiado por completo en nuestras fronteras. Esta afirmación queda más clara aún si nos referimos al territorio underground, donde han proliferado últimamente cantantes independientes que tan solo con una guitarra y su voz son capaces de grabar un disco, y lo que es más importante, de llegar a muchísimos oyentes, que quedan impresionados con estas voces.

Son los casos de las cantantes folk Lourdes Hernández, Russian Red, y Anni B Sweet, entre otras. Claramente influenciadas por la canadiense Feist, estas dos chicas han irrumpido en la vida musical de un tiempo a esta parte, caracterizadas fundamentalmente por sus acordes sencillos de guitarra y sus voces dulces. El fenómeno Myspace ha ayudado tremendamente a estas artistas a que su música cuaje entre el público más joven, que ha sido el que las ha aupado a la cresta underground.

Russian Red es tomada como la pionera de este tipo de música en nuestro país. Esta madrileña de 1986, a la que antes podíamos ver alguna vez tocando en el metro de Madrid, se dio a conocer con su primer single Cigarrettes, banda sonora de la película Camino. Esta canción fue todo un éxito en la red y que hizo que multitud de programas se interesasen por ella y la invitasen a cantar en sus shows, como los casos de No disparen al pianista o Buenafuente.

Su álbum debut, I love your glasses ha sido todo un éxito y se ha convertido en un imprescindible para los nuevos amantes de este estilo. Con canciones como Kiss my elbow, No Past Land o Nice Thick Feathers, conocida por ser banda sonora de un reciente anuncio de Haagen Dazs; su primer trabajo ya forma parte de las estanterías de muchos fans.

Por su parte, Anni B Sweet, malagueña de 22 años, ha llegado un poco después a la escena, pero se ha consolidado casi igual de rápido que Lourdes. Su primer álbum Start, Restart, Undo está editado por Subterfuge Records, discográfica de importantes grupos como Vinila Von Bismark & The Lucky Dados, Tulsa, Templeton, McEnroe o los inicios de Dover. Esta malagueña siempre se ha sentido muy unida a la música, ya que como ella misma recuerda su madre siempre ponía flamenco en su casa. Ya siendo muy pequeña empieza a sentir esa vocación musical, y a los nueve años escribe sus primeras composiciones.

Su primer trabajo incluye canciones que la han dado a conocer como Motorway, La la la, Again y una increíble versión del Take on me de A-ha, que se incluye en la edición especial de este disco. Esta versión la impulsó en su carrera, gracias a que se incluyó en uno de los últimos anuncios de McDonald’s, lo que hizo que su voz se hiciese conocida para mucha más gente que la que estaba acostumbrada a escucharla en la red. Además también supuso un impulso la aparición en programas como Buenafuente, que siempre da oportunidades a cantantes que están empezando, lo que supone un empujoncito en su carrera en algunas ocasiones.

No son ellas las únicas cantantes folk que han nacido estos últimos años, pero sí las dos más emergentes. Aunque no debemos dejar de lado artistas como Alondra Bentley, y, en otros estilos, la música de Vinila Von Bismark, Templeton, Tulsa, La Bien Querida y multitud de nombres que están cambiando por completo el género underground.

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lunes, 26 de abril de 2010

Puente hacia la literatura de ida y vuelta

Texto conjunto con Enrique G. Llamas - Fotografías por Pablo Álvarez

Envueltos en luz azul, una luz de ida y vuelta, dos autores españoles y dos americanos eligieron, cada uno, a un escritor del otro lado del charco para hablar de él. Para demostrar, una vez más, que lo que nos une es más que lo que nos diferencia.

De esta manera, se citaron en el preludio de la noche de los libros, en la Casa de América de Madrid, ocho reconocidos autores para entablar una conversación, con el público de por medio, sobre la obra de los cuatro más veteranos. Julio Cortázar, Ítalo Calvino, Jorge Luis Borges y Albert Camus, retratados por Benjamín Prado, Fernando Iwasaki, Agustín Fernández Mallo y Juan Gabriel Vásquez, respectivamente.

Tenían sólo veinte minutos cada uno, subjetivos claro. Hubo quien los excedió sin que nadie de los presentes se diera cuenta, gracias al suave acento de Iwasaki hablando de Ítalo Calvino, a quien destacó como un autor bastante olvidado, que para él es uno de los imprescindibles, aunque ninguno de sus libros sea su favorito; hubo quien se quedó corto, dejándonos con ganas de más, como el genial Benjamín Prado, que definió a Cortázar en veinte maravillosas líneas, y nos dejó claro lo que éste, y su literatura, suponía, supone y supondrá.

Otros cumplieron con el reloj a rajatabla; Juan Gabriel Vásquez demostró la posible influencia de Camus sobre Mario Vargas Llosa y García Márquez, pese a morir antes de que se diese a conocer el boom latinoamericano; posible porque también recordó que como Borges mismo dijo: “la realidad no tiene obligación de ser interesante, pero sí las hipótesis”. El propio Borges encontró su refugio en un integral e íntegro Agustín Fernández Mallo, que leyó al público una versión propia y personal de un cuento del autor latinoamericano, tras no poder leer su ponencia, que se quedó en Mallorca, debido al trastorno de vuelos que ha habido esta semana. Este último se centró fundamentalmente en el Borges cuentista y ensayista, ya que, según sus propias palabras, el poeta le interesaba poco.

Y si, entre tanto hombre, alguien echaba de menos a la mujer que no lo lamente, porque ellas se encargaron de hacer su puesta en escena. Los círculos concéntricos del plomo del tiempo de la señora Dalloway llegaron a la mesa, la Barcelona de Carmen Laforet, la supuesta Maga de Rayuela y la brillante poesía de Alejandra Pizarnik, también conmemoraron la genialidad de la literatura en otro veintitrés de abril. Y una vez más, en la Casa de América, hubo habitaciones para todos.

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lunes, 19 de abril de 2010

La vida antes de Marzo

La vida antes de marzo. Manuel Gutiérrez-Aragón. Editorial Anagrama. Narrativas hispánicas. 288 páginas. 18 €.

No pude leerlo antes de que volviese Marzo en este 2010, pero conseguí terminarlo antes de que marchase. Manuel Gutiérrez Aragón debuta en el plano de la novela con este título, en el que nos transporta hacia un futuro no muy lejano, desde el que los dos protagonistas, en cambio, no hacen otra cosa que rememorar sus pasados más profundos y aparentemente extintos.

Corre el año 2024, y Martin y Ángel viajan a bordo de un tren prototipo que circula por todo el continente europeo. Es un tren que nunca efectúa parada, sigue el recorrido entre Lisboa y Bagdad, para volver de nuevo a Lisboa. Para subir a esta serpiente, formada por millares de vagones con todo tipo de comodidades, hay que tomar primero un tren satélite que alcanza la velocidad de los vagones principales.

En una de estas transfusiones de viajeros, Ángel, el de la cara de bronce, entra en la cápsula en la que viaja Martín, un asturiano montañés que aún guarda un profundo amor por una magrebí de su infancia. Aún sigue recordando la profundidad de su mirada en las montañas. Ángel, por su parte, guarda una historia oculta bajo su dorada piel. La vida le condujo a verse relacionado con un grupo islámico extremista, y aún a día de hoy guarda serios recesos de aquella situación.

Desinhibidos por las copas de vino que van tomando en cada país –siempre vino autóctono del país sobre el que se desliza el vertiginoso tren-, se van confiando su historia, bajo la atenta e incansable mirada de un narrador del que poco conocemos durante toda la novela. Poco a poco, las palabras de ambos van tejiendo la historia de sus vidas, de aquella mañana de Marzo, en la que todos perdieron algo. La vida antes de Marzo, al fin y al cabo.

Manuel Gutiérrez Aragón debuta muy satisfactoriamente en el ámbito literario con esta trama. Muy influenciado por el cine, de manera muy visible en ciertas partes de la trama, consigue hacer que nuestra atención crezca sobre la historia según ésta va transcurriendo, para concluir con un giro muy interesante que no dejará indiferente al lector, que casi se convierte en un confesor de los dos protagonistas.

Un debut reconocido por la crítica, que ya ha recibido el Premio Herralde de Novela por mayoría del jurado.

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miércoles, 31 de marzo de 2010

Luis Ramiro vuelve a la sala Galileo con un semi-acústico

Luis Ramiro repasó en la sala Galileo Galilei de la capital muchos de sus temas menos conocidos en la noche del 30 de marzo. Esta vez acudía más solo que la última vez que le vi en Joy Eslava, donde compartió directo con Marwan y una larga lista de ilustres invitados. La idea de este concierto era hacer un semi-acústico, en el que mezclaría algunas de las canciones menos conocidas del repertorio junto a las más escuchadas, acompañado de la banda, compuesta por cuatro músicos.

Como si estuviese en casa. Con una apariencia de tranquilidad absoluta. Un sofá en el escenario, sobre el que se intuían en la oscuridad un par de vinilos, entre ellos el Yellow Submarine, y sobre el que descansaba plácidamente un muñeco de Woody, el vaquero de Toy Story. Dos guitarras acústicas, una eléctrica, un teclado y una batería. Aderezado con unas cuantas velas –me recordaron un momento el mítico Unplugged de Nirvana- y el inconfundible cartel con el nombre de la sala en color rosa, Luis Ramiro se presentó en el escenario sobre las 10 de la noche.

Mañana nos casamos en Las Vegas comenzó a sonar nada más subir al escenario para dar paso después a muchas de las canciones que normalmente se dejan ver menos en sus directos, como KO Boy, La sirena, Dos coplas… Lo mejor de los conciertos de este artista es que nunca hay dos iguales. El cantautor trata de no avasallar al público con una sucesión de canciones sin más, y dialoga con la gente, hace juegos entre canción y canción y de vez en cuando cuenta alguna historia o anécdota que ameniza mucho la velada, haciéndola mucho más divertida. El ambiente que se genera en este tipo de salas más recogidas ayuda mucho a este juego.

Enseguida llegó Romper, el primer single de Dramas y caballeros, que se ha convertido en todo un himno para este artista. Y tras él, intercaladas con las canciones menos habituales, las de los discos, aunque se hicieron esperar: Mayo del 2002, Perfecta, Relocos y recuerdos, Te quiero te odio o Globos de chicle, que sonó mucho más a canción de estudio esta vez. Entonces tocaba presentar cuatro canciones nuevas al público, además, de las que me quedo con Casualidad.

La hora iba apretando y el directo empezaba a tocar fin, pero aún quedaban las grandes de su último disco. Sonó El reloj, que dentro de poco se convertirá en el segundo sencillo y será presentado su videoclip. Relocos y recuerdos, mucho más acústica que de costumbre, con un aire muy peculiar. El show tocó fin con La distancia en la que el artista pidió al público, entre flashes, que se pusiese en pie por ser la última de la noche.

Buen concierto del que disfrutó Galileo y Woody, sentado en el sofá del fondo junto al Yellow Submarine de los Beatles. Un gran guiño del cantautor de las botas de cowboy en una noche de pre-semana santa madrileña.

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